TaeOh llegó al edificio en su bicicleta a eso de las siete y media de la mañana, su turno comenzaba exactamente a las ocho por lo cual tomó el desayuno sin prisa, revisó su celular con aire distraído hasta que dio la hora. Entró con un suspiro sintiendo sus manos sudar, no quería ver a MinAh por vergüenza y no quería ver a Leo por odio hacia lo que le había quitado.
— Buenos días, hyung—saludó aquel chico que era un genio arreglando computadores e instalando antivirus entre otras cosas más que Tae no entendía, el chico a su corta edad era realmente bueno y responsable con su trabajo. Tenía el cabello de un rojo intenso que le hacía lucir una piel ligeramente morena.
— Oh, buenos días, JunHo—saludó mirándolo, ambos subieron al ascensor cuando éste abrió sus puertas, el peliazul marcó el piso siete donde estaba el área de trabajo del chico.
— ¿Cómo te fue con MinAh? —se atrevió a preguntar el pelirrojo causando incomodidad en el mayor, éste miraba los números comenzar a ascender.
— Mmm...—no quería contar nada de esa relación. Si el resto no lo sabía debía ser por algo—Ella...parece que tiene a alguien más.
— Oh—JunHo le miró—Lo siento mucho, hyung, ¿Te sientes bien?
— Sí—forzó una sonrisa.
— Tranquilo, ya llegará alguien mejor—dio palmaditas en su hombro—Si quieres podemos ir a beber algo al salir del trabajo...
TaeOh no veía eso como una buena idea.
— No, estoy bien, gracias.
Conducía su bicicleta por las calles de Seúl escuchando música en sus audífonos, mientras las ruedas giraban su mente viajó un momento a lo de anoche, ¿Esa chica había sido real o fue un sueño? Extrañamente TaeOh lo sentía así.
Larisa.
Era un nombre bonito y poco común, a Tae no le parecía coreano, pero ella tenía rasgos asiáticos.
¿Iría a la playa esa noche? ¿Enserio iría al muelle? La espina de la duda estaba en su pecho, él había traído el brazalete. Si bien, le parecía que ayer cuando ella se lo entregó éste era azul pero ahora era de oro puro como originalmente lo había comprado. En el almuerzo lo miró con resentimiento, ese estúpido accesorio le había valido casi la mitad de sus ahorros, las mujeres eran tan...
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando en la cafetería de la empresa, entró MinAh con Leo conversando animadamente. La chica tenía cabello castaño oscuro que iba recogido en una coleta alta resaltando su rostro, vestía con falda y chaleco que toda recepcionista llevaba, porque sí, MinAh era recepcionista, Leo vestía con un traje similar a los que usaba su padre en las reuniones, su cabello n***o iba perfectamente peinado.
Tae se sintió poca cosa mirando su propia ropa, Jeans desgarrados, Converse negras, camiseta blanca y chaqueta azul, tan azul como su cabello que iba despeinado, a Kim TaeOh no le importaba mucho lucir elegante, pero si le gustaba vestir bien, aunque por sus gastos no podía darse muchos lujos.
Apartó la mirada cuando MinAh paseó sus ojos por aquella cafetería, TaeOh había perdido el apetito por completo.
Cuando el sol comenzaba a descender, el chico hacía su última entrega en recepción, eran exactamente las seis de la tarde cuando TaeOh salía del trabajo. Nunca tenía una hora de salida en específico, pero cuando salía temprano le gustaba comer por allí o pasear un rato, esta vez era distinto, tenía una cita que comenzaba a considerar importante.
Llegó al muelle a las siete de la noche, dejó la bicicleta a un costado y bajó de ella sentándose a orillas balanceando sus piernas como la noche anterior.
En su mano tenía el brazalete, se sentía idiota esperando allí a una chica que lucía casi misteriosa, pero no tan idiota como cuando MinAh le rechazó. Su celular vibró en su bolsillo, lo tomó mirando un mensaje de su mejor amigo y compañero de departamento.
SungMin:
Saldré con unos amigos a comer y beber, ¿Quieres acompañarnos, Tae?
Suspiró sin dudar en responder.
TaeOh:
No, gracias, prefiero pasar. Diviértete.
Dejó el celular a un lado tumbándose hacia atrás, miró el cielo lleno de estrellas, la luna se había escondido, pero estas iluminaban aquel manto oscuro, recordó las muchas historias que sus abuelos le contaban sobre la luna, el mar y las estrellas. A Tae como le gustaba escuchar esas historias.
A veces sentía que su problema era lo soñador e ingenuo que podía ser con algunos temas, ninguna mujer lo tomaría enserio si no era tan apuesto y elegante como Leo, ¿No se supone que las chicas quieren a los chicos simpáticos como él? Sí, debía dejar de ver doramas.
Recordó la canción que su abuela le cantaba antes de dormir y se dedicó a cantarla para no sentirse tan solo, se mantuvo mirando esas estrellas. Un chapoteo en el agua le hizo incorporarse en el acto, allí estaba la misma chica de ayer sonriéndole con dulzura.
— Esa es una linda canción, TaeOh, ¿Dónde la aprendiste?
— Mi abuela solía cantármela para dormir—contestó—¿Dónde estabas?
— Escuchándote—ladeó su cabeza—Cantas muy bonito—el peliazul intentó no sonrojarse—Me gusta mucho tu cabello.
— Gracias—algo incómodo miró el brazalete notando que era azul de repente. Frunció el ceño recordando a la perfección que era de oro al llegar, miró a Larisa quien lucía inocente—Esto es...creo que ahora es...tuyo—se lo entregó.
Ella estiró su brazo aceptándolo, se lo colocó llevándolo orgullosamente y Tae se sintió mejor.
— Luces mejor que ayer, ¿Te sientes mucho mejor?
— Un poco—suspiró—Hoy vi a esa chica con...él y.…se sintió feo.
— TaeOh, con el tiempo dejará de doler—sonrió— ¿Quieres contarme tu día?
Estuvieron un rato conversando o más bien, Tae contándole su rutina, apreció que ella escuchara con atención porque por lo general TaeOh siempre hablaba tonterías al menos para el mundo, que al menos alguien le dedicara su tiempo se sentía bonito.
Se sentía más que bonito.
Al cabo de un rato a él se le ocurrió preguntar...
— ¿Por qué no sales del agua y te sientas aquí conmigo?
— No creo que quieras eso...
— No es malo estar al lado de tu amigo—se encogió de hombros acomodándose, pero en un movimiento de piernas su celular acabó en el agua y Tae no pensó dos veces en tomarlo, pero cayó estúpidamente al mar.
Sabía que había jodido el teléfono y sabía que regresaría al departamento empapado por segunda vez, pero eso dejó de importarle cuando abrió sus ojos debajo del agua notando aquello el hombre creía extinto y existente sólo en cuentos de fantasías.
Allí frente a los ojos de TaeOh había una sirena.
Larisa era una sirena.