Atlas:El mundo se me escurría entre los dedos. Mi respiración era un temblor y mi pecho, una tormenta. No veía... pero lo sentía todo. El zumbido en mis oídos, el calor extraño que subía por mis brazos, las voces lejanas convertidas en ecos rotos. El suelo estaba frío bajo mis manos. Podía oler el metal del miedo en los guardias. Y podía oír el llanto de Atanea… mi pequeña estrella, tan cerca, tan asustada. Entonces, algo… cambió. Una vibración profunda, como un rugido invisible, cruzó el aire. Un latido distinto. Conocido. Mi pecho lo reconoció antes que mi mente —Cristian. Kristen. No los vi entrar, pero los sentí. Esa energía que solo ellos llevaban, como fuego contenido en silencio. Lloré sin lágrimas, porque sabía que era real. —Volvimos —susurró Cristian, su voz áspera y rota mie

