Necesitados

2- te gusto mi beso?

NARRA ROXANA:

Otra vez me despierto cuando suena la alarma de mi celular, ya que el reloj tubo un accidente fatal, y como no logro silenciarlo lo arrojo contra la pared nuevamente. Me cubro con el manto y al cabo de un rato me desperezo. En eso estoy cuando caigo en la cuenta de que arroje mi celular. Mierda. Otra vez lo mismo.  

Así como no me duran los despertadores tampoco me duran los celulares. Salgo de la cama maldiciendo como todos los días, arrastro mi cuerpo hasta el baño y hago mis necesidades. Salgo ya algo decente después de maquillarme y busco que ponerme. Me paro frente a mi armario y mirando su contenido, me decido por un jean n***o gastado y ajustadísimo a mi cuerpo, este me gusta porque hace que mi culo se vea bien. me doy una nalgada y prosigo mi búsqueda, elijo un top rojo y me coloco una camisa encima negra con rayas rojas que forman cuadros. En mis pies decido ponerme unas zapatillas de lona negras muy cómodas. Como mi pelo sigue siendo un mero desastre lo agarro, así como esta todo desordenado y me ato una cola alta. 

Bajo y me dirijo al comedor, mi padre no está. Tomo una fruta y salgo. No tiene sentido que desayune si no tengo a quien fastidiar. Daniel mi chofer ya me espera frente al auto y me abre para subirme y llevarme al colegio. 

—¿Sabes algo de mi padre? 

—Se encuentra de viaje señorita.  

¿Maldito hijo de su mama, que le costaba decirme que se iría de viaje? aunque no me sorprende siempre es igual, pero a mí me duele. 

—Después de que me dejes ve a la tienda y cómprame un nuevo celular, encárgate de que sea como el anterior. Y también compra algunos despertadores. 

Tendría que comprar por lo menos la cantidad exacta de despertadores según la cantidad de días de clases en este año. Ya que de seguro todos tendrán una muerte accidental. 

—Muy bien señorita. 

—Gracias —le digo y me mira sorprendido por el espejo, si señores de vez en cuando soy amable—. ¿Qué? 

—Nada. 

—¡Entonces concéntrate en manejar! —ya se me termino lo amable. 

Llego a la prisión con salida condicional y me dirijo a mi casillero. Mi amiga Erika ya está esperándome.  

—Hola perra, al fin llegas. 

—Perra tu mama —le respondo. 

—¡Me puedes explicar esto! —me muestra su celular y puedo ver que alguien publico una foto mía de perfil. 

—No sé, ¿Qué quieres que esplique? Es mi perfil —le respondo como diciendo que tiene de raro. 

—No ves quien lo público —me señala con su dedo la pantalla—. Y mira su comentario. 

Leo y abro los ojos grandes, ¡creo que voy a matar a alguien! el comentario decía: "te gusto mi beso". Inmediatamente lo busco por el pasillo y lo veo charlando con alguien, mi ira crece y con toda la mala leche que cargo me voy hacia el toda calentita, con mis manos en forma de puño, el que esta con el me ve y me señala con un gesto él se da vuelta lentamente y cuando llego frente a el mi puño termina entre medio de sus ojos, se tambalea y se agarra la nariz que comienza a sangrar.  

Se arma un jaleo de gente gritando y diciendo que se yo que cosas, yo solo lo miro furiosa. 

—¿Qué mierda te pasa? —me pregunta el muy imbécil. 

—Nada, solo contesto tu pregunta. 

Cuando me doy la vuelta me choco con la directora, mierda otra mañana escuchando todas las pavadas que siempre me dice. Antes de ir a dirección me volteo nuevamente y sonriendo le muestro mi dedo medio. Salgo caminando como modelo en pasarela hasta la oficina de la tortura. 

—Como sé que no me escucharas, te mandare a detención y tendrás que cumplir veinte horas de servicio luego de clases. 

—¿Qué? ¡eso no es justo! 

—Tampoco es justo que te portes así de mal, eres una señorita y actúas peor que tu sexo opuesto —¿Sí le agradezco el cumplido se enojará? 

—Nada más retírate, pero después de clases te espero para que comiences con tu tarea. 

Le dedico una mirada tierna, o sea asesina, y salgo de la cámara de tortura para ir derecho a mi salón. Entro y cuando mi profesora quiere regañarme solo le dirijo una miradita que la hace callar y cuando estoy por sentarme en mi lugar de siempre, me vuelvo a encontrar con el pervertido, ¡más mierda! 

—Otra vez robando mi lugar  —me cruzo de brazos. 

—Vete a la mierda  —está molesto, me rio internamente. 

Debe ser feo que te toque un martes trece y no una fregona. Me siento en la silla libre y como siempre saco mi cuaderno y me pongo a dibujar. Termina la clase y junto mis cosas cuando estoy por salir le dirijo una mirada a mi vecino, me está viendo. Frunzo el ceño y salgo, es un idiota con i mayúscula. 

Las clases transcurren igual toda la mañana y cuando toca para ir a la cafetería salgo casi corriendo, al no desayunar mi estomago ruje como buey. Lleno mi bandeja de comida y me dirijo a una mesa sola, no quiero compañía, estoy molesta. Estaba comiendo mi tesoro cuando se planta frente a mí la idiota de Ariana. 

—¿Es verdad que te besaste con Alex? 

—¿Quieres verme vomitar? —abre grande sus ojos de búho. 

—Porque eres tan cerda. —me dice tocando su cabello.  

—¿Y tu por qué me preguntas estupideces? —le pregunto con la boca llena de comida. 

Al verme hace una expresión enferma con su cara y desaparece, trago un poco más contenta de haber molestado a alguien. Cuando repaso el salón de la cafetería me encuentro con la mirada del pervertido en mí y mi alegría declina inmediatamente. Me levanto y tomando mi bandeja la vacío en uno de los cestos, la dejo junto a otras y salgo. Me dirijo al campus. No creo que me extrañen en mi próxima clase. Cuando estoy llegando a las gradas alguien me toma de mi brazo y me acorrala contra la pared lateral que rodea la pista. Es Alex, se acerca a mi boca me mira a los ojos, pero no toca mis labios. Solo me mira mientras todo su cuerpo está apoyado en el mío. El calor me invade, mi boca se seca, no salen las palabras. No deja de mirar mis ojos y cuando por una décima de segundo sus ojos se desvían hacia mi boca yo muerdo mi labio inferior, vuelve su mirada a mis ojos, sonríe y me suelta. Se aleja y yo me quedo ahí como me dejo acorralada, sin aire y casi hiperventilando. ¡Maldito! 

Cuando finalizan las clases me dirijo a la dirección y la directora me pone como penitencia limpiar su biblioteca. Mientras hago mi trabajo no dejo de insultar mi mala suerte. Una hora después estoy saliendo de prisión, Daniel me espera en la vereda con una bolsa en mano. Al acercarme me disculpo por la demora. 

—Por el resto de la semana y el mes diría yo, tendrás que venir una hora más tarde a buscarme. 

—Muy bien señorita, así será. 

—Gracias —le digo cuando me da la bolsa con mi teléfono. Me vuelve a ver raro, no digo más nada y subo al auto. 

Al llegar a casa tomo los relojes y los llevo a mi habitación, saco uno para programar la alarma y bajo nuevamente a ver si ya ha vuelto mi padre. Lo encuentro entre medio de una montaña de papeles en su escritorio. 

—Hola —lo saludo. 

—Estoy trabajando, ¿Qué quieres? —lo miro y se me forma un nudo en la garganta. 

—Nada, buenas noches —salgo y vuelvo a mi habitación. 

Lo odio tanto como lo quiero. Desde que mama murió el me trata como si no existiera, nunca comparte nada conmigo más que el desayuno y eso no es seguido. Casi no me conoce, solo ve el lado malo porque es el que muestro. Pero si el tratara de cambiar yo haría lo mismo. Lo único que sé, es que nunca cambiara.  

Llego a mi habitación me encierro, no quiero llorar. Contengo las lágrimas apoyo mis manos en el escritorio y cuando siento que ya puedo respirar mejor tomo mi mochila y salto por la ventana. 

Salgo y camino, tomo una piedra y la lanzo con todas mis fuerzas. Necesito descargar. Voy hasta un sitio que está lleno de cosas abandonada y tomo un fierro, comienzo a golpear todo a mi paso, sin dejar de insultar y maldecir. 

Cansada por el esfuerzo caigo rendida al piso y así me quedo mirando las estrellas. Algunas lágrimas caen, pero no muchas. Pasa el tiempo y cada vez se está poniendo más fresco. Levanto mi cuerpo y vuelvo a mi casa. Llego, entro por la puerta trasera. Subo a mi habitación, me meto al baño me ducho y caigo rendida. 

Me estaba quedando dormida cuando llega un mensaje a mi teléfono, lo ignoro y me duermo.