7
“La marca del lobo”
El cuerpo casi inmóvil de Sebastián sobre el suelo ni siquiera era capaz de poder ponerse en pie. La dolorosa erección dentro de sus pantalones lo estaban matando. Jamás había sentido esto por una mujer, y saber que la mujer que su luna le había escogido como mujer era una humana lo estaba matando.
Su espalda se pegó al piso de su cuarto, entretanto su mano se deslizaba por sus anchos muslos hasta llegar a su pecho. La energía que recorría cada centímetro de su piel era inexplicable. De un instante a otro, todo su sistema se puso en alerta; los pequeños vellos de sus brazos se erizaron al sentir la presencia de un lobo en su casa, mientras que en un abrir y cerrar de ojos un chico de mediana estatura, y ojos color grisáceo se posó delante de él.
—Mierda, Killian, te pude haber matado…
Contestó, mientras bajaba el puño rápidamente.
Su hermano menor se sacó una paleta de dulce de la boca, para luego sonreír.
—Sigues sin reconocer mi olor, eso me duele…
Caminó hacia un punto de la sala, para acto seguido echarle un vistazo a todo. —Esa es tu ventaja, ¿No? Estar en algún lugar sin que nadie note tu presencia.
El chico lo miró.
—Huelo tu celo.
Sebastián carraspeó la garganta.
—¿Qué haces aquí?
Desvió la conversación.
—Papá me mandó a vigilarte, además, la guerra con los Strigoi está peor, aparecieron dos cadáveres de omegas en la puerta de la casa del tío Derek.
El pelinegro dio un par de pasos hacia el minibar que tenía en casa, con sus manos aún temblorosas por el orgasmo que no pudo tener, tomó una copa de cristal que llenó con whisky hasta la mitad.
La idea de una lucha contra los vampiros ahora mismo con su mente tan dispersa por el celo, y su unión con Eva lo tendría en desventaja.
—No necesito un perro guardián.
—Touché… Pero, papá no quiere que te metas en problemas por aquel “Problemita”
Sus ojos se tornaron blancos, por supuesto que sabía que aquel “Problemita” se refería únicamente a: Eva Smith. —Puedo con esto solo.
—¿A sí?
Kilian le quitó la copa, y la bebió de golpe.
—¿Ya le dijiste que es tu luna?
—No.
—¿Qué esperas?
—¿Qué quieres que le diga? —sus dientes se tensaron —, Hey, niña, imagínate que la luna de la manada Drake ha decidido que seas la mate de un hombre lobo, mientras le muestro como me convierto al estilo de Jacob Black…
El menor no dejaba de reír.
—Eso suena patético, pero, si no le dices, y consumas esa unión, nuestros padres te van a matar… No serás la deshora de la familia, Sebastián, la Luna ha dado una orden, y sabes que debes cumplirla. Ambos nacieron con esa marca, y no hay vuelta atrás.
El lobo abrió el cajón de su escritorio, para luego sacar un curriculum con toda la información de Eva Smith. La chiquilla había nacido en el hospital de Sunny Village cuando Sebastián cumplió casi trescientos años, y esto para él le parecía retorcido.
Esa noche, en medio de una noche de luna llena, Rosaura Smith nacida de una familia en donde por generaciones sirvieron al clan Drake, tuvo la fortuna de dar a luz a la futura esposa del hijo del Alfa Bastián, padre de Sebastián y Kilian.
Durante años trataron de mantener a Eva con todas las comodidades posibles hasta que sea el momento necesario en donde el heredero de los Drake la reclamara como suya, y aunque el momento había llegado, solo había un obstáculo: Él odiaba la idea de aparearse con una humana.
—Tenían que darme a la más torpe, y chismosa de todas las mortales.
Kilian apartó la mirada, para evitar reírse de su hermano.
—Míralo por el lado positivo, se va a morir rápido.
—Eso no es nada gracioso, pendejo.
—Vas a quedar viudo antes de los trescientos cincuenta, Ja, ja, ja, ja.
Un golpe fuerte lo dejó en el suelo, chillando de dolor, mientras que Sebastián guardaba el portafolio con casi toda la vida de Eva Smith.
—Vamos…
Kilian se levantó del sofá entusiasmado.
—¿A dónde?
—A ver a papá.
Su hermano palideció.
—No quiero, de seguro papá querrá matarte porque no has consumado las cosas con la humana.
—Se llama Eva.
El chico de cabello plateado sonrió.
—Así que ya te gusta.
Sebastián hizo un gesto de desagrado.
—Claro que no…
—Pero, entonces, ¿Por qué se te paró la polla cuando la viste?
—¡Touche!
(***)
Eva se ajustó el pantalón justo antes de salir de casa.
Nena corrió detrás de ella, tomó su brazo para detenerla, mientras que sus ojos feroces y los suyos se juntaban. —¿Qué crees que haces? —Preguntó, sin soltarla.
—Encontrar la verdad… Necesito saber que no me estoy volviendo loca.
Su corazón no dejaba de latir, porque la idea de pensar que el mundo estaba lleno de seres inmortales no era nada divertido para ella. La idea de pensar que estuvo “enamorada” de un vampiro por casi siete meses le ponía la sangre completamente helada.
—¿Sigues pensando que Emiliano era un vampiro?
—¡Lo era!
Se devolvió para contraatacarla; sus ojos estaban llenos de ira.
—Eva…
—No estuviste allí, tú no viste como él, y Alec intentaron tomarme a la fuerza para matarme… Si no fuera… Si no fuera…
Su voz se apagó.
—Si no fuera por los lobos gigantes estarías muerta.
—Sabes que jamás mentiría con algo así, yo sé lo que vi, yo sé que algo anda mal con este pueblo desde que Sebastián llegó.
Nena le tiembla la mandíbula, sabe que si comete un error más sus padres la enviarán a casa de sus abuelos, y no podrá volver más a Sunny Village.
—Te ayudaré.
Dictó, caminando delante de ella, y posando su mirada sobre la ventana que daba a la cocina de la casa del señor Drake. —¿Estás segura de esto? —su mejor amiga asintió, ahora sacando una pequeña navaja del bolsillo trasero de su falda. Sus manos se sentían frías, pero una vez la madera cedió, ambas se miraron en silencio.
—Te espero aquí, vigilaré que nadie venga.
Eva, asintió rápidamente con la cabeza, para luego apoyar sus manos contra el marco de madera de roble de la ventana, y entrar en un abrir y cerrar de ojos; apenas entró a la residencia un olor fuerte a whisky y tabaco llenó sus fosas nasales.
Sus piernas tocaron el suelo, para acto seguido caminar con rapidez dentro de la casa. El lugar estaba tal cual como cuando ella estuvo a mediodía, así que se dispuso a buscar alguna información que le sirviera de ayuda.
Comprendía que el mejor lugar para guardar algo importante era la oficina principal de la vivienda. Sin dudarlo se dirigió casi a la velocidad de la luz a aquella habitación. Apenas entró, el aroma de Sebastián estaba impregnada en ella.
—Mierda…
Soltó, al sentir como su corazón no dejaba de latir.
No comprendía porque desde que estuvo en su habitación no había dejado de pensar en él, y en aquellas manos venosas que quizás en otra situación la volverían loca.
Buscó en un par de cajones sin encontrar mucha información que digamos, había muchos libros de la historia del pueblo en su biblioteca, y una que otra fotografía sin mayor importancia.
Eso fue hasta que sus ojos azulados se posaron sobre el escritorio de madera a la mitad de la habitación. Las piernas de Eva se movieron rápidamente, pero maldijo al notar que ambos cajones estaban cerrados con llave.
—Si tiene tanta seguridad, es porque algo debe de haber aquí.
Entonó, tratando de violentar el cerrojo.
—¡Joder! ¡No ahora! ¡Abre! ¡Abre ya!
Masculló, rompiéndose una uña en el paso.
El dolor insoportable recorrió su esbelto cuerpo, su cabeza se sentía mareada, mientras que su pecho subía, y bajaba sin parar. Su lengua relamió sus secos labios al notar como un hilo de sangre brotaba de su dedo, hasta llegar a la alfombra debajo de ella.
—Carajo.
Dijo, echando un paso hacia atrás.
De un instante a otro, un grito se hizo presente afuera de la casa, Eva corrió a pasos agigantados al escuchar muchas voces que no reconocía. Tragó saliva en seco bajando las escaleras, para luego ver por la ventana una multitud de personas del pueblo de Sunny Village.
Su temblorosa mano se posó en el pomo de la puerta, agradeciendo al universo haber podido salir victoriosa de la casa del señor Drake, o realmente eso pensó hasta que su diminuto cuerpo chocó contra el pecho de alguien.
—Tenemos una rata aquí.
—Sebastián…
Ambos miraron hacia atrás al escuchar el sonido de la sirena de la camioneta del sheriff del pueblo.
—¿Qué pasó?
Le dijo a Nena, dejando al pelinegro detrás de ella.
—Apareció el cuerpo de Cole.
—¿Cole? ¿El chico que va a la universidad con nosotras?
—Sí.
Sintió al lobo detrás de ella.
—¿Qué pasó?
—Su cadáver tiene una mordida.
—¿Mordida?
Preguntó el hombre haciéndose el tonto.
—Su muerte fue por una mordida en el cuello… Como los vampiros. —Dictó ella, ahora mirando a su mejor amiga. —Eva.
—¿Dime?
—Te creo, algo pasa en Sunny Village y hay que averiguarlo.