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2195 Palabras
Limpié la última cortada y apreté los dientes. Llevaba alrededor de media hora quitando los pedazos diminutos de vidrios en mis rodillas y algunas partes más. Jacob estaba durmiendo en mi cama y me sentía tranquilo; lo nuestro no iba a ser como siempre, estaba seguro, pero trataría por todos los medios de que él no se diera cuenta que me gustaba. Al terminar, quité mis calcetines — para así poder quedar solo en ropa interior—, (porque para hacerme las curaciones había tenido que desprenderme de mi camisa y pantalones). Me dirigí a mi habitación, pero no dormiría con Thomas; solo necesitaba algo de ropa para no sentir frío. Lo poco que apreciaba de su rostro (ya que estaba acostado boca abajo), era que se veía sumamente suave y unas inmensas ganas de tocarlo llenaron mi alma. Me acerqué hasta estar a su lado; mi mano se movió a su hombro — que estaba desnudo— y lo acaricié. Parecía un psicópata que esperaba que su víctima durmiera para así poder mírala y tocarla, pero eso no era importante; yo solo quería disfrutar por unos pocos minutos la belleza del hombre que estaba dormido frente a mí. Me senté en el suelo y tomé su mano izquierda que sobresalía de la cama. Comencé a trazar pequeños círculos en ella y pronto mi voz, casi inaudiblemente hizo presencia. —Ser gay ahora es un poco lamentable porque no te tengo, Jacob. Suspiré y me levanté. No podía quedarme más tiempo ahí o él se despertaría y jodería todo; más de lo que ya estaba. Fui hacia el closet y saqué un pijama. Me la puse y salí lo más rápido posible de la habitación. La tentación estaba frente mío, disfrazado de un hombre hermoso de ojos verdes y hoyuelos. Al momento que por fin estuve cómodo en el sillón de la sala, no pude dejar de pensar en todas las cosas que estaban pasando, hasta que la realidad me golpeó como un golpe en las pelotas; tenía una pareja. Traté de aguantar la risa, pero no pude. Estallé en una carcajada que retumbó en todo el salón y tapé mi boca. —Oh, mierda —musité entre risas —Samuel. Era un idiota; pero mis mecanismos de defensa en un momento en el que estaba tan vuelto mierda, era reírme. Sonreír frente a las personas aun así mis ojos se viesen tristes. Recordaba en la secundaria cuando tuve que ser el “novio" de una amiga. Que en realidad era lesbiana, pero por sus padres que no aceptaban personas con gustos diferentes, tuvo que presentarme como su pareja, en vez de a la verdadera persona que amaba; Rachel. Tuve que seguir ese juego durante más de siete meses, hasta que Clare se cansó y dijo toda la verdad a su familia. Ella había sido un gran potencial para yo le dijese a la mía que era homosexual. No había sido muy fácil y mi madre al principio no lo había tomado muy bien; pero al darse cuenta de que no podía cambiar como era, aceptó luego de unas semanas. — ¿L— Oliver? —un murmullo se oyó, sacándome de mis recuerdos y cerré los ojos tratando de parecer que estaba dormido. —Uhm —Jacob volvió a hablar esta vez más cerca; pero no hice ningún movimiento. —Lamento todo lo malo que he ocasionado en tu vida. —Tomó una respiración profunda y sentí como sus dedos tocaron mi cabello, enviando un escalofrío por mi columna vertebral —, No me arrepiento de nada, Oliver. De nada. Me fue imposible no abrir los ojos y verlo tan cerca de mí, pero a la vez tan lejos. Sonreí por inercia y el hizo lo mismo, solo que ninguna de las dos llegaba a achinar nuestros ojos. —Yo tampoco —dije. Mi voz sonaba rasposa y tuve que carraspear, —En serio. Asintió y movió su mirada por el lugar unos segundos hasta que se levantó. Creí que se iría, estaba jodidamente seguro. Pero sus piernas a cada lado de mis caderas me mostraron que él quería otra cosa. —Te necesito tanto —susurró. Unos mechones cayeron por su frente y los aparté. —No, Jacob —volteé mi rostro y cerré los ojos. —No podemos. —Por favor, Oliver... —Jacob— ... —iba a renegar, pero su dedo se posicionó en mis labios. —No quiero terminar una mierda contigo —se encogió de hombros. —Quiero que volvamos a follar como siempre, quiero sentir la adrenalina de hacer algo prohibido. Negué. No podía. —Yo sé que tú quieres —acercó su rostro al mío, hasta que nuestras narices se rozaron. Sus ojos verdes conectaron con los míos y no pude evitar que mis ojos se aguacen. Oh, mierda. Me estaba comportando como un imbécil, pero cuando estaba borracho (además de hacer estupideces), era muy sentimental. —Esto está muy mal —hablé. Mi cuerpo ya había comenzado a calentarse un poco, al sentir su peso encima mío. —Pero nos encanta —sonrió y sus labios atacaron los míos, en un beso lento. Tomó mis mejillas al ver que yo no respondía y trató de profundizarlo; pero yo aún estaba haciéndome varias preguntas en mi mente. ¿Quería esto? Oh, claro que sí. ¿Quería follar a Jacob? Claro que sí, nuevamente. Siempre que se trataba de él, terminaba diciendo que sí. No importaba que fuera lo que le dijera, siempre era así. Desde pequeños siempre me manejaba a su antojo. Como cuando teníamos trece y le cortaron su cabello como un hongo; el me pidió si podía hacerlo yo también, para no sentirse mal. Le dije que no; pero al otro día, mi cabello tenía un nuevo corte, como el de Jacob. El recién nombrado se alejó al ver que yo seguía totalmente quieto y trató de levantarse de mi regazo No lo dejé Tomé la parte de atrás de su cuello y conecté mis labios con los de él. La vida era solo una y debíamos vivirla como tal. Sinceramente, Jacob siempre había estado en mi corazón; y nunca saldría de él. A la mierda Samuel, a la mierda Nickolas, a la mierda el presidente, a la mierda los extraterrestres, a la mierda las locas obsesionadas, a la mierda todo. Me separé por falta de oxígeno y esta vez sí pude ver los ojos de Jacob achinarse, hasta casi perder de vista el color verde de ahí. —Me gustaría que esta clase fuera especial, Profesor —comenzó a hablar el rizado y reí. Yo no quería dictarle “una clase", yo solo quería hacerle el amor. — Ah, ¿sí? —él se removió en mi regazo y silbé. —Sí. — ¿Cómo? —pregunté. —Quiero que utilicemos la postura que yo diga —respondió, recalcando el “yo". Abrí mis ojos y me hice el que pensaba unos segundos, haciendo que Jacob riera más fuerte y golpeara mi hombro. — ¡Oliver! — ¿Qué, parque de diversiones? Se hizo el indignado y comenzó a golpear mi pecho, no muy fuerte. Aquella escena para cualquier persona podía ser muy tierna, y pensarían que éramos una pareja de enamorados o algo por el estilo, pero mierda, no. Éramos dos amigos que se juntaban para follar; de los cuales el más estúpido había caído en las garras del otro. —Joder —graznó el de ojos verdes y se levantó. Me senté un poco confundido y el prontamente tiró las colchas que estaban encima del sofá, al suelo. —Eso nos estorbará —justificó y se volvió a poner a ahorcadas encima de mí. —Muy bien pensado, alumno. —Daddy... —musitó y solté una carcajada. —Oh Dios, no. —Negué rápidamente —Eso está muy usado, vamos piensa en algo más. Comenzó a hacer movimientos pélvicos y abrí mi boca tratando de regular mi respiración, que ya se estaba volviendo muy pesada. — ¿Doctor? —No. — ¡Oh, vamos! —Replicó —Estoy muy excitado y ahora me pondrás a buscarte un apodo. ¿En serio? —Si —tomé sus caderas y lo acerqué más a mi entrepierna, para sentir más el roce. — ¿Payaso? — ¡No! — ¿Corazón? — ¿Corazón? —fruncí el ceño. —Sí, —dijo obvio —Siempre estarás en mi corazón, Oliver Reece. Mi estómago dio un vuelco y acepté su apodo. No me importaba como me llamase, solo se sentía bien que el dijera esas palabras. —Bien, —suspiré —Creo que sería bueno deshacernos de esto, ¿no? —señalé su pantalón y él se levantó rápidamente, quitándoselo. —Listo. Ahora tú. Se acercó y tomó mi pijama para comenzar a bajarla lentamente. La carpa que se formaba en mi bóxer era chistosa, pero la excitación había acabado con las risas. Quité mi camisa y el imitó mi acto. Para luego, los dos quedar solo en ropa interior. —Amo este tatuaje —señalé su barco. Él lo tocó y luego habló: —Yo amo ese. —se refería a la brújula que tenía en mi piel. Acerqué nuevamente sus labios a los míos y los conecté, esta vez era un beso mucho más hambriento que el anterior. Podía sentir la necesidad de los dos llenar el lugar. Mi pene estaba jodidamente apretado en mi bóxer haciéndome hacer pequeñas muecas; pero eso no hizo que parara. Luego de unos minutos, mi compañero se levantó de mi regazo y corrió por el pasillo que dirigía a la habitación principal, sin decir nada. Quité mi ropa interior, cuando lo vi llegar con un preservativo entre sus labios. Gemí. —Te ves muy sexy —alagué. —Gracias. —Pásame el condón —pedí y estiré mi mano. El rozó sus yemas de los dedos con mi palma, pero luego se alejó y negó con la cabeza. —Yo lo pongo. — ¡Bien! —exclamé. Se sentó a mi lado y rasgó con cuidado el empaque, hasta que lentamente sacó lo que usaríamos y lo comenzó a poner por toda mi longitud. Jadee un poco al verlo morderse el labio y terminar de colocarlo en mi pene. — ¿Qué es lo que querías hacer, hoy? —le cuestioné. El propondría solo por esa vez, la posición del kamasutra que utilizaríamos. —El perrito. —respondió mientras sus calzoncillos volaban al otro lado de la estancia. —Esa es muy normal —fruncí el gesto —, Deberíamos hacer otra más exótica. —No —negó. —Yo quiero esa. Me quedé unos segundos en silencio y dándome por vencido (como siempre), acepté. —Está bien. El me hizo levantarme del sofá, para que luego su cuerpo lo llenara. Estaba apoyado en sus manos y rodillas y pasé mi lengua por mis labios, sintiéndolos más resecos de lo normal. —Ohm —tarareé posicionando detrás de él, arrodillado. Su trasero quedó a mi vista y me removí en el lugar, hasta que estuve totalmente cómodo. —Bien, —respiré. —Aquí vamos. Empecé a entrar lentamente, hasta que lo llené. No me gustaba muy fuerte, aun así, el preservativo estuviera lubricado. No sabía que se sentía que te follaran, pero mis pensados era dejar que Thomas fuera mi primer. El ruloso se adaptó rápidamente a mi tamaño e inicié un vaivén lento. Era jodidamente excitante verlo retorcerse debajo de mí. Ver su rostro al llegar al clímax, ver como su estómago se contraía cuando estaba a punto. Tomé sus caderas y comencé a hacer las penetraciones más profundas, pero al momento que entraba, movía mi pelvis circularmente haciendo que él chillara algunas maldiciones. — ¡Oh! —Sollozó —Esto es el cielo. Reí, —Lo es. El tiempo pasaba y yo seguía follando a Jacob, su cuerpo había comenzado a temblar y me apoyé en su espalda para poder alcanzar su pene, el cual, comencé a masturbar. —S— si —gimió y dejó caer su cabeza en algunos cojines — ¡Mierda! Di una palmada en su trasero y lo regañé —No digas groserías. —Ohm —mordió su labio inferior. Bajé mi vista para ver como mi glande desaparecía en su cuerpo y gemí un poco fuerte. Este hombre no podía ser más sensual, porque sería ilegal. —Jacob... —susurré y apreté mis dientes. —Estoy por venirme —avisó y quitó mi mano de su pene, en el cual no había parado de trabajar, para comenzar el a masturbarse más rápido. Unos pequeños espasmos atravesaron mi cuerpo y entré más profundo en él. —Santo cielo —me incline un poco y pasé mi lengua por la columna de Jacob, haciendo que gritara. —Y— yo —comenzó — ¡Voy a llegar! ¡Oliver! ¡Maldición! Sentí como empezaba a apretar mi pene, y gruñí, sintiendo como me venía fuertemente. Cerré los ojos al sentirme mareado. Me empalé unos segundos más hasta que mi orgasmo terminó y suspiré con alivio. —Whoa —dije. Salí de Thomas y me levanté sintiendo mis piernas temblar. Había sido uno de los mejores orgasmos que había tenido en mi vida, y gracias a mi mejor amigo. Nuestra amistad era rara, los amigos no se besaban, no follaban, no hacían nada parecido a lo que nosotros hacíamos; eso era lo bueno. Nuestra relación nunca había sido “normal" —Déjame voy a botar esto. —quité el condón de mi pene. —Te espero en la habitación —murmuró y asentí. Dormiría al final de cuentas a su lado. Tenía muy poco poder en mí, cuando se trataba del oji— verde. Hice un nudo en el objeto y lo deposité en la basura, que se encontraba cerca al horno. Al volver a la sala, pude ver que todo estaba más organizado que antes y Jacob ya no estaba allí. Así que busqué mi ropa interior, me la puse e hice mi trayecto directo a la habitación principal. Entré y Thomas estaba observándome con una sonrisa, la igualé y me subí a la cama para acostarme. Su cuerpo estaba del lado izquierdo, haciendo que solo tuviera que arroparme para por fin, poder descansar. —Gracias Jacob —agradecí mirándolo. El arrugó el entrecejo y expliqué: —Por hacerme también sentir vivo. Relajó sus facciones y su voz salió baja —Gracias a ti. Miré el techo y la habitación quedó en un silencio no tan malo. Comencé a sentir un poco de frío y llamé al hombre junto a mí, que abrió sus párpados rápidamente. — ¿Sí? — ¿Puedo abrazarte? —contesté con otra pregunta. Asintió y me jaló a su lado haciendo que nuestras piernas se entrelazaran y quedara entre sus brazos. Se sentía bien; jodidamente bien. Y eso me asustaba.
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