Sexo anal

1064 Palabras
-¿Tienes planes para hoy? –Preguntó de imprevisto. -No – fruncí el ceño. Era sábado y acostumbraba ir de compras con Gina, pero estaba cansada y desvelada, así que sólo era de que le enviara un mensaje, avisándole que no iría para que todo estuviera arreglado. Sebastián se puso de pie, me tomó de la mano y me llevaba casi a rastras hacia arriba. –Hay que recoger, ¡espera! –No le importó absolutamente nada de lo que dije, ni siquiera se tomó la molestia de decir algo. Llegamos a su habitación, para que me lanzara a la cama. –Te dije que te haría muchas cosas – comenzó a quitarse la ropa una vez más, dejándome contemplarlo desnudo; me perdí en el espectáculo que me estaba dando, y sólo pude relamerme los labios. –Tu turno – dijo con sensualidad, y aunque pensé que se refería a que me desnudara, terminó por quitarme todo él. Se puso a horcajadas sobre mí, aun cuando su falo estaba erecto, no me penetró; sus manos comenzaron a darme un ligero masaje, comenzando por mi pecho, y por extraño que me pareció, en verdad no lo sentí sexuaI. –Tengo tantas ideas Alex – entrecerré los ojos y sonreí, él tenía una expresión picara y erótica. Sus manos comenzaron a bajar. -Entonces, ¿vamos a experimentar? –Pregunté con cierta duda, temor y excitación a la vez. Iba a tener que ponerme a la altura, los recuerdos del joven y alocado Sebastián se atravesaron en mi mente; y en todos, era él quien daba el primer paso, era él quien se atrevía un poquito más, era él quien me guiaba. Eso de alguna manera me afecto, ¿por qué yo no podía entonces dar el primer paso? ¿La distancia que anteriormente había entre nosotros la puse yo? Eso iba a requerir de terapia. Anguló su cabeza, dándome una mirada obscenamente lasciva. –Sin límites - se bajó de mí, en un solo movimiento me giró, para volver a sentarse sobre mí sin penetrarme, y continuar masajeándome la espalda. –¿Me vas a dejar hacerte lo que quiera? Es una pregunta sería – dijo rápido. -Esas palabras provocan miedo... y a la vez me excitan - confesé. Sentí sus manos ansiosas masajeando mis nalgas. -¡Oh, Bebé! ¡Voy a hacer que lo disfrutes tanto como yo! -Separó mis nalgas y algo húmedo tocó mi ano. -¿Qué estás haciendo? -Pregunté espantada, aun cuando una ráfaga de placer me recorrió. -¡Cálmate bebé! ¡Relájate! -Y volví a sentir la humedad. Me hizo flexionar mis piernas, angulándome para darle acceso a mi clítoris, masturbándolo, haciendo que se sumara a la atención que estaba ofreciéndome. El placer era excesivo para mi cuerpo. Me giró de nuevo, para encontrarme con su mirada lujuriosa y su sonrisa perversa, mientras yo aún estaba estupefacta. Abrió mis piernas de par en par. -¿Sientes esto Bebé? -Sus dedos tocaron suavemente mi clítoris, provocando que diera un ligero brinco; para bajar por mi v****a, donde sentí el líquido que de ella salía, arrastrándolo hasta llegar a mi ano, deteniéndose y usándolo para estimularme ahí. Asentí muy apenas para responder a su pregunta; entonces, comenzó a jugar con su pene sobre mi clítoris, arrastrándolo, haciendo el mismo recorrido que me había mostrado con anterioridad, generando una ansiedad en mí. -¡Oh! ¡Por favor Sebs! -Rogué. -¿Qué pasa Bebé? -El tono de voz que utilizó, me hizo saber que estaba torturándome. -Por favor entra, quiero sentirte dentro de mí – me hizo suplicarle otra vez. -¿Aquí Bebé? ¿Me quieres aquí? -Tragué saliva. Su pene estaba en mi ano, sentía cómo estaba comenzando a hacer presión para entrar, mientras su mano daba círculos sobre mi clítoris y mi v****a seguía proporcionándole lubricación. Y sin saber con exactitud lo que pedía, asentí. Sonrió con diversión y victoria, adentrándose poco a poco en ese hueco de mi cuerpo. -¡Alex, mírame! -No me di cuenta en que momento había cerrados mis ojos, pero es que el placer era indescriptible, algo que no había experimentado con esa intensidad. -¿Te gusta Bebé? -Preguntó en medio de la lujuria. -¡Oh Sebs! ¡Vas a hacer que me venga! -Admití. -¡Te amo Alex! -Comenzó a entrar y salir con fuerza, logrando que el éxtasis del orgasmo tomara mi cuerpo y mi mente. Regresé a la habitación, para percatarme que sus manos masajeaban mis senos, sus gemidos eran desinhibidos y lo observé perdido en su placer. -Voy a salir, ¿de acuerdo? -Era él quien regresaba, saliendo lentamente de mí. -¿Estás bien? -Preguntó con preocupación. -Sí - para mi sorpresa, lo estaba. El sonido del celular nos puso en alerta a ambos. -Es el mío - dijo y se levantó casi corriendo para responder la llamada. -¡Hola! -Apretó los ojos. -Tengo una situación familiar - me miró sonriéndome con complacencia. -No, todo bien, ¿podemos dejarlo para mañana? -Preguntó con seriedad. -Y discúlpame por no avisarte, sé que es un trayecto largo para ti - dijo realmente apenado. -¡Gracias! -Y colgó, para lanzarse junto a mí en la cama. -Había quedado con Rodolfo en ir a almorzar - sonrió con culpabilidad y me reí con él, pensando en que yo tampoco le había avisado a Gina. -Le hubieras dicho que te esperara - puso su dedo índice sobre mis labios, para que guardara silencio. -¿Y dejarte aquí? Por supuesto que no, tengo que aprovecharte - habló con total seguridad. -¿Aprovecharme? -Pregunté sin saber a lo que se refería. -Sí, ¿sabes hace cuánto no teníamos sexo? -Preguntó y me sorprendió, también debo aceptar que me interesaba el dato exacto, por lo que negué. -Digamos que hace mucho tiempo - su respuesta no fue precisa, - y que regresáramos con este ímpetu, no lo voy a desaprovechar. Hasta estoy pensando que mañana lo voy a dejar plantado otra vez - comenzó a carcajearse y yo con él. Para su morbosidad, pasamos el resto de la tarde descansando; especialmente yo, que estaba fuera de condición física. El horario de la comida y descanso se desajustó por completo, modificando el domingo también; pero él tenía razón, el ímpetu con el que regresamos, fue majestuoso.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR