LO IMPENSABLE

2263 Palabras
CAPÍTULO II Al llegar con su madre, Selene se encontraba pensativa y afligida. —Cecilia, ya llegó —anunció su amigo Tobías a la madre de Selene. Él era un viejo amigo de Selene y amablemente les ofreció recibirlas cuando se enteró de que vendrían al funeral. —Corazón, nos tenías con el alma en un hilo, ¿cómo estás? —quiso ser su amigo. —Cariño, ¿qué pasó?, ¿te hicieron daño? —dijo su madre apareciendo tras Tobías. —No pasó nada, que no esperamos, mamá, tranquila — Selene la tomó de las manos, dudaba en contarle lo sucedido; no entendía por qué, al final, termina enterándose de todo. —¿Qué pasa?, cariño, fue peor, ¿verdad? —No, mamá, en realidad, o fue así, digo, pensé que me destrozaría; pero en lugar de eso, me dio rabia, ¿sabes? —explicó Selene a su madre. —Te dije que no era buena idea venir, cariño. —Lo siento, Celia, te quiero; pero Selene tenía que estar ahí, se han mantenido por mucho tiempo al margen de todo; pero en algún momento ella tiene que reclamar sus derechos de hija —afirmó Tobías—. Cuéntanos, querida, ¿qué pasó? —En resumidas cuentas, Sofía me insultó, obviamente no me deje. Aidán apareció y… —Ese bombonazo —interrumpió Tobías. Selene lo fulminó con la mirada. —Hay amiga, disculpa, será el diablo personificado; sin embargo, eso no le quita que se caiga de bueno el desgraciado. —El infeliz ese intento sacarme a rastras de la funeraria, si no fuera por el detective… —¿Detective? —preguntó su madre. Selene suspiró pesadamente —Mamá, al parecer papá, no se suicidó, lo asesinaron —soltó de golpe. —¡¿Cómo?! —exclamó su madre, claramente la noticia le afectó más que a ella. —Por Dios Selene, no des esas noticias así, nos matarás de un infarto —replicó Tobías llevándose una mano al pecho. —Mamá, ¿estás bien? Lo siento —se disculpó su hija. —¿Quién podría hacer algo así? —respondió su madre seriamente aturdida y con la voz quebrada. —¿Quién más, sino los zopilotes que vivían con él, Sofía y Aidán? —señaló Selene. —Cariño, que el rencor que sientes por ellos no nuble tu juicio— aseveró su madre—no puedes acusar así sin pensar a los demás. —Por favor, mamá, no los defiendas— pidió la joven exasperada. —No los defiendo, ¿qué razones podrían tener ellos para hacer algo así? — inquirió su madre. —Su fortuna, su poder, la empresa, esos arribistas jamás están satisfechos —señaló la joven. —Ya lo tenían todo, hija, todo eso y más — aseguró su madre. —Tal vez tu padre tenía más enemigos, digo, no quiero ofenderlas; pero ustedes ya no sabían nada de su vida desde hace años, puede que haya algo que llevó a que lo asesinaran y no precisamente tenga que ver con la bruja y su hijo — intervino Tobías. —Puede ser— admitió Selene—, pero hasta que no se demuestre lo contrario, yo seguiré sospechando de esos dos —afirmó. —Por cierto, cariño, Iván llamó—. Iván Talis, era el abogado de su padre —quiere vernos mañana a mediodía, después del sepelio. — informó su madre. —¿Para qué?, ¿te lo dijo? — inquirió Selene, mientras se quitaba los zapatos y masajeaba sus pies. —Para la lectura del testamento —respondió su madre. De inmediato, Selene dirigió su mirada confundida hacia ella. —¿Nosotras?, ¿En el testamento? Es imposible, seguramente quieren humillarnos de nuevo —señaló la joven. —Eras su única hija, si tu padre cometió muchos errores, cariño; pero no era de mala entraña. No lo puedes culpar de todo, Selene, yo también tomé decisiones que lo alejaron de ti —explicó su madre. —Pudiste haber hecho mil cosas, mamá; pero eso no justifica que él se alejara de mí. Era, poderoso y, si hubiera querido, se habría mantenido cerca de mí. Existen miles de padres divorciados y muchos siguen cerca de sus hijos y él no lo hizo —replicó Selene. —Selene, querida, tu madre tiene razón, no puedes llevar ese rencor dentro de ti para siempre, te lastimará más de lo que tu padre pueda hacerlo — Tobías le dedicó una tierna mirada. Selene suspiró pesadamente y se llevó las manos a la cabeza, resolviendo sus cabellos con ella. —Confirmaré con Iván —dijo al fin—. Por cierto, mamá, ¿papá tenía más amigos? Me refiero a alguien cercano, además de Iván — preguntó. —¿Por qué quieres saber eso? —inquirió su madre. —Bueno, tal vez él sepa algo de por qué lo asesinaron —respondió la joven. —El único hombre cercano a él, además de Iván, era Trevor, su médico; pero bueno, eso fue hace muchos años, no estoy segura de si su relación siguiera igual hasta ahora. —Nada perdemos con preguntar— aseguró Selene. —¿A qué te refieres? No me digas qué piensas. No, Selene, por favor —pidió su madre. —Mamá, por Dios, solo voy a hablar con él, digamos que a saludarlo, qué tiene de malo que quiera saber de su vida, soy su hija — explicó la joven. —Por favor, cariño, no te metas en problemas — pidió su madre. —¿Dónde puedo encontrarlo?, ¿recuerdas algo de él? —Si es dueño de una de las clínicas más importantes de la ciudad. —Perfecto, iré a buscarlo — anunció Selene. —Pero eso será después de comer, querida, y no iras sola – intervino Tobías—. Te fuiste sin desayunar, tienes que comer algo. Después de comer, Selene, en compañía de Tobías, se dirigió a la clínica en busca del amigo de su padre. —¿Por qué traes eso puesto? —preguntó Selene al ver a su amigo, con una gorra, lentes de sol enormes y una bufanda en plena temporada de calor. —Intentó pasar desapercibido, que tal y después nos investigan, así no nos reconocerán – explicó Tobías. Selene lo miraba incrédula. —Déjame decirte, querido amigo, que tu plan de pasar desapercibido no funciona para nada. Llamas demasiado la atención con esa bufanda —señaló la joven. —No me importa, más vale prevenir—. Selene rodó los ojos rindiéndose. —Buenas tardes, señorita, buscamos al doctor Trevor Zaitzev —anunció Tobías a la mujer de recepción. —¿Tienen cita? —preguntó la mujer. —No, es un asunto personal muy urgente, podría ayudarnos —le explicó de manera afligida y desesperada Tobías. —El doctor está muy ocupado, normalmente no atiende sin cita; pero le dedicaré donde está su consultorio. Si gusta, puede esperar a ver si tiene suerte de recibirlos —le informó la recepcionista. —Eso es maravilloso, mil gracias. Después de recibir las indicaciones, Tobías y Selene continuaron hasta el consultorio del doctor. —Por Dios, llevamos casi dos horas aquí, esto es una falta de respeto —se quejó Tobías. —Llegamos sin cita, los irrespetuosos somos nosotros —rebatió Selene. —Como sea, estoy aburrido, voy por un café, ¿quieres que te traiga algo? —No, estoy bien, gracias. —Como quieras, me avisas si llega el doctor, estaré por ahí buscando a algún cirujano guapo — Tobías le guiñó el ojo a su amiga y se perdió entre los pasillos del hospital. Diez minutos después, la secretaria del doctor le indicó a Selene que podía pasar. La joven no pudo evitar sorprenderse cuando dentro del consultorio se encontró con un joven y atractivo doctor, moreno de ojos color chocolate, cabello oscuro y que la recibía con una hermosa sonrisa. —Disculpe —dijo ella al verlo—. Me equivoqué de consultorio, lo siento. —¿A quién busca? —preguntó el joven. —Al doctor Zaitzev, Trevor Zaitzev —le informó Selene. —No se ha equivocado, señorita, yo soy a quien busca. Selene lo miraba desconcertada. —Estoy segura de que no es así, la persona que busco es un poco mayor que usted —explicó ella. —Yo diría que es mucho mayor que yo —respondió divertido—. Creo que busca a mi padre —informó el médico. —Creo que sí — admitió Selene—. Lamento quitarle su tiempo, sé que está muy ocupado; pero le agradecería infinitamente si me dijera dónde puedo encontrar a su padre —pidió Selene. —Lamento decirle esto; pero eso no ser posible, mi padre falleció hace un par de años —las esperanzas de Selene se esfumaron al instante. —No es posible—murmuró ella. Rápidamente, Trevor se puso de pie y llegó hasta ella, quien todavía se encontraba de pie en la puerta. —Venga, siéntese — delicadamente la tomó por el brazo y la ayudó a sentarse —le tendió un vaso de agua —. Puedo tomarle la presión, se ha puesto muy pálida. —No es necesario, gracias, es solo que me urge hablar con su padre, es una pena, lo siento mucho —dijo ella. —Al verla así, creo que lo siento más yo por usted. Dígame, ¿por qué busca a mi padre con tanto apuro? —Él era muy amigo de mi padre, o al menos eso es lo que me dijeron. Soy Selene Wexford, hija de Alejandro Wexford —Trevor no pudo disimular su sorpresa. —Vaya, esto no me lo esperaba. Imagino que viniste al funeral. —Así es; tenía la intención de hablar con tu padre, él era cercano al mío y podía contarme cosas de su vida, que me ayudaran a comprender lo que sucedió. —Entiendo, es una pena no poder ayudarte, con eso— se disculpó Trevor. —¿Tu padre alguna vez te contó algo sobre el mío? — preguntó como última esperanza Selene. —Mi padre no mucho, lo que supongo todo el mundo sabe sobre él; pero … —Trevor parecía dudar en hablar con Selene. —Dímelo, por favor —suplicó ella. —Quien sí me ha contado algunas cosas es Aidán. —Eres cercano a Aidán —señaló Selene con desconfianza. Trevor sonrió al ver su reacción —Digamos que es una relación complicada, la verdad es que coincidimos algunas veces por la relación de mi padre y el tuyo, cuando digo que él me contó algunas cosas, me refiero a que después del deceso del señor Wexford, me hizo las mismas preguntas que tú ahora, supongo que debe ser duro asimilar que una persona como él se quitará la vida, un hombre tan fuerte, inteligente, sensato, hacer algo así— Lamento Trevor. —¿Puedo saber que hablaste con Aidán? Te juro que no se lo diré — prometió ella. —No me importaría si lo hicieras, supongo que es normal que estén así de inquietos, han perdido a una persona importante para los dos y de una manera muy trágica. —Por favor— insistió Selene. Trevor volvió a sonreírle, extrañamente su sonrisa la tranquilizó. — Después de morir mi padre, yo me hice cargo de todos sus pacientes, entre ellos tu padre. Aidán quería saber si él tenía alguna enfermedad terminal que tal vez lo llevó a hacer lo que hizo —explicó. —¿Y la tenía? —Quisiera saber Selene. —No, el señor Wexford era un hombre muy sano— aseguró Trevor. —No hay nada más que recuerdes, lo que sea, por más mínimo que sea, me ayudará. —El rostro de Selene era todo súplicas. —Aidán, mencionó que antes de morir, tuvo una conversación fuera de lo común con tu padre, no te dio detalles, podrías hablar con él. —No me dirá nada, no sé si sepas; pero mi relación con él y su madre, es complicada — Trevor sonrió fugazmente al notar que ella usó sus mismas palabras. —Como dije, Aidán no da detalles. —Entiendo —respondió ella resignada al darse cuenta de que no obtendría lo que buscaba. —¿Por qué no me das tu número de teléfono? Hablaré con mi madre, tal vez ella recuerde algo, no te prometo nada, pero … Antes de que pudiera decir algo más, Selene ya estaba notando su número en un papel sobre el escritorio. —Toma— le tendió el papel con su número de teléfono escrito en él y la dirección de la casa de Tobías. —Por favor, lo que sea me ayudará —Selene se puso de pie para salir. —No sabes cuánto te lo agradezco. Dijo ella antes de irse. —No hay que agradecer, aún no he hecho nada. —Me recibiste, eso ya es hacer algo. Trevor la despidió con una resplandeciente sonrisa. Al salir, Tobías ya estaba esperándola. —Por fin sales —dijo poniéndose de pie—. ¿Y?, ¿te dijo algo importante? —Quiero saber de inmediato. —No, el doctor que buscábamos ya falleció. —Mierda—exclamó Tobías—. Pero este doctor se llama igual. —Es su hijo y no sabe mucho, solo me dijo que Aidán vino a verlo también. Prometió hablar con su madre si ella sabe algo, supongo que no todo está perdido —dijo esperanzada. —¿Qué más piensas hacer? —preguntó Tobías. —Lo impensable. Hablar con Aidán.
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