Capítulo 4

1769 Palabras
Narra Aurora. Días despúes... Dylan Olson, el policia que me rescató o mejor dicho mi comprador, se seguia comportando de una manera extraordinaria conmigo. Había aprendido algunas cosas sobre él durante las últimas semanas: Número uno, era terco y definitivamente le gustaba salirse con la suya, pero no de una manera egoísta, por lo general, estaba cuidando a alguien más cuando se volvió mandón, ultimamente, ese alguien había sido yo. Número dos, trabajaba mucho, cuando estábamos en el departamento privado, él casi siempre estaba metido en su trabajo con la computadora, estaba cumpliendo con su parte de no trabajar mientras duraba las investigaciones. Número tres, lo había hecho feliz cuando acepte vivir con él. Por muy difícil que fuera para mí aceptarlo en totalidad, su oferta había sido sincera. Dylan, como me pidió que lo llamara, me había ayudado a dar mis declaraciones al resto de la policía. Me sentía más tranquila porque estaba bajo la  protección de mi salvador. Esa había sido una gran idea. El capo de la organización de trata de personas había sido abatido por sus compañeros, así que todo lo que nos quedaba por hacer era testificar contra los secuestradores y estábamos esperando saber más sobre cuándo sucedería eso y cómo todo iba a funcionar para las acusaciones. —¿Estás bien?—preguntó Dylan desde la cocina, estaba preparando unos bocadillos. Me di cuenta de que había estado mirando a la pared,  perdida en mis propios pensamientos. —Sí. Estoy bien—dije acomodándome en la silla frente al desayunador. —¿Se trata de las cosas que compre para ti? Porque si es así, podemos intercambiar cualquier cosa que no te guste —mencionó. Él parecía pensar que era su deber conseguirme todo lo que no tenía. Sabía por nuestras conversaciones que Dylan tenía un buen trabajo como policia, pero no tenía idea de cuánto ganaba. También sabia que poseía su propio negocio que administraba junto a su hermano mayor. Obviamente, había tenido suficiente dinero o crédito para pagar más de cien mil dólares para comprar mi libertad. Pero al liberarme, Dylan podría haber limpiado por completo sus ahorros, y eso me preocupaba porque no tenía un trabajo ni un lugar donde vivir, así que no podía devolverle ese dinero en el corto plazo. —Cada cosa que me diste fue de calidad. ¿Cómo podría no gustarme?—dije—.Pero no me gusta el hecho de que estés gastando dinero en mí —agregue. Dylan se había excedido al comprarme lo que él consideraba necesidades. Entre ellas  jeans,  camisas, y zapatos. Terminó de producir un guardarropa completo para mí. Todos los días llegaba  con cosas nuevas al departamento, y mi culpa era bastante asfixiante. Sin mencionar la comida y gastos del departamento como el agua, electricidad y servicio de cable. Habíamos tenido varias discusiones sobre sus tendencias exageradas cuando se trataba de conseguir cosas que él pensaba que necesitaba. Pero generalmente me sentía como si estuviera hablando con una pared de ladrillos. Hoy, se había comprado el último y mejor teléfono celular del mercado y una computadora portátil. Me estremecí ante la cantidad de dinero que le había costado. —No gaste mucho, no te preocupe—me dijo con una sonrisa, se acercó y colocó los bocadillos y algunos refrescos  en el desayunador, donde posteriormente tomó asiento en otra. —Realmente hubiera estado bien con una sola camisa y un jeans. No necesitaba nada más —comente. Tener un par de ropa extra era un gran problema para mi. Terminaría de nuevo en las calles una vez que Dylan se fuera, un lugar donde nada, excepto la comida y la ropa, no era tan importante. Él sacudió la cabeza. —No habría sido suficiente, necesitabas un poco más que solo una mudada de ropa—dijo. Como de costumbre, su comentario fue vago, sin ninguna explicación de por qué sentía que necesitaba darme cosas que nunca podría llevar conmigo una vez que volviera a quedarme sin hogar. Entre comprándome cosas que pensó que necesitaba. Encontrar a las otras mujeres que habían sido víctimas de la empresa del tráfico s****l había sido solo una de las muchas cosas que le había visto hacer que me dijeron que era un tipo decente. De acuerdo, quizás más que decente. Para mí, Dylan fue extraordinario, sin importar cuánto refunfuñara. —¿Cuántos años tienes?—le pregunte. Bueno. Si. Era extraño que ni siquiera supiera lo básico sobre el hombre con el que me había comprado y convivido durante días, pero quería saber más. Simplemente no sentía su voluntad de ser abierto conmigo, así que tal vez tendría que ser yo quien empujara. —Treinta y un años—respondió—. Tengo  un hermano dos años mayor que yo y una hermana es que es menor —siguió, se reclinó en su silla y me miró—.Ella es la bebé de la familia—añadió. Tomé un sorbo del refresco y luego lo dejé sobre la mesa. —Ojalá tuviera hermanos—dije de repente. Él arqueó una ceja. —Supongo que no es así ¿verdad?—preguntó. Sabía que a Dylan le gustaría saber más sobre por qué estaba en la calle, pero no me había preguntado nada personal hasta ahora. Negué con la cabeza lentamente. —No tengo a nadie importante—respondí. Mi padre no contaba en todo esto. Su rostro se volvió sombrío, y parecía que quería decir algo, pero pareció sacudirse y alcanzar su bebida. —Me gustaria que conocieras a mi hermana algun dia.Ella tiene un gran corazón y es muy dulce, ustedes dos se llevarian muy bien—me dijo. Su respuesta me agradó. —¿Y tus padres?—le pregunté, sintiendo que le estaba arrancando información, poco a poco. Sacudió la cabeza con expresión sombría. —Ambos murieron en un accidente automovilístico. Pero los dos fueron increíbles—respondió. –Tú también lo eres—dije apenada. Obviamente tenía las mismas cualidades cuando se trataba de ayudar a otras personas.Como odié la repentina tristeza que vi en sus extraordinarios ojos, cambié de tema—. Entonces, ¿volverás pronto a Santa Clara?—pregunte, ya que me había contado que él vivía allá. Estaba nerviosa por su respuesta. —Muy pronto— dijo — Cuando lo haga, vendrás conmigo—agregó. Mi corazón dio un vuelco ante la idea de quedarme con él, pero sabía que no podría pasar el rato como una invitada suya para siempre. Ya había hecho demasiado por mí. —¿Por cuánto tiempo?—pregunte. —¿Realmente necesitamos establecer un límite de tiempo para la amistad?—preguntó. ¿Éramos Dylan y yo realmente amigos? Sobre todo, había estado atrapado conmigo porque era demasiado amable para dejarme en la calle. Negué con la cabeza lentamente. —No. La amistad no debería tener un límite de tiempo. Pero estoy asustada—respondí. —¿De mí?—preguntó, levantando la vista para mirarme mientras esperaba una respuesta con una expresión de decepción. —No—dije inmediatamente—.No tengo miedo de ti. Pero estoy aterrorizada de acostumbrarme demasiado a estar contigo, a dormir en una cama real sin tener que compartirla y a no estar sola. Acostumbrarme a algo que eventualmente terminaría, no es una buena idea—dije. —Nunca volverás a estar sola, y necesitas tener eso en la cabeza ahora mismo—retumbó Dylan —.¿De verdad crees que alguna vez te voy a sacar a la calle? No va a suceder, Aurora. No me importa si te lleva años estar en una posición para estar sola. Hasta que eso suceda, te quedas conmigo o me dejas buscarte un lugar aquí y pagar tus facturas hasta que puedas hacerlo por tu cuenta. Esas son tus elecciones –agregó. Me resistí a su mandanto, pero aparté mi indignación tan rápido como apareció. Realmente, deseaba tanto una especie de vida normal que casi podía saborearla. Anhelaba una estabilidad que nunca había experimentado. Algún día, quería devolverle a Dylan cada centavo que había gastado en mí. Podría llevarle décadas devolver el dinero que había gastado para sacarme de la subasta y llevarme a un lugar seguro, pero se lo devolvería. Sus compañeros policales le había dicho a Dylan que podría recuperar parte o la totalidad de su dinero, pero podría llevar años, y no había ninguna garantía de que alguna vez vería un centavo de los fondos que pagó. Todo dependería de dónde terminaran las finanzas del cabecilla una vez terminada la investigación. Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando le dije: —Ya has hecho demasiado por alguien que ni siquiera conoces. Ya te debo mucho. —No me debes una maldita cosa—dijo él en un tono bajo y gruñón. Lo miré fijamente asombrada de que incluso dijera algo así. —Tú y yo sabemos que eso no es cierto—replique. —¿De verdad quieres pagarme?—djo con voz exigente. —Sabes que sí—respondí. –Entonces ven a Santa clara conmigo. Quédate a mi lado. Si quieres estudiar algo o cumplir algún proyecto puedes hacerlo, yo te apoyaría en todo —me ofreció—. ¿Tienes algún sueño que quieras cumplir?—preguntó. Me quede en silencio por un momento. —Quiero ser doctora, pero no termine la secundaria. Estuve ayudando en la enfermería en el albergue donde estaba—dije un poco apenada de decir mi sueño en voz alta.  —Es un sueño muy bello. Puedes inscribirte en el programa de Aceleración Rápida y obtener tu certificado de secundaria y luego de eso puedes inscribirte en la universidad. Ven conmigo a Santa Clara. Confía en mí por favor—dijo. —¿Es eso realmente lo que quieres?—interrogue. Él asintió. —Tal vez te necesito tanto como tú me necesitas—respondió él. Dudaba mucho que él realmente necesitara a alguien. Parecía bastante autosuficiente. Pero si podía ayudarlo y mantenerme alejada de las calles, estaba dispuesta a intentar serle útil. —Con una condición —dije—. Buscaré un trabajo de medio tiempo estando allá. No quiero ser una carga para ti, me sentiria muy mal si no lo hago. Él quería replicar, pero cruce los brazos para aparentar ser sería en mi decisión. —De acuerdo—aceptó resignado. —Entonces sí. Iré —respondí. Tuve que tomar un gran acto de fe porque no había otra opción si alguna vez quería recuperar mi vida. De hecho, pareció aliviado cuando le di la respuesta que parecía querer.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR