bc

Mi Posesivo Esposo Millonario

book_age18+
1.2K
SEGUIR
10.5K
LEER
oscuro
una noche de pasión
HE
los opuestos se atraen
poderoso
mafia
bxg
mercenario
paquete
oso musculoso
like
intro-logo
Descripción

Humillada y con el alma rota, Karenina Ryzhova fue plantada en el altar por un hombre que no merecía una lágrima.

En un acto de autodestrucción, se lanzó a una noche de furia y olvido, pero al despertar, encontró un anillo de boda, un tatuaje y un certificado de matrimonio con la firma de un extraño.

Él era Nikolai Xeniv, el temido Zar del Noreste y líder implacable de la poderosa Familia Xeniv. Pertenecía al clan más poderoso de la Bratva, lo que lo hacía un hombre que nunca pedía y siempre tomaba, y que ahora tenía a Karenina atada por un papel.

Para Nikolai, ese matrimonio accidental fue un regalo del destino. La desafiante belleza de ojos fríos era ahora su posesión, su peón y el objeto de una obsesión que rayaba en la locura.

Atrapada bajo las reglas de la mafia de élite, Karenina deberá luchar contra el deseo ardiente y aterrador que su posesivo y brutal marido le inspira o apañárselas para salir bien librada.

VIVIR DE ODIO O MORIR DE AMOR.

¿Podrá Karenina dominar al Zar o se consumirá en el fuego de su matrimonio sin escape?

chap-preview
Vista previa gratis
1 | Devochka
Karenina Ryzhova, aún vestida de novia, estaba sentada en el suelo helado, con su espalda apoyada en el soporte de un atril que debía haber sostenido su mesa de postres, y ahora la sostenía a ella y su vergüenza. Su vestido de seda, un Valentino de trescientos mil dólares, tenía una mancha de vino tinto que parecía una herida abierta sobre su cadera y el tacón de uno de sus zapatos se había roto cuando lo arrojó contra el muro de cristal. No era el dolor lo que la consumía, era la humillación. Matthew Brown no se había dignado a aparecer. Había enviado un mensaje de texto a su wedding planner veinte minutos antes de la ceremonia; una humillación pública que su familia no podría afrontar. El honor de su apellido estaba ahora enterrado bajo la burla de la alta sociedad y Karenina ni siquiera podía llorar. Se levantó y el sonido del crujido de la seda fue lo único que llenó el vasto salón vacío. La puerta de servicio se abrió de golpe, y Agnia Morozova, su mejor amiga, entró corriendo y jadeando. Habían despedido a todos los invitados para que la humillación no fuese tan grande, pero lo era. La farándula lo sabría, aparecería en las revistas, el internet debía estar inundado en ese momento de memes de ella. No había palabras que pudieran consolarla, y menos de su amiga Agnia. —Kary, no sé qué decir. Es un... —No digas nada, Agnia. En serio, no lo hagas. —¡Pero es verdad! Ese idiota de Matthew no te merecía —dijo cruzándose de brazos y mostrando una firmeza y una templanza que en realidad no tenía—. Es la mejor noticia que has recibido en años, aunque ahora mismo parezca el fin del mundo. —¿La mejor noticia? —Karenina se giró y sus ojos azules ardían—. ¿Me estás diciendo que soy un hazmerreír y que la única forma de salvar mi vida es que mi prometido sea un cobarde sin agallas? ¿Esa es tu definición de "mejor"? —No. Mi definición es que ahora estás libre de un hombre que te aburría hasta la muerte. Lo sabes. —¡Me aburría con una mansión en los Hamptons y estabilidad financiera! ¿Sabes lo aburrida que es la bancarrota, Agnia? —Preferiría la bancarrota a la hipocresía de una boda con ese soso —respondió y luego calló—. Matthew era un cero a la izquierda. No tenías ni que haber llegado al altar con ese. —¡No te atrevas a decirme lo que debería o no debería haber hecho! —espetó Karenina, golpeando el suelo—. Era mi plan, mi única oportunidad de no hundirme con mi padre. Pero claro, tú no lo entiendes, tu vida siempre ha sido perfecta. —Mi vida no es perfecta, y mi corazón duele. Solo digo la verdad. Si te hubiera querido de verdad, habría llegado. Es mejor que lo haya hecho ahora y no cinco años después, con un par de hijos. —¿Cinco años después? ¡Tú siempre tan optimista! —gritó Karenina enojada—. Lo que ha hecho es anular cualquier esperanza. Ha dinamitado el puente antes de que pudiera cruzarlo. —Y te ha dado la oportunidad de construir uno nuevo, uno que no te dé vergüenza cruzar. —Agnia intentaba hacerla sentir mejor—. ¡Vamos! Llora, grita, pero no te quedes quieta. —Déjame sola, Agnia. De verdad. No necesito tu filosofía barata. Necesito whisky y anonimato. Vete a casa. —Bien, pero la puerta de mi apartamento sigue abierta cuando te canses de ser dramática —dijo alejándose un poco, dejándola sola—. Y recuerda: eres una Ryzhova, no una víctima. Agnia se fue, con la expresión sombría de quien sabía que la ira de su amiga era solo una máscara para el dolor. Karenina esperó a que el eco de sus tacones se desvaneciera. Se arrancó el velo con un tirón violento y lo dejó caer sobre la silla del novio. Quería destruir algo, sobre todo la cara de Matthew. Nadie jamás la humilló de tal manera como él lo hizo. Nadie se burló de ella, ni la dejó plantada en el altar. Matthew había roto todo lo que a Karenina le costó tanto armar, y no podía quedarse de brazos cruzados. Diez minutos después, Karenina estaba en un taxi con su vestido de alta costura contrastando grotescamente con el asiento de vinilo desgarrado. Había arrojado tres billetes de cien dólares al conductor, exigiéndole que la llevara a un lugar donde el lujo fuera un insulto. Aterrizó en El Nido del Cuervo, un club clandestino en el Meatpacking District que olía a whisky, sudor y el tipo de peligro que hacía vibrar el aire. Karenina entró y todas las miradas fueron a ella. Uff, horror. Se dirigió directamente a la barra. —Lo más fuerte que tengas, y que no se acabe —espetó al barman, y comenzó a beber sin control. Las miradas eran muchas, casi insoportables. Ir vestida de novia no fue la mejor decisión, pero de pronto, todas las miradas y los cuchicheos se congelaron. El murmullo de la sala se ahogó, como si alguien hubiera cortado el oxígeno. Un hombre había entrado. Su sola presencia le decía que el mundo era un lugar más peligroso con él presente. Él estaba parado al borde del bar, vestido con un traje que valía más que todos los autos del club juntos. Sus ojos, dos pozos de obsidiana, se posaron en Karenina, midiendo su desesperación. Ella lo ignoró, enfocada en vaciar otra copa. En su estado de embriaguez y furia, sus movimientos eran torpes. Cuando el barman le sirvió otro trago, Karenina intentó alcanzarlo, pero su mano resbaló. El vaso voló por el aire, volcando su contenido directamente sobre el pecho del hombre que acababa de aparecer a su lado. El whisky, oscuro como la noche, empapó la camisa blanca impoluta que llevaba bajo su impecable chaqueta. Un silencio sepulcral cayó sobre la barra. Karenina levantó la vista, sintiendo un escalofrío que no tenía nada que ver con el alcohol, sino con la fuerza de su mirada. —Oh, mierda —dijo Karenina, con una falsa inocencia que no engañaba ni al hielo de su copa. Miró lo empapado en su camisa e intentó secarlo con sus manos—. Mis más sinceras disculpas. Parece que mi puntería es tan mala como mi elección de pareja. El hombre la miró fijamente. No había furia en sus ojos, solo una curiosidad fría y un atisbo de algo más oscuro. Pasó un dedo por la tela mojada de su camisa y luego por la mejilla de Karenina. Su toque le envió oleadas a su clítoris y sus ojos no se apartaron. —Tenga más cuidado, devochka —susurró con su voz profunda, y con un acento ruso que era música y amenaza a la vez—. Un traje así vale más que su vida, probablemente. Karenina soltó una risita amarga, aun con su dedo en su mejilla. —Créame, no vale tanto como mi humillación, y por lo que a mí respecta, mi vida en este momento es de valor bajo. El hombre levantó una ceja. —Inteligente, borracha y desesperada —enumeró, y sus ojos se posaron en el vestido de novia manchado—. Y parece que tuvo un mal día en el altar. ¿El prometido no se presentó? Ella levantó su copa de cristal hacia él como un brindis burlón. —Supongo que la red de chismosos es eficiente. ¿Está satisfecho el gran espectador? —preguntó sin apartar la mirada. El hombre dio un paso al frente, acorralándola sutilmente contra la barra. Su aliento cálido contra su cuello desnudo la hizo estremecer y Karenina apretó más fuerte su copa. —No estoy satisfecho —susurró mirando sus labios carnosos—. Pero un fracaso como tú… tiene su utilidad. Karenina tragó grueso. La simple voz del hombre tensaba sus pezones. Le dolían de solo sentirlo a menos de un metro de ella. —No tengo nada que ofrecerle —respondió manteniendo la falsa calma—. Mi prometido me dejó en la bancarrota. Una sonrisa fría y depredadora se extendió por su rostro. —No me interesa tu dinero, devochka. Y ya que estamos siendo presentados de forma tan dramática, ¿cuál es tu nombre? Karenina pestañeó, momentáneamente desarmada por el tono de broma inesperado. Rio, algo que no solía hacer con extraños. —Karenina. —Karenina —repitió, saboreando el nombre con el acento ruso con el que creció—. ¿Puedo llamarla Kary? —Puede llamarme como quiera —replicó ella con desdén, aunque una chispa se había encendido en su interior, y al momento se arrepintió—. Es obvio que lo hará de todos modos Él usó su lengua para saborear sus propios labios y sonrió. —Me gusta la honestidad —dijo el hombre. Luego, su tono se volvió glacial. El juego había terminado—. Hoy has quedado libre del control de un hombre. Y ahora... eres una invitación abierta. —¿Una invitación a qué? —A olvidar, o quizás a la destrucción total —dijo, inclinándose y apretando la barra a ambos lados de su cuerpo—. Una noche conmigo, Kary, y te aseguro que no recordarás que estabas a punto de casarte. La vida de una novia plantada, a cambio de una noche con el hombre que realmente podría poseerte. ¿Aceptas el precio? Ella no era dueña de su razón. Estaba rota, furiosa, y atraída por la oscuridad. No tenía nada que perder, y ese hombre era tan caliente como el infierno. Sus ojos negros la poseyeron de tal manera, que alzó su boca buscando la suya con aroma a whisky. —Trato hecho —jadeó con la mano del hombre en su cuello. Lo que siguió fue un borrón de caos y pasión explosiva. Karenina despertó con el sol de la mañana. Estaba en una cama king-size, pero no en Nueva York. Las vistas eran un horizonte de desierto y hoteles temáticos. Las Vegas. Se levantó, asustada, desnuda, con la cabeza dándole vueltas como un trompo y sintió el frío de algo pesado en su mano. El anillo de diamantes n***o, delgado y pesado, como una cadena de platino, estaba en su dedo anular, aquel donde Matthew debió colocar el suyo. El anillo de Matthew Brown se había ido, y el de su nuevo esposo llenaba su dedo como si siempre estuvo allí. Su respiración se aceleró. ¿Qué había hecho la noche anterior? Miró a su lado. El hombre estaba durmiendo profundamente, un brazo extendido hacia ella, y un tatuaje de la Familia Xeniv, un lobo estilizado con una corona roja, se extendía por su hombro. Un escalofrío de terror y pánico la inundó. ¿Quién era ese hombre? Subió la sábana más al percatarse que estaba desnuda y tiró de ellas para levantarse de la cama, no sin antes ver una última vez su espalda. Fugaces recuerdos de ella gimiendo y arañando su espalda llegaron, pero Karenina los expulsó. No quería recordarlo. Se levantó de la cama. En la mesita de noche, junto a su móvil y una tarjeta llave, había un documento perfectamente doblado y su corazón se paralizó al imaginar lo que podía ser. Con manos temblorosas, lo desdobló con lentitud. Le pidió a Dios muchas veces que no fuese lo que imaginaba, pero Dios no la escuchó. Era un Certificado de Matrimonio del Condado de Clark, Nevada, donde demostraba que ella tenía un nuevo esposo. Sus ojos se posaron en los nombres, y el mundo se detuvo: Esposa: Karenina Ryzhova Esposo: Nikolai Maxim Xeniv Una nota pegada debajo estaba escrita en ruso pulcro: “Lo que el Zar toma en el momento, lo conserva, y tú eres mía. Prepara tus cosas, Kary. La celebración comienza en Nueva York.” No se había acostado con un hombre cualquiera esa noche, ni se había casado con un hombre cualquiera. Se había casado con Nikolai Maxim Xeniv, el líder de la Familia Xeniv en la sede de la Bratva en Nueva York, y había firmado su sentencia de por vida. No había huido de la ceniza de su vida. Se había convertido en la posesión del fuego que iba a consumirla.

editor-pick
Dreame - Selecciones del Editor

bc

30 Days to Freedom: Abandoned Luna is Secret Shadow King

read
313.3K
bc

Too Late for Regret

read
306.0K
bc

Just One Kiss, before divorcing me

read
1.7M
bc

Alpha's Regret: the Luna is Secret Heiress!

read
1.3M
bc

The Warrior's Broken Mate

read
143.7K
bc

The Lost Pack

read
425.5K
bc

Revenge, served in a black dress

read
151.2K

Escanee para descargar la aplicación

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook