Janine yacía de espaldas mirando las estrellas a través de la trampilla abierta en el techo de la casa del árbol. Ya había terminado los deberes, practicado con la flauta durante una hora y espiado durante siglos el camino de entrada de la casa de enfrente. Finalmente, decidió que iba a volverse loca mientras esperaba verle aparecer y así, buscó refugio en la oscuridad de su cabaña. Pensó en el año pasado cuando ella y Damian se reunían allí todas las noches y se contaban todo sobre sus días. —Odio las matemáticas. —Recordó Janine haber dicho una noche. —¿Quieres ser millonaria? —le había preguntado Damian . Ella se había vuelto hacia él, confundida. —¿Qué? —¿Te gustaría ser millonaria? —le había preguntado, todavía mirando hacia el cielo. —Claro, ¿a quién no le gustaría ser millona

