Eric Griffin
Eric Griffin
Capítulo I
Que felicidad es estar en Europa, disfrutando de un panorama colosal, mirando cuerpos esculpidos por dioses y con la naturaleza fuera de serie. Mi tío Edward Griffin, dueño de la cadena de hoteles bajo el mismo nombre en Los Angeles, ha sido tan generoso en pagar mis vacaciones, mi educación universitaria y ser ese padre que tanto necesité por años.
Después de la muerte de mis padres en aquel accidente, mi tío me acogió como a un hijo dándome privilegios de los cuales nunca creí disfrutar. La muerte de mi tía dejó en él un vacío que hoy en día no supera, pero mis primos Míah, Lukas, Mademoiselle Lenoir y yo hemos estado para él en todo momento.
Mis vacaciones acá tienen una razón, una mujer como siempre. Estaba en una relación algo sería con una Johnson. Uno de los apellidos más importantes de los ángeles, pero no mentiré, no puedo estar solo con una y ella tomó su espacio. Por un breve momento me vi buscándola pero Bethany no desea nada más a mi lado.
Lo más intrigante es que se va a casar y la familia Griffin está invitada, lo que significa que yo también lo estoy. No puedo evitar sonreír de pensarlo. Volveré a los Ángeles, voy a interrumpir mis vacaciones solo para incomodarla con mi presencia.
— No puedo entender como vuelves a América cuando te quedan días de disfrute aquí Eric — comentaba la rubia Italiana del bar que conocí dos noches atrás y que ahora permanecía abrazada a mí.
— Debo hacerlo belleza. Mi tía va a casarse y debo estar presente — una mentirita no le hará daño a nadie.
— Me encantaría que no fuera así para seguir disfrutando de ti — y sonrió con malicia.
Los besos fueron subiendo de nivel. Estella era fascinante, hermosa y con un cuerpo de infarto. Sus labios eran perfectos y en este momento deseo disfrutarlos antes de mañana subir a ese avión.
Desnudos en la cama, ella me besó suavemente la boca, el cuello, mordiendo mi pecho y excitándose por ello, eso enfiló e hizo reaccionar a mi ya erecto pene. Lo besó dulcemente antes de meterlo a su boca de forma brusca, le daba con la lengua y lo pasaba por sus labios, de repente lo introdujo en su boca y lo ensalivo por completo, así una y otra vez, su cara estaba toda mojada por las maniobras que ella ejecutaba.
Así me gustaba el sexo, duro y sin restricciones. Estella era perfecta en ello. No había complicación entre los dos.
Conforme hacía esos movimientos le fui jalando su pierna para poder meter mi lengua en su sexo, al estar en posición y comprobar que estaba muy mojada, le saboreé unos minutos y ella me pidió que me la cogiera, así textualmente y con un italiano muy sexy. Se acostó boca arriba, me acomodé sobre de ella y la penetré. La sensación de sentirla mojada y calentita fue muy excitante, y vino su primer orgasmo, ahora lo sé, porque cada que sucede, me pide que me detenga que no me mueva para disfrutarlo.
Era un momento excitante, follar con Bethany no me causaba tanto placer como con cualquier otra mujer. Para ella era 'hacer el amor' y no sé lo que significa pero tampoco deseo experimentarlo.
Y luego al segundo, con los cuales me dejó tremendos rasguños en la espalda, y como desquité no me detuve y seguí bombeando provocando unos gritos en ella tan excitante que terminaron por hacerme eyacular. Descansamos un poco y le pedí que se pusiera sobre sus rodillas, pero me dijo que esa posición no le gustaba. Entonces le pedí que se acostara boca a bajo.
Al estar boca abajo la penetré y empezamos a follar nuevamente, esta posición me calienta demasiado, por lo que la cogida aumentó de ritmo y de fuerza, cada empujón, cada metida era con más fuerza y provocaba gritos mas y mas excitantes; con mi pierna le flexioné la pierna derecha y mientras seguía con mis embestidas, siguió la izquierda y así logré tenerla de rodillas en posición en donde podía ver su trasero. Ella gritaba hasta que tuvo un orgasmo más, uno más intenso que los anteriores. Me pidió que me detuviera pero al instante no le hice caso. Me detuve conforme ella se iba desmoronando en la cama.
Mientras se recuperaba le pregunté si le gustaba el sexo anal, y me respondió que eso ni a su prometido se lo permitía. Ésta parte de la información me la salté y es que Estella estaba comprometida. Me gustan las mujeres así, que no van a apegarse a mí con meloserías y amores para toda la vida. No insistí.
Finalmente ella decidió enjuagarse el cuerpo, por el sudor que nos delataba. Yo hice lo mismo, antes de vestirme ella se acercó y me dijo lo mucho que le gusto. Se puso muy melosa y cariñosa, y empezó a masturbarme, y luego se la metió en la boca, repitiéndome que le avisara antes de eyacular; no lo hice, eyaculé en su boca, cuando la vi tenía mi semen en su boca moviendo la cabeza como desaprobando lo que había hecho. Me los enseñó y se los pasó.
— No vuelvas a hacer eso idiota — y golpeó mi brazo en broma. — Me gustan, pero avísame antes de hacerlo — y rió al igual que yo.
Le había quedado un poco de semen cerca de su boca, se le salió cuando me mostró que los tenía, entonces me acerqué.
— Te faltaron estos — dije y con la punta de la lengua le metí el semen a su boca, recibiéndolos gustosamente, exprimiendo mi lengua para asegurarse de que no faltara nada.
Minutos más tarde la dejaba a una cuadra de su casa donde la debería estar esperando su prometido.
Una sonrisa en mi rostro se dibujó, miré a mi alrededor y vi una ciudad imponente, única, que reflejaba una historia importante, pero debía volver, quería hacerlo. Más que por incomodar el día de Bethany, era la extrañeza de mi casa y mi familia.
Comencé a arreglar mis maletas para tomar el vuelo más temprano. Volver a la universidad, a mi último semestre, últimos momentos de irresponsabilidad, de salidas y de todo lo malo. Venía una nueva etapa, una con propósitos y metas, para que mi tío se sienta orgulloso de mí.
En el aeropuerto todo fue más sencillo de lo que pensé. Al llegar a Los Ángeles, respiré y me encontré en casa. El chófer fue por mí, un joven como yo, hispano como el resto de los empleados, hablábamos cada que se daba la oportunidad en la casa, del resto nada, pero adoraba a los demás empleados, una dulzura que los caracterizaba.
Pedro al verme, me saludó efusivamente y con una sonrisa muy amplia.
— Joven Eric, que placer verlo de nuevo —
— Me da gusto verte Pedro — y lo abracé. — Antes de irnos, quiero hacer algo — él me miró como extrañado. — Quiero enviar rosas a la mansión de las Johnson — y reí pícaro, Pedro me imitó. Él sabía mis intenciones pero traté de disimular un poco. — Préstame 50$ —
— ¡Dios mío!— y rió. Sacó de su bolsillo el dinero y lo puso en mi mano. — Me debes una fortuna —
— Cuando sea millonario, te lo devolveré — y reí.
Envié las rosas de felicitaciones a Bethany Johnson.
“Para que nunca te olvides de mí y de mi forma de hacerte el amor”
No podía creerlo, pero venía con Pedro riendo a carcajadas por la expresión que seguramente Bethany estaba poniendo en estos momentos. Iba a casarse con un tipo que no se parecía a mí en lo absoluto, nada atractivo como lo soy yo. Ninguna mujer se resiste a mi personalidad de chico malo, de esa posición en la que sé cómo hacer gozar a una mujer, a mi forma de ser tan electrizante y con un apellido de mucho renombre, pero no podía omitir que era muy bueno en los negocios aunque con un padre imbécil, manipulador y con cuestionable reputación.
Esa era la vida que ella tendría a partir de ahora, ya no era mi problema más. Creí que volvería a mis pies en aquel momento pero no lo hizo y eso acabó con mi orgullo y mi ego.
Al llegar a la casa, todos me esperaban afuera para recibirme. Bajé del auto y Míah fue la primera que corrió a mis brazos. Con 17 años era mi adoración, la cuidaba muchísimo. Luego Lukas me saltó encima, quien a sus 8 años era el niño más ingenioso que conocía. Su dulzura era única. Mademoiselle me ofreció un abrazo y dos besos. Ella por su parte era una pianista Francesa que mi tía en vida contrató para el cuidado exclusivo de sus hijos y de mí. La adorábamos.
Por último, mi tío vino hacia mí y me envolvió en un cálido abrazo. Adoraba a éste hombre, era como mi padre.
— Te esperábamos para luego de una semana Eric — y volvió a abrazarme.
— Me hacían falta, ¿Qué puedo decir? — dije.
— Me alegra tenerte de vuelta hijo, así me acompañas a la oficina, creo que ahora sí es tiempo de que vayas empapándote en los negocios— y sonreímos.
Le había pedido la oportunidad antes y me dijo que no estaba listo, no me molesté, me lo tomé muy bien porque él sabía lo que hacía y si ahora era el momento adecuado, no iba a desperdiciarlo.
— Prometo que no te decepcionaré tío —
— Lo sé. Cero fiestas y parrandas. Quiero concentración total —
— Así será — y sonreímos nuevamente, pero ésta vez con complicidad.
En la casa estaban ya los empleados para recibirme. Un abrazo les ofrecí a todos. Ellos sirvieron el desayuno. Todos tomamos asiento, mi tío a la cabeza mientras que Míah a su lado como toda niña caprichosa.
— Supongo que sabes que hoy se casa tu ex novia—
— Si tío, por supuesto. Estoy muy feliz por ella. Iré a su boda con ustedes — y tomé un sorbo de jugo mientras Mademoiselle me miraba sorprendida.
— No creo que sea prudente hijo — y me miró. — Recuerdo que me habías dicho que quedaron en muy malos términos —
— Eso fue antes tío, hemos limado esas asperezas y cada quien está avanzando por su lado —
— Sigo pensando que no es buena idea, pero si tú insistes en que todo está bien, confío en ti — y sonrió a mi dirección. — Me alegra que hayas vuelto, eres mi compañero de coñac por las noches, te extrañé —
— Y yo a ti tío Edward —
Me sentía feliz en casa, con la noticia perfecta que mi tío me había dado. Estar en la empresa con él, aprendiendo de todo a mi alrededor. Por estar al lado de mi tío y ayudarlo estudió administración empresarial y me encantaba. Estaba dispuesto a que se sintiera orgulloso de mí y mis avances.
Lo de Bethany me tiene sin cuidado, haré lo imposible por incomodarla en su boda. Pretendo tomar toda la noche y disfrutar de su rostro de amargura e infelicidad.