Aiden.
No tenía más opción que mantener lo que ya consideraba mío en un sitio seguro. Tan solo ver la posibilidad de que algo lo dañase me generaba un piquete doloroso en el pecho. Era extraño, puesto que nunca me vi siendo un sentimental, aunque aquello se trataba más que simples sentimientos.
Ganaba casos, todo el tiempo. Para ello me preparaba por días enteros. Tal como sucedió con el caso de la chica que por defenderse de un par de niñas caprichosas que disfrutaban el dolor ajeno se convirtieron en su verdugo por meses, hasta que finalmente ella se cansó y por defenderse empujó a una de ellas, con tan mala suerte que la chica entró en coma.
Con cámaras de vigilancia y testigos, al fin pude demostrar que no fue algo premeditado. Verla llorando en brazos de su padre por estar en libertad me era suficiente para saber cuál mentía, y ella era inocente. Me agradeció con un abrazo que no pude devolver, solo asentí dejando que se alejara sola.
Saliendo del juzgado, tuve que ir al despacho. Ver un escritorio vacío me daba un poco de malestar en el estómago. Me había acostumbrado a verla cada vez que entraba a la oficina como también a la hora de salida. En cambio, en ese instante solo había una silla vacía que reiteraba cuánto afectaba su ausencia o presencia.
Me las tuve que arreglar, pidiendo a la secretaria de uno de los socios que se encargara también de mis llamadas por un pago adicional.
__ Podrías contratar a una nueva asistente. - propuso Tej, al ver como me las tenía que apañar con tanto. - Aunque aún no entiendo porqué faltó tu asistente.
__ Sus asuntos no los puedo andar divulgando. - no podía decir la verdad aún. - En cuanto se recupere regresará, al igual que Camila. Así que no le veo el caso para contratar a alguien más.
Dudó en responder, como si le costara entender mi postura. Claro que no tentarme el corazón para correr a alguien que no rendía lo suficiente tenía que ver, sin embargo, en ese caso no podía dejar sin trabajo a alguien, a quien se lo había prometido.
Mi palabra siempre se cumplía. Era mi sello. Aunque poco a poco se iba rompiendo.
__ Tengo un caso un poco difícil. - comentó. - Se trata de un sujeto a quien acusan de malversación de fondos.
__ No me interesa. - seguí en el que iba a tomar esas semanas.
Datos y datos que debía estudiar para no estar a ciegas cuando me entrevistara con el hombre de treinta y cinco a quien acusaban de acosar a una de sus compañeras de grupo. Pero habían otros dos tipos que juraban haber sido extorsionados por la misma razón. Accediendo por temor a perder el empleo y a que sus nombres fueran manchados.
Estaban dispuestos a testificar porque no solo se trataba de una sola, sino de un grupo dedicado a sacar dinero con ese tipo de amenazas.
__ Creo que si te interesa. El hombre es inocente. Su jefe lo quiere culpar porque es quien hizo el desvío de fondos a una cuenta creada a nombre de su empleado, sin este saberlo. - captó mi atención. - Piénsalo. Es un buen desafío.
Debía pensarlo más. No sólo aceptar porque representase un reto que tomaría automáticamente, sino por la falla que hubo a favor del jefe.
__ Lo meditaré, envía la información de todos modos. - sugerí con el grupo de papeles que guardé una vez más. Primero debía llevar ese antes de meterme con algo más grande.
Recibí una llamada de mi madre, quien avisaba que llevaría un poco de su comida casera a mi apartamento. Sabía dónde pedir unas copias de las llaves por lo cual solo contesté que estaba bien. No iba a rechazar comer algo cocinado por ella, hacía mucho no pasaba y tampoco tenía tiempo de ir a su casa.
Seguramente mi cabeza estaba viajando por un sin fin de galaxias porque no fue hasta diez minutos luego de terminar con la llamada que me di cuenta de mi error. Me quedé inmóvil ante la idea que cruzó mi cabeza. Me levanté de mi silla casi tirando el remolino de documentos que tenía en la mesa del escritorio.
Me puse mi saco y salí a grandes zancadas de la casa. Intenté llamar a Isabella pero no tomó la llamada. Al bajar del elevador seguí en la misma misión de advertir sobre el cuestionario que seguramente recibiría, con el mismo resultado.
Aún nadie más que ella y yo sabíamos sobre lo ocurrido, y ahora mi madre se llevaría una sorpresa que sin dudar iba a tergiversar.
Me desplacé por la carretera a gran velocidad. Tenía que explicar antes que Christine sacara conclusiones erróneas. Subí con el mismo pensamiento, pero al entrar a mi departamento no escuché un solo ruido. En la sala no había nadie, en la cocina menos, por lo cual fruncí el entrecejo.
Recuerdo haberle dicho a Isabella que no saliera sola, o al menos que me avisara para saberlo. Caminé hasta mi dormitorio, encontrando en esta una colcha gruesa desordenada sobre la que era su cama.
La azotea.
Salí al balcón con prisa, oyendo el sonido de un cubierto chocar con un plato. Sabía quienes eran, yendo a ese lugar. Queriendo evitar que incomodara a Isabella con preguntas que al igual que yo, no sabría contestar.
Pero mi sorpresa fue grande al verlas charlar con normalidad. Isabella en una de los muebles con un plato que se veía disfrutaba, mientras se reía por algo que había dicho mi madre.
__ ¡Aiden, llegaste! - saludó Christine en cuanto me vio. - Ven aquí. De seguro recordarás tu niñez a la perfección.
__ No mucho. - expuse sin más. Era verdad. Mi cabeza había hecho de las suyas, borrando casi por completo el recuerdo de esa etapa de mi vida. Habían pocas cosas que podía guardar y la mayoría eran después de ser adoptado por ella y su esposo.
Saludé a Isabella, correspondió con un poco de vergüenza, pensando tal vez en que me enojaría por recorrer el lugar. Nada más alejado de la realidad.
__ En la escuela. - inició y supe por donde iba. - Solían llamarme para coordinar eventos, siendo una ex maestra me gustaba mucho ser parte de los organizadores pero en una ocasión que también participó Aiden, él me dijo que no quería formar parte de las ovejas porque el pelaje en el disfraz picaba, así que le dije que podía cambiarlo por el que deseara. Solo que escogió el de una abeja, y fue el único abejorro en un rebaño.
La risa llena de diversión se forma de nuevo. Solo niego al ver que cuenta más de mis vergüenzas a la mujer que no dejar de reír.
No tengo intenciones de detener a mi madre, pero ella misma se frena al mirar en mi dirección con una consulta que de seguro no piensa guardarse.
__ ¿Ella es tu novia? - preguntó directamente.
__ No. - contestó una Isabella apresurada. Hasta lo sentí como una ofensa, y ella bajó la voz. - Solo tuvimos un percance que nos hizo estar aquí.
__ ¿Un percance? - consultó con el ceño fruncido.
__ Lo que pasa es que...
__ ¡Aiden! - giré mi cuello al ver a Lexi con un enojo claro en su rostro. Estaba furiosa. De pie y con el bolso en la mano tenía un semblante serio que gritaba todo menos calma. - Fui a buscarte a tu oficina y me dijeron que viniste, quise darte una sorpresa pero me la llevé yo.
Su perplejidad me hizo saber que eso continuaría si no ponía un alto.
__ ¿Se puede saber que hace esta mujer aquí? - reclamó. - Primero me entero que la embarazas y ahora que la traes a tu apartamento cuando ni siquiera a mí me lo permites. Explícame, porque no estoy entendiendo nada.
__ Baja la voz que mercado no es para que grites. - me armé de paciencia. - En segundo, ¿como entraste?
Avanzó hasta mi con una ira reflejada en su caminar. Vi sus intenciones y me adelanté para tomar su brazo cuando me quiso golpear.
__ Soy tu novia. Me estás ofendiendo con esto. Saca a esa zorra de aquí. - demandó con furia.
Isabella me vio con un gesto que supe descifrar rápido. Creía que haría caso al pedido de Lexi.
__ ¿Embarazada? - cuestionó mi madre hablando por fin. Solté a Lexi y me volví hacia ella. - Aiden, ¿Embarazaste a esta chica?
Era momento de confirmarlo. Era la única a quien pensaba explicar las cosas.
__ Sí. - sus ojos viajaron a Isabella. - Y por un accidente que provocó Lexi ahora debe reposar para evitar perderlo. - dije. - Se dieron las cosas y no por no ser planeado voy a permitir que venga a querer meterse en mis asuntos. Es mío, es todo. Más no diré.
__ Me fuiste infiel. Eso deberías considerarlo y no creer que voy a aceptar que una mujer que no soy yo tenga a tus hijos. - alegó Lexi. - No me importa si es o no tu hijo, que de hecho lo dudo conociendo a este tipo de mujeres, lo que quiero es que la eches de aquí. Soy tu novia y tengo todo el derecho de pelear por lo mío y en cuanto nos casemos este lugar también lo será. ¿La corres tú o la lanzo a la calle yo? - amenazó
Parecía decidida. Siempre quiso hacer su voluntad en todo y eran de las cosas que no permitía en lo que había conseguido.