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1717 Palabras
Oliver Entramos a la patrulla bajo la atenta mirada del policía. Bufé cuando Jacob me mostró su dedo medio. El trayecto fue de todo menos bueno, Thomas no paraba de joderme con sus “¿Ahora qué vamos a hacer?" “¿Qué nos harán?". Lo peor, fue cuando el oficial, antes de entrar al asiento de piloto dejó en mis manos el condón usado. Al principio sentí un poco de vergüenza, pero luego de pensar unos segundos, llegué a la clara pregunta de: ¿Con qué lo había recogido? Para mí, él nos estaba viendo desde hace mucho tiempo, y ahora nos llevaba para que folláramos delante de él. Reí y moví mi cabeza negativamente unas cuantas veces, ante tantos pensamientos ilógicos y graciosos. Sabía que esto no iba a ir a más que unas cuantas horas en una celda y si se pasaba a más, no había nada que el dinero no arreglara. —Oliver —me llamó mi amigo y voltee a mirarlo. —Mira. Su teléfono vibraba mostrando en la pantalla que estaba recibiendo una llamada de Nickolas, rodé los ojos y quité el aparato de sus manos. —Déjame hablar con él. Moví mi pulgar por la pantalla y acepté la llamada. Una voz se hizo presente del otro lado y no pude evitar que la bilis subiera a mi garganta. —Bebé —gimieron del otro lado — ¿Cuándo llegas? Me quedé en silencio esperando que continuara y así lo hizo. —Te necesito —susurró y pronto otro gemido salió de su garganta. —Lo siento, no soy tu novio —dije. Pude escuchar algunas maldiciones y aparté el teléfono de mi oído e hice una mueca. Asco, asco, asco. Jacob, quien me miraba atentamente preguntó: — ¿Qué pasó? —El hijo de puta se estaba haciendo una paja y dijo que te necesitaba. —traté de que mi voz saliera normal, pero me di cuenta de que había salido como un gruñido. —Oh —su rostro comenzó a tomar colores y rodé los ojos —. Qué vergüenza. —Si, si, sí. —hablé y le pasé su móvil. Me acomodé un poco en el asiento y miré por la ventana. Estaba cansado y había sido un jodido estúpido por aceptar que folláramos en ese auto. El tiempo pasó rápidamente y pronto estábamos dentro de una celda en la estación de policía. Me senté en el suelo y pasé una mano por mi cabello. ¿Qué estaba haciendo con mi vida? Cuando Jacob se casara, ¿Sería capaz de seguir teniendo sexo con él? No, absolutamente no. Gemí por la frustración y el oficial de turno llegó diciendo que debíamos pagar unos cuantos billetes por la multa y llamar a alguien que viniese a recogernos para evitar cualquier “incidente" como el que había sucedido. —Yo pagaré —me levanté del frío piso y caminé hasta estar junto al oficial de apellido Gordon — quien le hacía mucho honor a su apellido—, y Jacob. —Entonces, yo llamaré a alguien. —avisó el de ojos verdes. Asentí y se fue. El oficial nos sacó y pagué la fianza, mis ojos estaban cerrándose cada vez más y estaba agradecido que fueran a recogernos, porque podríamos ocasionar un accidente. —Listo —Jacob llegó a mi lado y lo miré alzando una ceja. — ¿A quién llamaste? —A Samuel. Mis ojos salieron de sus órbitas y abrí la boca. Ay, sí que era idiota. — ¿¡Qué?! Se encogió de hombros —Viene en camino. Está furioso. Miré el oficial quien nos veían totalmente entretenido comiendo una dona y decidí jalar a Jacob lejos de él. Necesitábamos privacidad y no precisamente para coger. —Eres un estúpido —escupí — ¿Cómo se te ocurre traer a Sam? ¿Estás loco? —Mira —su dedo índice tocó mi pecho donde se encontraba mi corazón, que comenzó a latir rápidamente. —Vete a la mierda. Me reí sin una pizca de humor y lo empujé. —Claro, ahora que ya me probaste; y arreglé todas tus mierdas con Nick me mandas a la mierda, que bien —elevé mis brazos. —No me vengas con que arreglaste mis cosas con Nickolas, porque tú decidiste ayudarme, además de que me tratas como tú “follamigo". —Me da gracia que te vayas a casar con alguien que dijo que desde que te dejas follar de otras formas — valga la redundancia decir—, que yo te enseñé ahora si quiere estar contigo para toda la vida. —cambié de tema. — ¡No me jodas! —gritó. Esta era la pelea más fuerte que habíamos tenido, desde que éramos amigos, y tal vez a la mañana siguiente me arrepintiera, pero en ese instante quería herirlo. — ¡Te jodo porque me importas! —Igualé su tono de voz — ¡Él no es el hombre de tu vida! Se quedó unos segundos en silencio y luego todo sucedió muy rápido. Su puño había impactado mi pómulo izquierdo. Mis ojos comenzaron a picar por las lágrimas retenidas y me alejé. Él no era el Jacob que yo había conocido. Él nunca había sido capaz de golpearme. —No me vuelvas a hablar en tu vida —susurré aun con mi mano en mi mejilla. Su rostro cayó y sus ojos comenzaron a brillar. —Oh Dios... Gemí débilmente al tocar con un poco de fuerza donde me había golpeado y al verlo acercarse, me alejé algunos pasos más. —Esto se acabó Thomas. —No, Oliver —sollozó. —No, no y— yo lo lamento, por favor. Sentí algunas lágrimas salir de mis ojos, pero rápidamente negué apartándolas —Adiós “follamigo" — cité sus palabras y caminé hacia la salida del lugar. No iba a esperar a Samuel. Que se jodiera, solo quería estar en mi departamento de soltero, sin tener a nadie molestándome con sus palabras hirientes. El frío de la noche me envolvió y comencé a tiritar. No conocía donde estaba, pero trayendo conmigo mi billetera, estaba a salvo. Caminé algunas calles hasta que logré divisar un taxi a lo lejos. Me sentía decepcionado un poco, había tenido esperanzas de que Jacob me hubiera seguido y dicho que lo perdonara, pero no había sido así. Todo era un asco. Mi vida había cambiado demasiado cuando semanas antes le había hecho esa propuesta a Jacob. Nunca debí haber estado con él. Tenía que respetar a mi novio y a su prometido. Pasé mis manos por mi rostro y golpeé la ventanilla del taxi, haciendo que su conductor; un hombre de más de cincuenta años sonriera y me diera paso dentro del coche. Le dije la dirección del edificio y saqué mi teléfono, había estado vibrando todo el tiempo y Thomas era el porqué. Veinte llamadas de su número, seis mensajes de voz y tres de Sam adornaban el objeto. Decidí apagarlo y esperar. Cuando el conductor llegó, le pagué y corrí dentro de la recepción. Saludé y me encaminé al ascensor. Al momento de abrir la puerta principal del departamento supe que estaba roto. Mucho. Mi pecho comenzó a doler y tuve que tomar asiento en un pequeño sofá, de la estancia. Respiré profundamente y un sollozo salió de mi garganta. Tapé mi boca tratando de calmarme, pero me fue imposible cuando comenzaron a salir otros, acompañándolo. — ¿Por qué? —musité. Miré la hora en el reloj que colgaba de la pared y para ser las nueve de la noche, todo estaba muy apagado. Fui a la cocina y tomé una botella de licor de la despensa. Emborracharme me ayudaría para eliminar el dolor que estaba sintiendo. Al volver al sillón, y tomar la primera copa que quemó un poco mi garganta, pude volver a hacerme otra pregunta. ¿Por qué me dolía tanto haberme peleado con Jacob? Tal vez porque era mi mejor amigo desde hace muchos años, y básicamente habíamos terminado nuestra amistad. Pero era ilógico, yo no era de las personas que lloraban como lo estaba haciendo. Tal vez me gustaba —No —hablé bajito cuando la copa nueve fue llevada a mis labios. Comencé a golpear los cojines del sofá y gimoteé. Quería a Jacob. —Te odio Nickolas —exclamé. —Me lo quitaste. Me paré a la decimoquinta copa y mi visión se tornó dificultosa, pateé la mesa de centro y los cristales se hicieron trizas en el suelo. — ¡Odio esto! —grité. Por fin comprendía todo. Me gustaba Jacob Thomas y lo había perdido. Él nunca había sido mío, y nunca lo seria, pronto se casaría y seria feliz. Y me alegraba por él, porque su felicidad era primordial. Caí de rodillas encima de los pequeños vidrios haciendo que chillara, pero no me moví. El dolor físico contrarrestaba mi dolor emocional. —Quiero ser un niño —tapé mi rostro con mis manos. —Quiero a mamá. Mis ojos comenzaron a cerrarse y rápidamente me dormí. (...) Unos golpes y gritos se oyeron fuera de mi departamento, seguidos de golpes en la puerta principal. Abrí mis ojos y gemí un poco. Mi cabeza dolía al igual que mis extremidades. Me levanté cuidadosamente y pude ver algo de sangre en mi cuerpo. Me alerté y toqué todos los lugares donde se veía; haciéndome aullar. Tenía pequeños cortes, no tan graves. Los golpes y gritos siguieron hasta que me digne a abrirle al maniático que estaba como loco. Los ojos esmeraldas de Jacob — que estaban inyectados de sangre— conectaron con los míos, y aparté la mirada. — ¿Qué quieres? —pregunté luego de unos segundos en total silencio. —Perdóname —su voz sonaba más ronca de lo normal y por su aliento, pude darme cuenta de que había tomado. Al igual que yo —Aléjate —moví mis brazos para cerrar la puerta, pero no me dejó. Su cuerpo cayó de rodillas frente mío y abrí mis ojos sorprendido. ¿Qué mierda? Comenzó a temblar y traté de levantarlo, pero era jodidamente pesado. —Levántate, ahora —le dije, pero no me hizo caso. —No —su voz salió distorsionada. —Perdóname Oliver, soy un mal amigo. No quería decirte eso. —Tú no eres mi follamigo. —la tristeza era evidente en mi tono de voz. —Lo sé, pero estaba jodido en ese momento. —Primero levántate —le pedí. No creí que fuera a hacerlo, pero su cuerpo comenzó a moverse y se ergio en toda su altura. —Lo siento —volvió a disculparse. —El que lo siente soy yo —miré al suelo. —No quiero dejar de hablar contigo, Oliver. Eres mi mejor amigo. —Y tú el mío. —Tomé una bocanada de aire —Pero, creo que no podemos seguir teniendo sexo. Está mal. Asintió y pasó dentro del departamento. — ¿Qué sucedió aquí? —cuestionó al mirar toda la estancia. Rasqué mi nuca y me encogí de hombros. No quería hablar de eso. —Es tarde —dije —Creo que es mejor que duermas y luego hablamos de todo lo que sucedió. —No va a ser igual que antes, ¿cierto? Sabía a lo que se refería. Y no, nada volvería a ser igual que antes. Sobre todo, ahora que sabía que el me gustaba, tenía que alejarme. No quería enamorarme de él y luego salir lastimado. —No. Asintió y se dirigió a mi habitación. Suspiré y decidí que tenía que arreglar el desastre que había ocasionado sin importar que faltaran tres horas para que amaneciera.
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