Allegra
Caminé hacia la salida del restaurante; decir que estaba molesta era poco, estaba furiosa. Como de la nada, este tipo venía, después de tantos años, a descontrolar la paz que tenía en mi vida. Subo a mi coche y hago varias respiraciones. Estoy a punto de golpear el timón cuando escucho que golpean mi ventanilla. Volteo y ahí está de nuevo. ¿Pero qué, no se cansa de decir estupideces? Yo enciendo el coche y vuelve a golpear la ventanilla. Suspiro y bajo la ventanilla; creo que mi rostro lo dice todo porque él sonríe de lado, como lo hacía antes cuando coqueteaba, pero eso conmigo ya no funciona.
—¿Qué quieres, George? ¿Te faltó algo por decir?
—Allegra, no tienes por qué molestarte conmigo por decir lo que siento. Te dije que no te iba a mentir; me voy a divorciar de mi esposa.
