Allegra
Estoy sentada en mi oficina, viendo hacia la ciudad. Tengo una hermosa vista, pero la verdad es que, con solo cerrar mis ojos, recuerdo todo lo que pasó anoche. Ese hombre me hizo lo que quiso en la cama, y por la mañana, muy temprano, mi desayuno ya estaba en la cama. Pero era momento de arrepentirse; estuvo mal lo que hice, lo sé. Pero también es verdad lo que Mateo dijo: deseábamos esto desde hacía un tiempo.
**Flashback**
Abro mis ojos; se sienten pesados. De pronto, todas las imágenes vuelven a mi cabeza: cómo tocaba mi piel, me desnudo tan lentamente, recorrió cada parte de mi cuerpo. Mierda, podía sentir sus labios en cada rincón de mi ser. Suspiro y tapo mis ojos. Dios, ¿por qué me dejé llevar? Si tanto tiempo lo tuve a mi lado y pude soportar, ahora, ¿qué va a pasar? No quiero que se sienta presionado a algo que él no quiera. Cuando estoy a punto de levantarme, escucho la puerta. De inmediato, me siento en la cama y tapo mi cuerpo, que aún está desnudo. Al ver mi acción, sonríe y niega. Tiene una bandeja en sus manos que pone cerca de la cama, en la mesita de noche. Se acerca a mí y besa mi frente.
—Buenos días, Allegra. Te hice un poco de desayuno. Le dejé a mi princesa algo en la cocina para cuando se levante.
Él se aleja y comienza a vestirse, pues solo anda en boxers, y vaya que el chico está muy bueno. Desvío la mirada ya que él voltea a verme y sonríe. Yo carraspeo un poco y le digo:
—Maty, lo que pasó anoche...
Él me interrumpe, se para enfrente de mí, sonríe y suspira. Se ve tan tranquilo, pero lo que me dice me sorprende.
—Allegra, no tienes de qué preocuparte. Somos dos adultos que se tenían ganas y es todo. Ya me lo dijiste una vez: no me amas, y lo entiendo. Ahora que ha pasado el tiempo y he estado con otras personas, me doy cuenta de que no era amor lo que sentía hacia ti; es admiración, cariño, no lo sé. Así que no te preocupes, ¿vale? Todo sigue como si nada pasara.
Yo me quedo con la boca abierta. Él se acerca a mí y besa mi mejilla. Cuando se va, mis lágrimas empiezan a brotar y una carcajada sale de mis labios. ¡Qué estúpida al pensar que él sentía lo mismo por mí! Por supuesto que no, ¿quién iba a querer a su lado a una madre soltera? Me tiro en la cama, tomo una almohada, la pego a mi rostro y grito, sacando toda la frustración que tengo en mi pecho. Dios, soy una idiota. Por supuesto que un hombre como él, tan rico, CEO de una empresa y guapo, se iba a fijar en una mujer como yo, solo una empleada más con una hija que cuidar. Pues que se vaya al diablo.
Fin del flashback.
Limpio una lágrima y sonrío. Me doy la vuelta y veo la montaña de papeles que hay encima de mi escritorio. Suspiro, pues tengo un montón de trabajo. Deja de pensar pendejadas, Allegra, y ponte a trabajar. Después de todo, no vale la pena sufrir por algo que jamás va a ser. Así que es lo que hago, Toda la tarde la paso trabajando sin darme cuenta de qué tan tarde es. Cuando escucho unos gritos fuera de la oficina, me acerco a la puerta y solo la abro un poco. Sé que no debo ser chismosa, pero afuera está fuerte la discusión.
—No, Mateo, tú no me puedes hacer eso. No me vas a dejar por una estúpida mocosa. Es una escuincla mentirosa. Yo jamás le he hecho nada. Además, ¿cómo puedes creer en ella y no en mí, que soy tu novia?
Mateo se acerca un poco a ella, con sus manos en los bolsillos, y le sonríe. Yo estaba a punto de abrir la puerta, pues de mi hija no va a hablar de esa manera.
—¿Y a ti quién te dijo que yo te dejo por ella? Pero vamos a aclarar varias cosas. Primero que nada, no vuelvas a hablar así de ella, porque se me va a olvidar que soy un hombre y un caballero. Como a ti se te olvida que eres una mujer adulta y ella apenas una niña. Segundo, la amo más a ella que a ti. Además, no soy tonto, sé que estás conmigo por mi posición; toda la gente lo dice.
Ella empieza a negar frenéticamente y yo abro los ojos como platos de la sorpresa. Pero si Mateo es un hombre espectacular, sí es verdad que tiene mucho dinero, pero eso jamás le ha importado. Ella se acerca a él y trata de besarlo, pero él la toma por los hombros.
—Mateo, no, eso no es verdad, te lo juro. Yo te amo, eres un hombre increíble. Por favor, no hagas esto, te lo suplico.
—Escúchame, Selene, no quiero volver a verte, no quiero volver a saber de ti. Lo nuestro jamás iba a funcionar; tú y yo somos tan diferentes. Así que, por favor, vete y no me vuelvas a buscar.
Él se da la vuelta y ella se queda ahí, casi haciendo un berrinche. Veo que voltea hacia mi oficina y yo, de inmediato, cierro la puerta y corro para sentarme frente a mi escritorio. Pero, obviamente, ella llega como un torbellino, golpeando la puerta. Cuando la abre, me señala y yo la veo sorprendido.
—Tú, tú y tu estúpida escuincla son las responsables de todo esto, de que Mateo me dejara. Pero si piensas que vas a conseguir quedarte con él, estás muy equivocada. Sé que utilizas a tu hija para que él se conmueva de la pobre madre soltera que la han dejado con un escuincla bastarda, pero nada de esto te va a funcionar; de eso me voy a encargar yo.
Ella se da la vuelta y yo me pongo de pie de inmediato. Mi corazón late tan fuerte que parece que se fuera a salir, pero es que nadie llamará así a mi hija. Ella empieza a caminar molesta y yo detrás de ella hasta que la alcanzo y la volteo. Sonrío y niego.
—Tú a mi hija no la vuelves a llamar de esa manera, porque te voy a quitar cada uno de los implantes que tienes, si es preciso, con mis propias manos.
Le doy una bofetada que no se esperaba, que casi la hace caer al suelo. Ella me ve sorprendida y yo respiro agitada. Es que con mi hija no se va a meter; a mí me puede decir lo que se le pegue en gana, pero a mi hija no, nadie la va a ofender de esa manera. Veo cómo limpia una línea de sangre que sale por sus labios y sonríe. Levanta la mano y me devuelve la bofetada. Yo solo volteo el rostro y ahora sí se lo ha ganado. Le doy otra bofetada y la tomo de los pelos; no me importa dónde estemos, a mi hija no la va a ofender. Ella cae al suelo y yo me subo encima de ella. Yo sonrío porque la estúpida no deja de gritar como loca.
—¡Suéltame, maldita loca! ¡Suéltame!
—No te voy a soltar hasta que entiendas que con mi hija no te vas a meter. No me importa si te tengo que dejar pelona.
—¡Suéltame! ¡Ayuda, ayuda, por favor! ¡Está loca, me quiere matar!
Yo le doy un golpe, pero siento que alguien me toma de la cintura y me aleja de ella. Yo lucho para que me suelten, pero cuando escucho esa voz, me tranquilizo.
—Alegra, cálmate. Si no lo haces, no te soltaré.
Yo levanto las manos en rendición y veo cómo a la estúpida de Selene le ayudan a ponerse de pie. Ella me ve y me fulmina; yo solo me cruzo de brazos y sonrío. Cuando se la han llevado, me doy la vuelta y me voy hacia mi oficina. Mierda, debo de ser un desastre. Camino hacia mi silla detrás de mi escritorio. Cuando escucho que cierran la puerta, volteo a ver a la persona y es Mateo. Se ve un poco molesto, pero la verdad es que no me importa. Ya me había aguantado tanto tiempo sus desplantes, y antes de que él diga algo, camino hacia el baño, tomo un botiquín y me miro al espejo. Mierda, sí que me golpeó la estúpida esa.
—¿Me puedes decir qué fue lo que sucedió allá afuera?
Yo volteo, lo miro y vuelvo a poner los ojos en blanco. Qué pregunta tan estúpida.
—Pues lo que viste, eso sucedió.
—Ya sé lo que vi, pero ¿por qué sucedió?
Yo suelto el algodón que tenía en mis manos, suelto mi cabello, ya que está hecho un desastre, y camino con paso lento hacia el.
—¿Y todavía lo preguntas? Todo esto sucedió porque esa estúpida piensa que me quiero quedar contigo. Ella dice que utilizo a mi hija. ¿Escuchas algo tan bajo? ¿Utilizar a mi hija para conquistarte? Y la gran cereza del pastel: llamó bastarda a mi hija, y eso no se lo perdono a nadie. ¿Entiendes? A nadie. Te advertí que esto podría pasar, te lo dije y no me escuchaste.
Mis lágrimas ya bajan como cascadas por mis mejillas. Dios, siento tanta impotencia. Él se acerca y me abraza; yo no correspondo al abrazo y él lo nota porque se separa de mí y suspira.
—Lo siento, Allegra. Lamento todo esto. Jamás pensé que llegara a tanto. Sabía que no sentía nada por Selene; fue mi error darle esperanzas donde no las había.
Yo me separo de él y camino hacia la silla tras mi escritorio. Él toma el botiquín y empieza a curar algunos golpes que tengo en mi cara. Yo suspiro porque, después de todo, creo que es una excelente idea irme. No soy una cobarde; lo hago para proteger a mi hija. De que algo como esto vuelva a pasar, lo miro a los ojos.
—Mateo, ya lo había platicado con Nina, pero ella me había hecho desistir. Pero ahora que lo pienso, creo que lo mejor es que me vaya. Sé que aquí tengo estabilidad, pero esto nos está lastimando a todos y me preocupa Lía.
Él se aleja un poco de mí y suspira. Empieza a negar y toma mi rostro entre sus manos.
—No, Allegra, no es necesario que te vayas. No puedes hacer esto. Te propongo algo: tú y yo nos mantendremos alejados, y cuando Lía quiera verme, solo le pides a Nina que la lleve a mi departamento. No quiero alejarme de ella, no lo hagas.
Yo sonrío triste. Dios, es algo tan complicado, pero creo que es lo mejor.
—Está bien, hagamos lo que me pides.
Él se acerca a mí y deja un casto beso en mis labios y sale de mi oficina. Mi pecho se oprime de solo pensar que lo tendré tan cerca, pero a la vez tan lejos. Pero es lo mejor.