~Capítulo 2~Estafador.

1830 Palabras
Narra Neferet —¿A todos les cortaron la lengua? —cuestiono de pie apoyada en el filo de la mesa, mirando punzantemente a los doce personajes sentados alrededor. Alzo mis cejas altivas porque nadie me da respuesta alguna. Odio ver qué, no me tienen una solución a lo que quiero. —¡Parece que todos son unos idiotas, que no pueden manejar algo tan simple! —grito golpeando la mesa y me giro dándoles la espalda. Respiro hondo. —Bien, bien… —regreso mi vista a ellos asintiendo— creo que me haré cargo, YO MISMA. —Pero presidenta —murmura Anderson, uno de mis socios. —¡Presidenta nada! —Creo que alguien no se levantó de buen humor. —Ts… —resoplo, cruzándome de brazos al escuchar la voz agraciada de mi ex cuñado, Roger Lambert —. ¿Debo enseñarte a venir en la hora acordada? Él sonríe y apuesto que quiere enfrentarme. Pero no lo hará, como otras veces. Él no tiene agallas. —Perdóname, he tenido una complicación antes de venir. Sin embargo, al escuchar lo poco de tu parte, quiero decirte que de aquello me haré cargo. Yo conseguiré esas tierras. —Señor Lambert, pero los Wilson los acaban de vender, y dudamos mucho que los Devil no los quieran dar. Tiro una carcajada, porque me irrita su comentario. Me muestro muy sarcástica. —Eso se debe a su lentitud, si tan solo se hubiesen movido rápido, no hubiera acabado de esta forma. —Neferet, tiene razón —Roger se pone de mi parte. «Hipócrita.» —Exacto, así que no me importa que los Wilson o los Devil nos odien. No sé que harán, pero quiero esas tierras en mis manos en dos semanas ¿Entendido? —advierto, aunque realmente ellos saben que es una amenaza. —Lo solucionaremos. —me responde Roger asintiendo y todos los demás le siguen. —¡Lo haremos Presidenta! Muestro mi gesto de desprecio e insatisfacción, y salgo del salón con grandes aires. —Presidenta… —viene detrás de mí, mi secretaria personal. —Olenka, por favor, que parqueen mi auto fuera del edificio —indico mientras me pongo los lentes de sol. Ella me confirma y hace la llamada velozmente. Traspaso mis instalaciones y todos a mi paso muestran su respeto, o tal vez sus miedos. Aunque lo que sucede a mi alrededor no me importa, de todas formas me apego al orden. Así que durante todo mi camino, no dejo de decir: Tú, acomódate la corbata. Tú, ven mejor vestida mañana. Tú, acomódate el cabello. Tú, organiza tu oficina. Tú, búscate una vida. Tú, no debes vestirte mejor que yo. Está última es la fundamental, no me gusta que me igualen, ni que me superen. Me observo frente al inmenso espejo de la sala de recepción, y detallo que mi traje blanco y mi blusa gris, se encuentren en su lugar, sin ninguna raya. Fijo mi cabello suelto y lo acomodo un poco, moviendo el broche de diamante en mi parte lateral izquierda de la cabeza. Una vez, viéndome correcta, opto en proseguir. ¿Si soy perfeccionista? Puede ser. Todo aquello que me fastidia me da una amargura desde la bilis. Soy la dueña de este lugar, y cualquier cosa que parezca que no va conmigo, lo elimino o lo cambio. No me gusta que me contradigan y aquellos pocos que lo han intentado, confirmo en que ya no se encuentran por mi alrededor ni en mi vida. Salgo del edificio, el hombre responsable me entrega mis llaves, y Olenka ya un poco cansada se queda de pie en la entrada, despidiéndome con una sonrisa conservadora. Ella es tan pequeña que, mis largos pasos para su mínima persona, serán dos. Sí, mi altura tiene que ver con mis largas piernas. Mido 1.80 para ser exactos y sumando mis tacos, un poco más. Lamento que se canse tanto, por estar siempre detrás de mí. Le hago una seña de despedida despreocupada y acelero. El sol es radiante, pero no quema mucho, por ende, oculto el techo de mi convertible rojo, y disfruto del aire que recorre mi rostro. Cojo mis audífonos y me comunico con un viejo amigo. Quiero darle el encuentro para beber juntos y pasar un momento agradable. —Will, ¿Estás listo? —le cuestiono ni bien me contesta. —Neferet. Sí, estoy en camino también. —Ok. En el mismo lugar —indico fríamente. —Esta bien —me responde. Sonrío porque al menos tendré un poco de menos estrés. Cierro mis ojos por solo unos segundos, y al abrirlos sin esperármelo, un personaje pequeño está pasando por mi en frente. Freno todo lo que puedo, e incluso hago un fuerte chillido debido a ello. Mi pecho se acelera al tiempo que un pequeño grito con un golpe, detiene el auto con un remezón. «¡Dios mío!» Me sobresalto y reacciono de inmediato. Pese que estoy temblorosa, logro desabrocharme el cinturón. —¡Hija! —un tipo en traje n***o y barato aparece al tiempo que me bajo del auto, y la voz de una niña llorando, me consterna. El hombre abraza a la niña sentada en el suelo, intuyo que ella tiene unos 4 o 5 años. Yo me acerco rápidamente a ellos y observo en silencio, porque no sé que decir. —¿Estás bien? —la persona replica con angustia, mientras la chequea por todos lados. —¡Au! —se queja la pequeña, cuando le toca el brazo derecho. Observo el semáforo y está en verde, recién a cambiado a rojo. Así que claramente fue una imprudencia del padre, por no tener cuidado con su hija. —¡Vamos al hospital! —le dice angustiado. Admito que estoy un poco en shock, pero la niña parece en teoría no haber sufrido algo grabe que me lleve a un juicio. —Esto sucedió por su negligencia —comento, escondiendo mi nerviosismo. Tal vez, incluso sin querer, me muestro fría. Ni bien al escucharme en tanto aún está en cuclillas, alza su mirar. «Esos ojos…» pienso inusualmente tocada dentro de mí. No sé por qué, acabo de sentir una corriente al entrelazar nuestras miradas. —Lo sé, lo lamento tanto. —Esto está penado, hicieron un rasguño a mi auto —replico cruzándome de brazos. Él debido a lo que acabo de decir, endurece su expresión y rápidamente carga a la niña en sus brazos. —No, puedo creerlo. Señora, no estoy para esto —comenta y toma el primer taxi que se le cruza. Me percato que por la adrenalina, ha dejado su maletín en el suelo. Ignoro aquello y decido regresar a mi auto, al fin de cuentas, no me importa su dinero. Me comienzo ha acomodar, cuando de repente algo se me cruza por la mente. «Creo que me atraparon.» Este asunto podría dejarlo así, pero no. Ahora que lo pienso con mucha atención, esto podría haber sido tramado incluso por mis enemigos. Ellos están de la mano con los medios de comunicación, y por eso, me podrían dejar como un ser despreciable. Y no lo niego, si lo soy. Sin embargo, el padre podría decir que me fugue o que terminé por dejarla en un estado grave con resultados falsos. En conclusión: Esto puede ser una trampa. Tal vez, todo esto fue tramado para que me cojan en mi peor posición. Estoy segura que estos imbéciles que me quieren robar la presidencia, harían lo que fuera por dejarme mal en estos tiempos importantes en la empresa. A ver, Neferet, piensa... A toda costa debo de estar limpia, si el tipo contra ataca hacia a mí, mis enemigos tendrían con que sostenerse para meterme en miles de problemas. Aprieto mis labios, en tanto veo el taxi alejarse. Chasqueo los dientes, y salgo velozmente a recoger el maletín tirado en medio de la cera. Retomo mi asiento apretando el timón y acelero para perseguir aquel auto. *** Acabamos de llegar a un hospital. Veo como el tipo entra despavorido al lugar. «Buen actor.» Salgo de mi auto quitándome los lentes y cojo el maletín. Me apresuro en ingresar a emergencias, y el tipo está caminando de un lado a otro, fuera de una habitación. Con mis aires altivos, me acerco a él, y le cuestiono:—¿Cuánto dinero te ofrecieron? Puedo darte más. El hombre reconoce mi voz al instante, pero me estupefacto al ver que sus ojos están casi llorosos. —¿Me ofrecieron? ¿Sobre qué me está hablando? —Sobre el dinero, por usar a su hija. Él me mira sorprendido y de inmediato se acerca a mí de forma ofensiva. —¿Cómo se le ocurre decir algo así de absurdo? Si usted, señora. No está preocupada por mi hija, puede por favor retirarse. Sonrío. «No caeré por tu mentira. Estafador.» Alzo mi ceja y muestro mi sonrisa de lado. —¡Eres fantástico! —estiro mi brazo para entregarle el maletín—. Toma, sé también que lo dejaste apropósito. Su rostro parece sonrojarse de ira, me arrancha el maletín y replica:—Le volveré a pedir con amabilidad, que se retire. —Mi auto —menciono con capricho y me cruzo de brazos. —¡Señora, usted, de verdad! —refunfuña. Y no realizo ningún movimiento. Pero de pronto la voz de la misma niña gritando, me deja con el corazón en un hilo. «Eso parece real.» El padre entra corriendo a la sala de emergencia, y voy con calma detrás de él. La niña está sobre la camilla y el doctor está examinando su brazo. —Esto parece una fractura —determina el doctor. Abro los ojos tanto como puedo, viendo cómo desconsoladamente la niña se desespera. El padre parece sufrir con ello. —Los niños no deben llorar, eso te hace ser más débil —comento en tono serio. Trato de ayudar, pero el padre me fulmina. Parece ofendido e inmediatamente se acerca a mí, saca de su billetera una tarjeta de presentación. Y me dice:—Este es mi número, mándeme su cuenta bancaria y el dinero se lo enviaré pronto. Así que retirese señora. Coge la puerta sin dejar de fruncir el rostro e imprevistamente me la cierra en la cara. No puedo creer que me haya hecho eso. Peor que eso, no puedo creer que no diga nada. Y empeorando todo, creo que debo admitir que me equivoqué. Esto es enserio. Observo la tarjeta blanca con azul en mi mano y la leo:—Asistente de bienes y raíces… Eso es a lo que se dedica, sigo leyendo y veo su nombre. —Gaddiel… Él se llama Gaddiel. Asintiendo, yergo mi espalda y estando un poco fuera de mí, comienzo a caminar mostrando tranquilidad. Aunque en realidad no es así. El tipo debe estar muy inestable, por ello, decido irme para no empeorar la situación, pero algo me implanto en la mente. «Debo regresar mañana.»
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR