Me rindo
— Pienso que deberías sacar a esa muchacha de los abusos de su madre.
—¿Papá, estás escuchando lo que me dices?
—Sé perfectamente lo que hablo hijo, es más, me agrada más Maitane que tu mujer, esa siempre buscando líos, solo a tí se te ocurrió meterte con esa arpía.
— Nunca te ha caído bien Selena, papá
— Mira como persona trabajadora, es increíble, pero como tu pareja, no estoy ciego, esa mujer es cargante y posesiva, no me agrada su personalidad. ¡Si te gusta Maitane, llevatela, adelante y más si la madre lo consiente!
— ¿Sabes mi viejo? El problema es que no confío en Selena, hay algo que me impide dar un paso firme.
—Yo tengo entre manos el proyecto de la sucursal en el otro estado, pero aún no es algo concreto, te ofrecería el puesto allá, por eso no te ofrezco ayuda muchacho, pero yo que tú, tomaba lo que se me ofrece y veo que el mundo se caiga.
Alberto salió de la casa de su padre peor de cómo se sentía antes, ahora tenía más confusión en su mente, quería huir de todo aquello, per a la vez la tentación de tener a Maitane lo acorralaba, llegó a la oficina, se centró en el trabajo y se olvidó por un buen rato de su mujer e hija.
Era más de la una de la tarde cuando tocaron a su puerta, él sin pensar dijo:
— Entra mujer— pensando que era la secretaria.
— Hola Alberto, ¿Cómo estás?
El dio un respingo al escuchar la voz.
— Maitane, ¿qué haces acá?
— Mi mamá me mandó a que esté acá contigo.
Albert caminó de un lugar a otro y luego respondió:
— Tú no eres una niña Maitene si tu mamá te manda, busca la manera de hacer otra cosa, no puedes estar metida aquí conmigo en la oficina; ¿entiéndeme? ¡Me desconcentras, no sé, busca un trabajo entonces, no puedo estar todos los días discutiendo por lo mismo, así tu madre te mande, no vengas!
— Ella me agrede si no vengo, tú ya la conoces, me saca a empujones, me dice que debo venir acá; ¡yo tampoco se que hacer! Estoy harta de los berrinches de ella.
Él la miró y entonces se atrevió a decir:
— ¿Por qué no nos vamos de una vez y terminamos con ésta pesadilla, intentemos ser felices por nuestro lado Maitane, aceptemos la condición de tu madre y cásate conmigo, ¿tan repulsivo te parezco?
— ¡No es eso Alberto, me gusta la idea, pero me da miedo, aunque me gustas muchísimo!
— ¡Tú también me vuelves loco! ¡No tengas miedo! Yo puedo hacerte feliz, no tienes idea de lo que me encantaría besarte, de que seas mía, pero a la vez siento que no es algo bueno, es perversión!
— Imagina si tú, que eres un hombre experimentando tienes miedo, que quedará para mí, que nunca he estado con alguien, mejor no aceptemos lo que mi madre propone, te vas de éste pueblo y así nos olvidamos de esa locura.
Él la miró con agonía y luego dijo:
— Hablaré hoy con tú madre, te juro que voy a tomar una decisión pronto.
— Yo espero que seas sensato Alberto, no deseo seguir viviendo con mi madre, pero me da miedo desobedecer sus órdenes, la verdad me encuentro entre la espada y la, pared.
— Está bien chiquita, prometo que todo va a estar bien.
— Voy a ir a casa de mi amiga Elizabeth, allí estaré hasta que tú termines y pases por mí, así mi mamá no se enoja conmigo— dijo ella.
—Está bien, paso por tí en la tarde, prometo que pronto acabará ésta agonía.
Trató de concentrarse en su trabajo y a duras penas lo consiguió, Selena estaba cada día más cargante con el asunto del matrimonio entre él y Maitane, y la verdad la idea le causaba desagrado, pero ver los ojos asustados de la muchacha lo animaba a protegerla del abuso constante de su madre.
Esa tarde llegó a casa a conversar directamente con Selena que ya los esperaba sentada en el jardín frontal de la casa. Al ver a su mujer dijo:
— ¡Ven necesito que hablemos!
Selena miró a Maitane y ésta se encogió de hombros y entró en la casa y se encerró en su habitación.
Alberto se plantó delante de su mujer y dijo:
— ¡Deja de enviar a tu hija a vigilar mi día!— gritó enojado
—¡No la envío a vigilarte, la mando para que te la cojas!
—¿Que crees? ¿Que tengo una cama en la oficina para cogerme a la muchacha?
— ¡Tu y yo sabemos que no se necesita una cama para tener sexo, cualquier rincón es bueno!
— ¿Selena, tu hija es virgen, quieres que la viole!? ¡No seas absurda!
Ella bajó la intensidad de la voz y dijo señalando a un lugar.
— Entonces, hazme caso y haz el amor con ella en esa habitación y listo.
El extrañado le comentó:
— Para ser una mujer celosa, estás muy tranquila mandando a que esté con Maitane en tu propia casa.
— Porque me es conveniente que ustedes se casen, termina de acostarte con mi hija y yo no te fastidio más.
— Está bien, mandala ésta noche a mi habitación— pidió él.
Sabía que se estaba arriesgando ante aquella petición tenía mucho temor, pero lo que sentía por la muchacha era mucho más fuerte que su prudencia, recordó las palabras de su padre y se dijo:
«¡Voy a sacarte de aquí Maitane, lejos de tu madre!»
Ella entró a la habitación trastabillando, se notó que la habían empujado a la fuerza, los ojos de ella estaban llenos de temor, Alberto le hizo señas con una mano y dijo con voz suave.
— Ven Maitane, no pienso hacerte daño.
Ella llena de timidez se acercó al borde de la cama donde él estaba sentado.
— Siéntate acá a mi lado.
Ella obediente se sentó como una niña buena.
— Maitane, eres una chica muy bella, a mi me gustas muchísimo, pero no te haré nada que tu no desees, voy a respetar lo que tú decidas.
— Pero si no me quedo aquí contigo mi madre me majara a palos, ella se enoja mucho si no la obedezco.
— ¿Tú deseas ser mi mujer?
— Sí, pero también tengo miedo.
— No tienes porque temer, si te hago mi mujer, me casaré contigo, nos iremos a otra ciudad y así Selena no podrá molestarte.
— ¿Y mis hermanitos?
—¿ Qué tienen que ver ellos?
—¿Qué va a pasar con ellos?
— Se quedarán con su madre, yo les enviaré para su manutención cada mes, no pienso abandonar a mis hijos Maitane, a pesar de tu madre y su hostigamiento.
— Entonces seré tu mujer, así mi mamá deja de molestarme y andar dándome palos a cada rato.
— ¡Ya nadie más va a maltratarte, prometo cuidarte, lo juro!
— Está bien.
Alberto al ver aquellos ojos llenos de esperanza hacia él y sus labios entreabiertos, se rindió sin más remedio, la besó con pasión, desesperación y amor, la miel de aquella boca lo embriagaba como un dulce licor, nublando sus sentidos. Pronto las manos expertas tomaron los pechos turgentes de ella, llenos de juventud.
Los apretó con sus manos y escuchó un gemido de placer salir de la garganta de la chica, este sonido se metió en su mente alborotando más sus ganas, si ésto era posible; acarició las esbeltas piernas de ella, percibiendo levemente a través de la piel la tibieza de aquella mujer que aún no había sido acariciada por nadie.
Ésto lo llenó de un fuego que lo devoraba, quería más de aquel cuerpo que se pegaba a él exigiendo más caricias, abrió los primeros tres botones de la blusa y con su lengua empezó a lamer aquellos pezones que parecían rocas, los succionó con premura saboreando con pasión y deseo aquel manjar.
Ella se apretaba a él llena de deseo, experimentando por primera vez las ganas de estar con un hombre, estaba dispuesta a entregarse por completo y sin remilgos en aquel lugar sin importar quien estuviera alrededor. Unos toques en la puerta los hizo volver a la realidad. Los se levantaron de un salto y él dijo
—¿Quién es?