Mia. Sé que puedo, sé que va a suceder. ¡Yo lo sé! Camino rápido entre los autos, esquivando cada uno de ellos, desde que Mikhail llegó por la mañana a decir que por fin había dado con el paradero de Erior he estado acelerada. El pulso lo llevo a mil y el corazón lo siento hasta en la garganta. Tropiezo, caigo y me levanto. Mi acompañante quien a pesar de tener las piernas largas y un cuerpo atlético, se ha quedado atrás. Lo veo por el rabillo del ojos, viene respirando con dificultad y tiene los cachetes rojos. Se ve lindo Mikhail, quizás si lo hubiera conocido antes me habría enamorado de él pero no lamento para nada estar loca de remate por mi Erior. Azotó la puerta. Dos vigilantes me miran de arriba hasta abajo, yo les devuelvo la miradita, porque si que estuvo feo que hiciera

