DOS.

2080 Palabras
Era intimidante, él, yo, nuestras miradas fijas contemplándose por unos instantes, para cualquiera lo hubiera sido pero me bastó hacerlo a mí para analizarlo. Parecía un tipo seguro, no rebajaba los ojos, logró mantener la intensidad incluso cuando no era necesaria, no buscaba que me correspondiera, sólo quería empezar a descifrarlo. Era lindo, más que eso, hermoso, tenía unos ojos verdes que me cautivaron instantáneamente, una sombra fina de barba creciendo por sus mejillas y una perfecta boca carnosa, su nariz se acoplaba de manera perfecta a su cara y sus rasgos faciales estaban muy marcados como si fuese un boceto de realismo idílico del hombre. — ¿Querés empezar? —le pregunté rompiendo el contacto que pareció mucho tiempo, pero según mi respiración sólo fueron unos segundos. Anoté su nombre en mi agenda y volví mi vista a sus ojos, donde parecían querer ir los míos y fijarse en los suyos. — ¿Qué te trae por acá? —Estrés, supongo. —dijo relajado, lo cual me dejó margen para observar su postura y su tono de voz, no parecía estresado, su aspecto estaba íntegro, pero fue su razón y la anoté. — ¿Qué tipo de estrés creés que tenés? ¿Del trabajo, de la rutina, de los hijos...? —No, no tengo hijos. Y creo que es por eso. —Suele ser más estresante tener hijos que no tenerlos. —le dije mirándolo con el cuaderno sobre mis piernas, mientras anotaba cosas que me parecían importantes. — ¿por qué crees que te estresa no tenerlos? — ¿Vos tenés hijos? —me preguntó y aunque no debería intervenir mi vida privada, negué con la cabeza porque no era un dato relevante. — ¿Y qué te hace saberlo? —Bueno la experiencia con personas que sí los tienen, ¿No tener hijos es estresante para vos? —Es lo único que creo que salvaría a mi pareja. —Ah ves, eso es otra cosa. —dije leyendo entre líneas por donde podía venir la razón de acudir a mi y anoté en mi agenda, empezaba con conceptos para conocerlo, muy básico. — ¿Estás estresado de tu pareja? —Podría ser. —No dudes. —No dudo. —Decís: "podría ser", "Es lo que creo", "Supongo"... estás dudando de lo que te pasa, ¿qué es lo que trae acá, aparte del estrés? —Me dijeron que la psicóloga estaba muy buena. —dijo y negó con rastro de humor cuando levanté una ceja. —no mentira, no conozco a nadie que haya venido. Rodé los ojos y sonreí mientras escribía. Era muy poco profesional que le dijera que él estaba muy bueno también y lo que sería adecuado es que me molestara por su comentario o le dijera que mantuviera el respeto, pero no iba a hacerlo. — ¿Estás en pareja hace mucho? —Seis años. —exhaló como si se sintiera contenido y tuviera la necesidad de liberarse de lo que significaba estar en pareja hace seis años. Así que empecé a ahondar en el tema. — ¿Cómo es la relación? —Nula, ella no puede tener hijos y no sé, no puedo dejarla pero es lo que más quiero. —confirmó con cierta desesperación y noté al fin el indicio de frustración, escribí y me recosté hacia atrás en mi sillón, sintiéndome más relajada de tener un panorama con posibles caminos para tomar y ayudarlo. —La costumbre lleva a lo nulo, yo no soy quien te va a decir que la dejes ni cómo, pero acá lo importante sos vos, cómo te sentís, qué te hace sentir ella, cómo son como pareja, si se acompañan o no más allá del problema de fertilidad. —Es que ni siquiera tengo ganas de tener hijos con ella, no hay nada que me debería atar a ella. —Claramente lo que te ata a ella es lástima, es horrible pero es así. —le dije y él hizo una mueca entre el asentimiento y la negación, inseguro. — ¿tenés ganas de tener hijos? —No, o sea, no tenía problema si los teníamos aunque no fuesen planeados, pero desde que supimos que es infértil es su mayor deseo y… no estoy seguro que sea también el mío. — ¿Cuántos años tenés? —Veintiséis. — ¿Y ella cuántos años tiene? —Veinticuatro. —dijo y yo lo anoté. Tenía mi edad, muy joven para ser mamá según mis pensamientos e ideales, nada que debiera intervenir. Seguí indagando en él para conocer el objetivo en el que deberíamos trabajar si decidía continuar una terapia conmigo, pero desde mi punto de vista personal entendía que la culpa por dejar a su novia lo ataba más que cualquier otra cosa, formar una familia debía ser un plan de a dos, y estaba claro que mi paciente le costaba dar de su parte para realizar el sueño de su pareja, al menos lo haría a su pesar. — ¿Crees que tu estrés es producto de no poder tener hijos? —No sé, pero creo que entre nosotros las cosa ya no van ni para atrás ni para adelante, se acabó todo lo que había al comienzo, no hay nada de parte de ninguno que sea igual a como era, y eso es muy notable hasta para cualquiera que nos conozca. —Es la lástima la que te hace quedarte, la costumbre y porque todavía la queres. —dije y él negó energéticamente, convencido, por lo que me corregí a pesar que use esa palabra a propósito, para ver como reaccionaba y para mi comprensión, surtió efecto.  —bueno en tantos años, el cariño no se pierde. —Bueno quizás es eso, cariño, no amor. —Decime qué es lo que vos buscas acá, yo puedo ayudarte a trabajar lo que sea necesario, pero no estaría terminando de entender lo que querés hacer ni cuál es el propósito de tu consulta.—presioné y él se pasó la mano por la cara, para quitarse la pesadez que lo hacía sentir estar acorralado por mis palabras. Se encogió de hombros formulando una idea. —Un poco de todo, creo. —No me alcanza. — ¿Qué no alcanza?—preguntó y fue mi turno de encogerme de hombros para demostrar irrelevancia a sus respuestas, presionando paulatinamente y obteniendo de la misma forma todo lo que necesitaba de él, desde sus posturas hasta como entonaba las palabras. —Necesito que seas más específico, tenés todo este tiempo para desahogarte, gritar, maldecir, llorar si lo querés, descargate... Te escucho, a menos que quieras venir acá por un mes a quedarte sentado ahí sin hablar para que yo analice tu persona en sí, pero eso va a llevar mucho tiempo. Y ese parecía ser el camino que quería tomar, lo dejé, por supuesto, no era quién decidía cómo llevar a cabo la sesión, era él, mi aporte iba a estar igual. Sin embargo su testimonio fue vacío y no pude sacar muchas conclusiones, lo dejé para tema de avance y me enfoqué en estudiar sus acciones, sus gestos, sus expresiones corporales y todo lo que pudiese servirme para construir el tipo de alta que debía darle.  Sin dudas fue mi paciente más entretenido de todo el dia, estúpidamente y muy poco profesional, no quise que se fuera cuando se cumplió la hora, pero su perfume al acercarse a saludarme y su beso totalmente puesto en mi mejilla a pesar de lo personal que significaba el contacto en nuestros puestos, fue un quiebre para mi estabilidad, hasta que recordé a Leo y simplemente me disgusté con la idea de volver a casa para no encontrar al tipo de hombre que acababa de despedir. Volver a casa era el placer más hermoso cuando me quedaba un margen de tiempo para descansar y disfrutar de mi departamento en soledad.  Mi idea de vivir independiente después de dejar la casa familiar, nunca fue con una pareja, pero la vida hizo que Leo fuera la razón para que yo me fuera del nido y empezara a valerme por mí misma, en aquel entonces no sé en lo que pensaba, no era una chica que se estaba ahogando, pero la rebeldía que sentía junto a la adrenalina de crecer me llamaban muchísimo la atención y no podía darles la espalda, a pesar de tener que haberlo hecho cuando acepté convivir con mi novio.  Mis alas fueron cortadas antes de que quisiera desplegarlas, no me quejaba pero no había nada más lindo que disfrutar del final del día sin nadie que me molestara, obviamente, hasta que llegara él. — ¡Dale Jaz! ¡Despertate! —me zamarreó, bufé y me di la vuelta en la cama para que sus manos se alejaran de mí. —Hace una hora que llegué y quiero irme en veinte minutos ¡Despertate! —Tengo sueño. —me quejé tapándome con la sábana, todavía rogaba que existiera la posibilidad de no ir a la casa de mi suegra, pero esa idea fue parte del sueño. —Le dije a mi mamá que a las nueve iba a estar, no me la compliques, vos tardás tres horas para cambiarte. — Leo no seas molesto ¡Trabajé todo el día, estoy cansada! —Yo también trabajé todo el día y todavía no dormí, estoy cansado pero ya me comprometi con mamá. —dijo como el nene caprichoso que era y suspiré frustrada pasándome las manos por la cara. Lo sentí acercarse bajando su intensidad y antes que me diera cuenta, el colchón se hundió a mi lado y lo tuve muy cerca, hasta que se agachó y me dio un beso en las muñecas subiendo por mis manos. —dale, levantate. Ese simple acto me obligaba a bajar un cambio también, no ser tan brusca y buscar la solución, aunque la única que me parecía adecuada era la que ya tenía, no ir. No obstante, trate de hablar con calma y toda la dulzura posible, probando si picaba de esa forma. —No quiero ir a tu casa, te lo dije temprano. —Y yo te dije que no puedo cancelarle de nuevo, cuando venís podés dormir. —me sacó las manos de la cara y siguió con los besos, tenía ganas de rodar los ojos pero los dejé cerrados. No me iba a negar, iba a hacer que tardáramos más y cuando me besó traté de hacerlo profundo, pasé mis manos por su pelo y lo tenté con caricias, pero al querer bajar las manos por su pecho, se apartó. —Cuando volvemos, te juro que hacemos lo que quieras. —No, ahora, después no voy a tener ganas. —musité en su oído bajando los besos por su cuello. Me subí encima de él haciéndolo acostar de su lado y llevé sus manos a mi cuerpo para sentir ganas reales, ya que hacía mucho que no me las hacía sentir. El sexo sólo era bueno cuando estaba demasiado caliente, no era todo el tiempo, y ya no era como antes para mí en lo personal que vivía con las ganas a flor de piel. Llegué a pensar que si nos mudábamos juntos íbamos a tener más intimidad y el sexo seria como en las películas que la pareja lo hacía en cualquier espacio de la casa, pero entre nosotros nunca fue tan así y debí imaginarlo cuando notaba que Leo no era nada aventurero, mis ideas nunca le parecían buenas para implementar en la cama y cuando lograba que me siguiera los juegos, me terminaba sintiendo culpable por obligarlo a hacer algo que no le agradaba, con el tiempo dejé de insistir, y además los dos teníamos los horarios muy paralelos y cuando lográbamos encontrarnos, estábamos peleados o discutíamos por cualquier cosa.  Antes de él, tuve otros novios e incluso salì con chicos con los que tenía muy buen sexo y lograron volverme adicta a lo que mi cuerpo me pedía, pero con Leo nunca supe quejarme y con el tiempo  me acostumbré a su forma de ser, como dije, tenía que ponerme muy caliente y no éramos muy activos, si lo hacíamos una vez por semana, era un milagro.  La convivencia no era fácil en ningún aspecto, no lográbamos congeniar desde el principio, éramos prueba y error constantemente pero la costumbre a ello ya se estaba volviendo natural, me quejaba en vano y quizás era muy cobarde para revertirlo.
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