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2623 Palabras
CAPÍTULO IV —¡Eso no es posible! — chilló Sofía, que se puso de pie alterada. Tenía los ojos muy abiertos, el rostro se le puso rojo y algunas venas saltaban de su cuello y frente. —Guarden silencio, por favor— mandó a callar el notario—. Aidán obtendrá el 25 % de la empresa y puede conservar el puesto de vicepresidente si así lo desea —continuó el notario. —La mansión del bosque será para la mujer que más he amado en esta vida, mi querida Cecilia, sé que no alcanza para que perdones lo que te hice, pero siempre fue tuya al igual que mi corazón— la madre de Selene estaba al borde del llanto, mientras que Aidán tomó del brazo a su madre para contenerla, parecía estar a punto de saltarles a la yugular. —El señor Wexford dejó algo más —El notario tomó los tres sobres y los repartió entre Selene, su madre y Aidán. Los tres miraron confundidos el sobre en sus manos —Pueden disponer de todo de manera inmediata— finalizó sin más el notario. —¿Es todo? —preguntó llena de rabia Sofía. —Esto no es posible, Alejandro las odiaba, las despreciaba, no es lógico que les deje todo —señaló furiosa. —Vamos a impugnar ese testamento—. Demandó. —Mamá, por favor —demandó con voz con fuerte Aidán. —No, señora, lo que no sería lógico era que les dejara todo a ustedes, que no son más que un par de usurpadores, si todavía tengo mis dudas de que le dejara algo a este —señaló despectivamente a Aidán. —De nada te sirve quedarte con todo mocosa, al fin y al cabo, su amor jamás lo tuviste, te desprecio hasta el último de sus alientos —la voz de Sofía estaba cargada de veneno. —Diga lo que quiera, eso no cambia que usted al fin está fuera de esta familia, y le exijo que saque todas sus cosas de la mansión hoy mismo —demandó Selene. —Selene, ya basta. Esto no es digno de ti —la reprendió su madre. Selene la miró confundida —¿Por qué te comportas así, mamá? — quiso saber Selene —No puedes permitir que nos pisoteen de nuevo. —No espero que lo entiendas, Selene —respondió su madre molesta—, solo te degradas poniéndote a su nivel. Dicho eso, Cecilia salió deprisa del despacho, dejando a su hija con el semblante confundido y molesto; de alguna manera, sentía que su madre la traicionaba. Sofía ya había abandonado el lugar, por lo que solo quedaban ella y Aidán. —¿A dónde vas?, tenemos que hablar— demandó ella. —No tenemos nada de qué hablar tú y yo —respondió indiferente Aidán. —Tanto te ha molestado que mi padre me dejara todo —señaló Selene. Aidán se burló moviendo su cabeza de un lado a otro en señal de negación. —No me sorprende que tu madre entienda mejor las cosas que tú. —Sigues siendo un imbécil egoísta, tengo derecho a saber sobre mi padre y aunque me duela admitirlo, tú sabes lo que necesito saber —Aidán la miró con una ceja alzada. —Has demostrado no tener la madurez necesaria para saberlo —aseveró Aidán. Giró sobre sus pies y dejó el lugar, dejando a Selene con la palabra en la boca. —¡Aidán!, ¡Aidán! — Lo llamó, pero fue inútil, este la ignoró completamente, dejándola con la palabra en la boca. A Selene no le quedó de otras más que tragarse su coraje y salir a buscar a su madre. —Esperaba un poco más de apoyo— le reprochó a Selene a su madre al encontrarla al otro lado de la calle de donde se encontraba el despacho. —Yo esperaba muchas cosas más de ti, Selene. Estoy muy decepcionada de tu reacción ahí dentro. —Esperabas que solo escuchara sus insultos y no dijera nada— espetó indignada. —Esperaba mayor madurez de tu parte, mayor cordura. Respondiendo a sus insultos, te ves igual a ella y estoy segura de que no te eduque para comportarte, de esa manera —demandó. Selene no contradijo las palabras de su madre, apretó sus labios en una fina línea y agachó el rostro, le costaba aceptarlo; pero su madre tal vez tenía razón e incluso Aidán le había dicho lo mismo, sin embargo, esas palabras tenían mayor sentido, dichas por su madre. —Le diste armas para que te siga humillando, Selene — su madre negaba con la cabeza. —Mamá, lo siento en verdad— Selene tomó las manos de su madre. —Deberíamos estar más animadas. Papá reaccionó, se dio cuenta de que su familia siempre fuimos nosotros —el entusiasmo en la joven era evidente. —No, por supuesto que no voy a estar feliz con eso. Solo nos dejó más problemas, Selene. Te heredó una enorme responsabilidad, acompañada de todos sus problemas y encima al alacrán de Sofía. ¿No te has puesto a pensar que tal vez su asesinato tenga algo que ver con la empresa? Ahora el asesino irá tras de ti —el rostro de Cecilia estaba lleno de preocupación. —Mamá, mamá, no te imagines esas cosas. Estoy de acuerdo, es una gran responsabilidad y no puedo mentirme, me aterra, aun así, no dudes de mí, tengo la capacidad para hacerle frente y, por lo demás, no te preocupes en vano, por favor. —Intentó tranquilizarla. —Yo no voy a aceptar nada, Selene — anunció su madre, dejándola estupefacta. —No estoy de acuerdo en que tú aceptes; aun así, no puedo prohibirte nada, ya eres mayor, te apoyaré; pero yo no aceptaré, puedes hacer lo que quieras con la casa, me regreso a Londres —aseguró. —No, mamá, no, por favor, piénsalo, sí, por mí, sin ti, no podría lograrlo — suplicó la joven desesperada. Cecilia suspiró pesadamente. —Lo pensaremos ambas —aseguro—. Anda vamos, prometimos ir a comer con Tobías. Al ver a su hija tan alterada, Cecilia optó por dejar el tema en ese momento, aunque no tenía pensado cambiar su decisión. Selene y su madre se reunieron para comer con Tobías. Durante la comida, le contaron a detalle todo lo que había pasado. Su pobre amigo casi se atraganta con la comida varias veces al recibir tales noticias. —Estoy en un dilema — confesó Tobías al llegar a su casa junto a Selene y su madre. —Coincidió con tu madre, también me preocupa que estés en peligro; pero también creo en ti y debes aprovechar la oportunidad que te dejó tu padre, demostrarle que eres toda una Wexford — explicó su amigo. —No hay motivos para preocuparse, ya se los dije. Estoy segura de que el caso de mi padre se resolverá muy pronto y atraparán a quien… —Ay, Dios mío; un bombón espera en mi puerta —interrumpió con un chillido Tobías a su amiga. —¿Qué? —logró decir ella antes de darse cuenta de que su amigo tenía razón. Un atractivo hombre, alto, moreno y de sonrisa deslumbrante, se encontraba afuera de la casa de Tobías. —Es Trevor —explicó Selene. —¿Trevor? —preguntó su madre. —¿El doctor? —segundo Tobías. —Hola, Trevor, ¿qué haces aquí? —dijo Selene al estar frente a él, seguida por su madre. —Buenas tardes— saludó él con normalidad. —Perdóname, qué grosera he sido, ellos son mi madre y mi mejor amigo, Tobías. —Un gusto —dijo Cecilia educadamente y extendió su mano hacia él. —Encantado, señora —respondió Trevor con elegancia. —Un placer, querido— saludó Tobías, dedicándole una mirada coqueta Trevor, este le sonrió felizmente de vuelta. —Vamos, vamos adentro, es inapropiado conocernos en aquí afuera —Tobías se dispuso a abrir la puerta de su casa y ánimo a todos, incluido a Trevor a pasar. —Selene, he logrado hablar con mi madre. ¿Te parece si salimos por un café para hablar? — inquirió Trevor. — Faltaba más querido, yo preparo el mejor café del mundo, ninguna cafetería ofrece mayor deleite. Esperen aquí. Cecilia, cariño, ¿me ayudas? — pidió Tobías a la madre de Selene con la única intención de dejar solos a aquellos para que pierna hablara cómodamente. —Claro — respondió la madre de Selene y ambos se dirigieron a la cocina. —Supongo que tendré que probar ese café —dijo Trevor divertido. —Supones bien —le respondió Selene—, vamos, siéntate— lo invitó ella. —Muchas gracias, sé que ha sido sorpresiva mi visita; pero creí que era necesario contarte lo que me platico mi madre a la brevedad, aunque debo admitir que me inquieten como vayas a recibir esta información— La sonrisa en el rostro de Trevor seguía presente, sin embargo, su mirada expresaba toda su preocupación. —No sería la primera vez que recibo malas noticias, no te preocupes — aseguró ella. —Lamento escuchar eso— Trevor fijó su mirada en la joven, daba la impresión de ser muy frágil, llevaba su larga cabellera suelta, caía a ambos lados de su cara, eso hacía que su blanquecina piel resaltara aún más «Igual que una muñeca de porcelana», pensó para sí el joven, «aunque, ella se ve más fuerte», seguía analizando en su mente. —Trevor, Trevor —lo llamó Selene. —Sí, sí, dime— balbuceó el joven salido de sus pensamientos. —Te preguntaba, ¿qué te comentó tu madre? —inquirió Selene. —Claro, lo siento, bueno, dime, ¿sabes por qué se divorciaron sus padres? —preguntó algo temeroso Trevor. —Sí, por supuesto, él por un tiempo creyó que yo no era su hija. Si me lo preguntas, no me queda claro por qué. Si éramos muy parecidos —expresó la joven—, me hicieron pruebas de ADN y todo, cuando se comprobó que yo era su hija, mi madre le pidió el divorcio. Trevor dejó salir un enorme suspiro. —Menos mal, de verdad estaba muy preocupado de tener que decirte eso — expresó aliviado él. Selene soltó un par de carcajadas. La sonrisa de Selene dejó totalmente cautivado a Trevor, que la miraba embobado. —Lo siento, no me burlaba de ti, es que tu comentario fue muy divertido —se excusó ella. —Por el placer de verte sonreír lo que sea, afirmó el joven — te sienta bien, deberías hacerlo más seguido —le aconsejó mientras la miraba embelesado. —No tengo muchos momentos para hacerlo; pero intentaré seguir tu consejo —respondió ella tímidamente—, no estaba muy acostumbrada a los halagos. Trevor volvió a sonreírle antes de continuar —Según mi madre, quien comenzó ese rumor fue la madre de Aidán, ¿también lo sabías? — Selene afirmó con un leve asentimiento —Vaya ahora entiendo por qué Aidán…— dijo Trevor sin pensar; pero de inmediato dejó ese tema —Bueno no importa, mi madre me dijo que cuando ustedes se fueron, la madre de Aidán y tu padre comenzaron una relación, que no duró mucho. Selene se sorprendió al escuchar eso. Según ella, su padre y esa mujer habían terminado hasta casándose. —la madre de Aidán siempre aseguro que ellos tenían algo; pero mi madre afirma que no fue así, no duraron ni siquiera un par de años juntos, claro que como la viuda de tu tío Dom, ella exigía que le correspondían ciertos derechos, como el vivir en la mansión, hasta hace muy poco tiempo como unos cuatro años que Aidán le compró una casa y dejó la mansión. —¿Estás seguro de eso? — inquirió Selene perpleja. —Bueno, mi padre y el tuyo eran muy cercanos y entre mis padres no había secretos o al menos eso es lo que dice mamá; pero es verdad, hace varios años que Sofía dejó la mansión — Selene estaba sin poder creer aquello. —Lo siento es que no entiendo. Mi madre y yo pensamos que todo ese tiempo ellos estuvieron juntos, que por eso él se alejó de mí, ¿pero si no es así entonces por qué jamás nos buscó? — expresó Selene con pena. —Si las busco— afirmó Trevor. —¿Cómo? —preguntó Selene consternada. —Mi padre le platicó a mi madre, que el señor Wexford contrató a un detective para saber de ustedes; pero en cuanto él le entregó noticias suyas, lo dejó todo de lado, ni siquiera mi padre entendió por qué lo hizo. Estaba muy decidido a traerlas de vuelta. A Selene se le arrugó el corazón al escuchar aquello. Su padre, si la buscó, quiso acercarse; no obstante, ¿por qué de pronto abandonó esa idea? Entre más escarbaba en esa historia más compleja, se volvía. —¿Estás bien, Selene? Te has puesto un poco pálida —le dijo Trevor acercándose a ella. Sin esperar reacción por parte de la joven, la tomó por la muñeca y comenzó a checar el pulso. Ella no puso objeción al acercamiento de Trevor, estaba demasiado consumida por sus pensamientos. —Tobías, señora Cecilia, pueden traer un vaso con agua, por favor —los llamó apresurado. —¿Has comido algo hoy?, ¿estás mareada? Sientes náuseas— seguía preguntando con ese tono inquisitivo que utilizan los doctores; pero en esta ocasión estaba acompañado con algo más, preocupación. El joven Trevor se mostraba especialmente preocupado por Selene. —¿Qué pasa? —preguntó apresurada la madre de Selene. —Creo que tiene un bajon de presión —informó Trevor, —. Por favor, cuídela mientras voy por mi maletín, lo tengo en mi auto. — Dicho eso, Trevor se puso de pie y salió de prisa hacia su coche. —Dios mío, Selene, cariño, respira— pidió Tobías al verla. Mientras sostenía el vaso de agua que Trevor les pidió en las manos. —Solo se te bajó la presión —afirmó Trevor después de revisarla—. Debes descansar un poco, alimentarte mejor y no someterte a tanto estrés. —Eso va a ser difícil— bromeó Selene. Trevor sonrió levemente. —Es en serio, Selene, debes cuidarte, por favor —pidió él—. Será mejor que te deje descansar. Si necesitas algo más, no dudes en llamarme. Ya le dejé a tu madre mis datos y a Tobías también —agregó Divertido. –Te obligo a dárselos –aseguró Selene. —Digamos que su argumento de que, como tu mejor amigo, debe tener el contacto de tu médico, fue muy convincente —explicó divertido. –Muchas gracias por todo —dijo Selene. —Es un placer —aseguro Trevor mirándola de una manera que hizo sonrojar a Selene. —Siento que te hayas perdido de ese café —agregó ella. —Por supuesto que jamás permitiría que se lo perdiera— aseguró Tobías, saliendo de la cocina con un termo lleno de café en las manos, el cual de inmediato se lo entregó a Trevor. Trevor agradeció con una de sus encantadoras sonrisas. —Toma, cariño —dijo Cecilia. Venía detrás de Tobías con una taza de té que le entregó a su hija –Te hará sentir mejor —aseguró con ternura. —Gracias, mamá. —Es momento de que me vaya, un gusto conocerlos, nos vemos —se despidió Trevor. —Con ese sexy doctor no me importaría pasar toda mi vida en el hospital —afirmó Tobías, provocando que Cecilia y su madre sonrieron divertidas.
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