CAPÍTULO IV
—¡Eso no es posible! — chilló Sofía, que se
puso de pie alterada. Tenía los ojos muy abiertos, el rostro se le puso rojo y
algunas venas saltaban de su cuello y frente.
—Guarden silencio, por favor— mandó a callar el
notario—. Aidán obtendrá el 25 % de la empresa y puede conservar el puesto de
vicepresidente si así lo desea —continuó el notario.
—La mansión del bosque será para la mujer que
más he amado en esta vida, mi querida Cecilia, sé que no alcanza para que
perdones lo que te hice, pero siempre fue tuya al igual que mi corazón— la
madre de Selene estaba al borde del llanto, mientras que Aidán tomó del brazo a
su madre para contenerla, parecía estar a punto de saltarles a la yugular.
—El señor Wexford dejó algo más —El notario
tomó los tres sobres y los repartió entre Selene, su madre y Aidán. Los tres
miraron confundidos el sobre en sus manos —Pueden disponer de todo de manera
inmediata— finalizó sin más el notario.
—¿Es todo? —preguntó llena de rabia Sofía.
—Esto no es posible, Alejandro las odiaba, las despreciaba, no es lógico que
les deje todo —señaló furiosa.
—Vamos a impugnar ese testamento—. Demandó.
—Mamá, por favor —demandó con voz con fuerte
Aidán.
—No, señora, lo que no sería lógico era que les
dejara todo a ustedes, que no son más que un par de usurpadores, si todavía
tengo mis dudas de que le dejara algo a este —señaló despectivamente a Aidán.
—De nada te sirve quedarte con todo mocosa, al
fin y al cabo, su amor jamás lo tuviste, te desprecio hasta el último de sus
alientos —la voz de Sofía estaba cargada de veneno.
—Diga lo que quiera, eso no cambia que usted al
fin está fuera de esta familia, y le exijo que saque todas sus cosas de la
mansión hoy mismo —demandó Selene.
—Selene, ya basta. Esto no es digno de ti —la
reprendió su madre.
Selene la miró confundida —¿Por qué te
comportas así, mamá? — quiso saber Selene —No puedes permitir que nos pisoteen
de nuevo.
—No espero que lo entiendas, Selene —respondió
su madre molesta—, solo te degradas poniéndote a su nivel.
Dicho eso, Cecilia salió deprisa del despacho,
dejando a su hija con el semblante confundido y molesto; de alguna manera,
sentía que su madre la traicionaba.
Sofía ya había abandonado el lugar, por lo que
solo quedaban ella y Aidán.
—¿A dónde vas?, tenemos que hablar— demandó
ella.
—No tenemos nada de qué hablar tú y yo
—respondió indiferente Aidán.
—Tanto te ha molestado que mi padre me dejara
todo —señaló Selene.
Aidán se burló moviendo su cabeza de un lado a
otro en señal de negación.
—No me sorprende que tu madre entienda mejor
las cosas que tú.
—Sigues siendo un imbécil egoísta, tengo
derecho a saber sobre mi padre y aunque me duela admitirlo, tú sabes lo
que necesito saber —Aidán la miró con una ceja alzada.
—Has demostrado no tener la madurez necesaria
para saberlo —aseveró Aidán. Giró sobre sus pies y dejó el lugar, dejando a
Selene con la palabra en la boca.
—¡Aidán!, ¡Aidán! — Lo llamó, pero fue inútil,
este la ignoró completamente, dejándola con la palabra en la boca.
A Selene no le quedó de otras más que tragarse
su coraje y salir a buscar a su madre.
—Esperaba un poco más de apoyo— le reprochó a
Selene a su madre al encontrarla al otro lado de la calle de donde se
encontraba el despacho.
—Yo esperaba muchas cosas más de ti, Selene.
Estoy muy decepcionada de tu reacción ahí dentro.
—Esperabas que solo escuchara sus insultos y no
dijera nada— espetó indignada.
—Esperaba mayor madurez de tu parte, mayor
cordura. Respondiendo a sus insultos, te ves igual a ella y estoy segura de que
no te eduque para comportarte, de esa manera —demandó.
Selene no contradijo las palabras de su madre,
apretó sus labios en una fina línea y agachó el rostro, le costaba aceptarlo;
pero su madre tal vez tenía razón e incluso Aidán le había dicho lo mismo, sin
embargo, esas palabras tenían mayor sentido, dichas por su madre.
—Le diste armas para que te siga humillando,
Selene — su madre negaba con la cabeza.
—Mamá, lo siento en verdad— Selene tomó las
manos de su madre. —Deberíamos estar más animadas. Papá reaccionó, se dio
cuenta de que su familia siempre fuimos nosotros —el entusiasmo en la joven era
evidente.
—No, por supuesto que no voy a estar feliz con
eso. Solo nos dejó más problemas, Selene. Te heredó una enorme responsabilidad,
acompañada de todos sus problemas y encima al alacrán de Sofía. ¿No te has
puesto a pensar que tal vez su asesinato tenga algo que ver con la empresa? Ahora
el asesino irá tras de ti —el rostro de Cecilia estaba lleno de preocupación.
—Mamá, mamá, no te imagines esas cosas. Estoy
de acuerdo, es una gran responsabilidad y no puedo mentirme, me aterra, aun
así, no dudes de mí, tengo la capacidad para hacerle frente y, por lo demás, no
te preocupes en vano, por favor. —Intentó tranquilizarla.
—Yo no voy a aceptar nada, Selene — anunció su
madre, dejándola estupefacta. —No estoy de acuerdo en que tú aceptes; aun así,
no puedo prohibirte nada, ya eres mayor, te apoyaré; pero yo no aceptaré,
puedes hacer lo que quieras con la casa, me regreso a Londres —aseguró.
—No, mamá, no, por favor, piénsalo, sí, por mí,
sin ti, no podría lograrlo — suplicó la joven desesperada.
Cecilia suspiró pesadamente. —Lo pensaremos
ambas —aseguro—. Anda vamos, prometimos ir a comer con Tobías.
Al ver a su hija tan alterada, Cecilia optó por
dejar el tema en ese momento, aunque no tenía pensado cambiar su decisión.
Selene y su madre se reunieron para comer con
Tobías. Durante la comida, le contaron a detalle todo lo que había pasado. Su
pobre amigo casi se atraganta con la comida varias veces al recibir tales
noticias.
—Estoy en un dilema — confesó Tobías al llegar
a su casa junto a Selene y su madre. —Coincidió con tu madre, también me
preocupa que estés en peligro; pero también creo en ti y debes aprovechar la
oportunidad que te dejó tu padre, demostrarle que eres toda una Wexford —
explicó su amigo.
—No hay motivos para preocuparse, ya se los
dije. Estoy segura de que el caso de mi padre se resolverá muy pronto y
atraparán a quien…
—Ay, Dios mío; un bombón espera en mi puerta
—interrumpió con un chillido Tobías a su amiga.
—¿Qué? —logró decir ella antes de darse cuenta
de que su amigo tenía razón. Un atractivo hombre, alto, moreno y de sonrisa
deslumbrante, se encontraba afuera de la casa de Tobías.
—Es Trevor —explicó Selene.
—¿Trevor? —preguntó su madre.
—¿El doctor? —segundo Tobías.
—Hola, Trevor, ¿qué haces aquí? —dijo Selene al
estar frente a él, seguida por su madre.
—Buenas tardes— saludó él con normalidad.
—Perdóname, qué grosera he sido, ellos son mi
madre y mi mejor amigo, Tobías.
—Un gusto —dijo Cecilia educadamente y extendió
su mano hacia él.
—Encantado, señora —respondió Trevor con
elegancia.
—Un placer, querido— saludó Tobías, dedicándole
una mirada coqueta Trevor, este le sonrió felizmente de vuelta.
—Vamos, vamos adentro, es inapropiado
conocernos en aquí afuera —Tobías se dispuso a abrir la puerta de su casa y ánimo
a todos, incluido a Trevor a pasar.
—Selene, he logrado hablar con mi madre. ¿Te
parece si salimos por un café para hablar? — inquirió Trevor.
— Faltaba más querido, yo preparo el mejor café
del mundo, ninguna cafetería ofrece mayor deleite. Esperen aquí. Cecilia,
cariño, ¿me ayudas? — pidió Tobías a la madre de Selene con la única intención
de dejar solos a aquellos para que pierna hablara cómodamente.
—Claro — respondió la madre de Selene y ambos
se dirigieron a la cocina.
—Supongo que tendré que probar ese café —dijo
Trevor divertido.
—Supones bien —le respondió Selene—, vamos,
siéntate— lo invitó ella.
—Muchas gracias, sé que ha sido sorpresiva mi
visita; pero creí que era necesario contarte lo que me platico mi madre a la
brevedad, aunque debo admitir que me inquieten como vayas a recibir esta
información— La sonrisa en el rostro de Trevor seguía presente, sin embargo, su
mirada expresaba toda su preocupación.
—No sería la primera vez que recibo malas
noticias, no te preocupes — aseguró ella.
—Lamento escuchar eso— Trevor fijó su mirada en
la joven, daba la impresión de ser muy frágil, llevaba su larga cabellera
suelta, caía a ambos lados de su cara, eso hacía que su blanquecina piel
resaltara aún más
«Igual que una muñeca de porcelana», pensó para
sí el joven, «aunque, ella se ve más fuerte», seguía analizando en su mente.
—Trevor, Trevor —lo llamó Selene.
—Sí, sí, dime— balbuceó el joven salido de sus
pensamientos.
—Te preguntaba, ¿qué te comentó tu madre? —inquirió
Selene.
—Claro, lo siento, bueno, dime, ¿sabes por qué
se divorciaron sus padres? —preguntó algo temeroso Trevor.
—Sí, por supuesto, él por un tiempo creyó que
yo no era su hija. Si me lo preguntas, no me queda claro por qué. Si éramos muy
parecidos —expresó la joven—, me hicieron pruebas de ADN y todo, cuando se
comprobó que yo era su hija, mi madre le pidió el divorcio.
Trevor dejó salir un enorme suspiro. —Menos
mal, de verdad estaba muy preocupado de tener que decirte eso — expresó
aliviado él.
Selene soltó un par de carcajadas. La sonrisa
de Selene dejó totalmente cautivado a Trevor, que la miraba embobado.
—Lo siento, no me burlaba de ti, es que tu
comentario fue muy divertido —se excusó ella.
—Por el placer de verte sonreír lo que sea,
afirmó el joven — te sienta bien, deberías hacerlo más seguido —le aconsejó
mientras la miraba embelesado.
—No tengo muchos momentos para hacerlo; pero
intentaré seguir tu consejo —respondió ella tímidamente—, no estaba muy
acostumbrada a los halagos.
Trevor volvió a sonreírle antes de continuar
—Según mi madre, quien comenzó ese rumor fue la madre de Aidán, ¿también lo
sabías? — Selene afirmó con un leve asentimiento —Vaya ahora entiendo por qué
Aidán…— dijo Trevor sin pensar; pero de inmediato dejó ese tema —Bueno no importa,
mi madre me dijo que cuando ustedes se fueron, la madre de Aidán y tu padre
comenzaron una relación, que no duró mucho.
Selene se sorprendió al escuchar eso. Según
ella, su padre y esa mujer habían terminado hasta casándose.
—la madre de Aidán siempre aseguro que ellos
tenían algo; pero mi madre afirma que no fue así, no duraron ni siquiera un par
de años juntos, claro que como la viuda de tu tío Dom, ella exigía que le
correspondían ciertos derechos, como el vivir en la mansión, hasta hace muy
poco tiempo como unos cuatro años que Aidán le compró una casa y dejó la
mansión.
—¿Estás seguro de eso? — inquirió Selene
perpleja.
—Bueno, mi padre y el tuyo eran muy cercanos y
entre mis padres no había secretos o al menos eso es lo que dice mamá; pero es
verdad, hace varios años que Sofía dejó la mansión — Selene estaba sin poder
creer aquello.
—Lo siento es que no entiendo. Mi madre y yo
pensamos que todo ese tiempo ellos estuvieron juntos, que por eso él se alejó
de mí, ¿pero si no es así entonces por qué jamás nos buscó? — expresó Selene
con pena.
—Si las busco— afirmó Trevor.
—¿Cómo? —preguntó Selene consternada.
—Mi padre le platicó a mi madre, que el señor
Wexford contrató a un detective para saber de ustedes; pero en cuanto él le
entregó noticias suyas, lo dejó todo de lado, ni siquiera mi padre entendió por
qué lo hizo. Estaba muy decidido a traerlas de vuelta.
A Selene se le arrugó el corazón al escuchar
aquello. Su padre, si la buscó, quiso acercarse; no obstante, ¿por qué de
pronto abandonó esa idea? Entre más escarbaba en esa historia más compleja, se
volvía.
—¿Estás bien, Selene? Te has puesto un poco
pálida —le dijo Trevor acercándose a ella. Sin esperar reacción por parte de la
joven, la tomó por la muñeca y comenzó a checar el pulso. Ella no puso objeción
al acercamiento de Trevor, estaba demasiado consumida por sus pensamientos.
—Tobías, señora Cecilia, pueden traer un vaso
con agua, por favor —los llamó apresurado.
—¿Has comido algo hoy?, ¿estás mareada? Sientes
náuseas— seguía preguntando con ese tono inquisitivo que utilizan los doctores;
pero en esta ocasión estaba acompañado con algo más, preocupación. El joven
Trevor se mostraba especialmente preocupado por Selene.
—¿Qué pasa? —preguntó apresurada la madre de
Selene.
—Creo que tiene un bajon de presión —informó
Trevor, —. Por favor, cuídela mientras voy por mi maletín, lo tengo en mi auto. — Dicho eso, Trevor se puso de pie y salió de
prisa hacia su coche.
—Dios mío, Selene, cariño, respira— pidió
Tobías al verla. Mientras sostenía el vaso de agua que Trevor les pidió en las
manos.
—Solo se te bajó la presión —afirmó Trevor
después de revisarla—. Debes descansar un poco, alimentarte mejor y no
someterte a tanto estrés.
—Eso va a ser difícil— bromeó Selene.
Trevor
sonrió levemente.
—Es
en serio, Selene, debes cuidarte, por favor —pidió él—. Será mejor que te deje
descansar. Si necesitas algo más, no dudes en llamarme. Ya le dejé a tu madre
mis datos y a Tobías también —agregó Divertido.
–Te
obligo a dárselos –aseguró Selene.
—Digamos
que su argumento de que, como tu mejor amigo, debe tener el contacto de tu
médico, fue muy convincente —explicó divertido.
–Muchas
gracias por todo —dijo Selene.
—Es
un placer —aseguro Trevor mirándola de una manera que hizo sonrojar a Selene.
—Siento
que te hayas perdido de ese café —agregó ella.
—Por
supuesto que jamás permitiría que se lo perdiera— aseguró Tobías, saliendo de
la cocina con un termo lleno de café en las manos, el cual de inmediato se lo
entregó a Trevor.
Trevor
agradeció con una de sus encantadoras sonrisas.
—Toma,
cariño —dijo Cecilia. Venía detrás de Tobías con una taza de té que le entregó
a su hija –Te hará sentir mejor —aseguró con ternura.
—Gracias,
mamá.
—Es
momento de que me vaya, un gusto conocerlos, nos vemos —se despidió Trevor.
—Con
ese sexy doctor no me importaría pasar toda mi vida en el hospital —afirmó
Tobías, provocando que Cecilia y su madre sonrieron divertidas.