Capítulo 1: La traición
AVERY
No puedo creer que llegó el gran día: Mi boda. ¿Y qué mejor que con el amor de mi vida?
Camino con mis incómodos tacones blancos hasta la puerta del gran salón. No me siento triste en lo absoluto por no tener a mi padre, o a mi madre al lado para que me entreguen en el altar, o a ningún tipo de familiar, en realidad estoy bien así.
—Está bien —tomo aire—, yo puedo con esto. Solo es entrar, caminar sin tropezar, sonreír como una princesa para que las fotos queden perfectas, decir: “sí, acepto” y luego besarnos con pasión, pero no demasiada para que mis suegros no me juzguen, y luego salir felizmente casados para tener la vida que siempre soñé. ¿Qué tan difícil puede ser?
Repaso mentalmente otra vez los pasos a seguir, mientras me acomodo mi vestido corte sirena, con encaje y brillos sutiles, que me acentúa muy bien mi figura y resalta mis pechos debido al escote en forma de corazón. Es el mejor vestido que encontré en el poco tiempo que tuve para planear todo, sin embargo, no fue nada barato, en realidad fue el más costoso que había en la boutique. Pero no me arrepiento, al fin y al cabo, esto solo sucede una vez en la vida, pero las fotografías y las bocas abiertas de todos los invitados al verme, son para siempre. En especial la de mi esposo, aunque prefiero que me lo quite rápido y vea lo que traigo debajo sólo y exclusivamente para él.
Sostengo con mis dos manos sudorosas el ramo de rosas blancas que yo misma escogí, es precioso.
De repente, las grandes puertas de madera se abren y la marcha nupcial comienza a sonar. Por inercia, mis pies se mueven al ritmo de la música. Muestro mi mejor sonrisa, la más encantadora y la más enamorada mientras veo a mi futuro esposo con un esmoquin color crema, que contrasta a la perfección con su piel bronceada y su cabello n***o, se ve muy elegante y atractivo.
El salón es grande, decorado con un bello candelabro que cuelga del alto techo, las luces son cálidas e iluminan perfectamente todo el lugar. A mi lado derecho, se encuentran unas 50 personas, muchas de ellas desconocidas para mí. Todos son familiares de mi esposo. Y a mi lado izquierdo, la misma cantidad de sillas decoradas con exquisitos moños blancos, pero vacías. Ningún familiar de mi parte, porque no tengo ni uno.
Camino por el largo pasillo cuando reparo en que se me han olvidado las damas de honor. Mierda, sabía que algo faltaba. Con razón el vacío tan extraño al lado del altar. Bueno, igual no tengo a nadie, excepto mi mejor amiga que se encuentra en el culo del mundo, y me rehúso a pedirle a mi cuñada ser mi dama de honor. De todas maneras, ya es demasiado tarde.
Sonrío directamente a la cámara de la izquierda que está a lo lejos, es casi imperceptible para que no irrumpa con la estética del lugar, pero ya que yo le pedí al fotógrafo que la acomodara ahí, sé perfectamente donde está.
Acelero un poco el paso porque el pasillo se siente interminable y creo que voy muy lento.
Llego al altar y antes de tomar la mano de mi amado, giro mi cabeza hacía dónde está mi suegra y le sonrío con verdadera felicidad. Siempre quise agradarle, y aunque hasta ahora no ha funcionado muy bien, sé que lo lograré.
Nos tomamos de la mano y mis lágrimas amenazan con salir. Le dedico una sonrisa y me la devuelve mirándome con sus encantadores ojos.
—Te vez preciosa, amor mío —susurra.
—Gracias. Tú igual —digo con su mismo tono.
—No veo la hora de quitarte ese vestido —me mira con una sonrisa pícara.
—Entonces vas a morirte cuando veas lo que compré y tengo debajo —digo solo para que él me escuche.
Ambos nos sonreímos con picardía. El padre Ernesto carraspea la garganta sacándonos de nuestro hechizo. Mis mejillas se sonrojan de la vergüenza, parece que él también nos ha escuchado.
—Queridos familiares y amigos, estamos hoy aquí reunidos para celebrar con gozo la unión entre Avery Dawson y Derek Soto en matrimonio. Este es un día especial donde se unen dos almas y se celebra el amor —habla fuertemente el padre Ernesto, iniciando la ceremonia.
Mi corazón late con fuerza por la felicidad que siento dentro, va a explotar de alegría.
—Ahora, Derek y Avery compartirán sus votos —me señala con una mano— Avery, por favor comienza.
Siento un nudo que se me forma en la garganta así que trago saliva para hacerlo desaparecer. Derek y yo nos quedamos cara a cara mientras nos tomamos de ambas manos. A él también le sudan.
—Te elijo a ti —mi voz sale temblorosa—, Derek, como mi compañero de vida. Prometo amarte y respetarte, en los buenos y en los malos momentos, siempre apoyándote y caminando a tu lado. Desde el momento en que te conocí, supe que había encontrado a alguien especial. Prometo ser tu amiga, tu amante y tu confidente, ahora y siempre.
Él me sonríe con su habitual calidez y gesticula con la boca un “te amo”.
—Te elijo a ti, Avery, como mi esposa. Prometo amarte sin condiciones, cuidarte y ser fiel a ti en cada paso de nuestro camino juntos. Eres mi inspiración y mi alegría. Prometo estar a tu lado en cada desafío y celebrar cada momento de felicidad contigo.
Brota de mi ojo una pequeña lágrima de felicidad, arruinando así mi maquillaje.
—Ahora, por favor traigan los anillos.
El pequeño Kyle, se acerca corriendo por el pasillo con los anillos en una bella canasta, es la copia en miniatura de Derek. Aunque es obvio, pues es su hermano menor.
El niño nos los entrega a cada uno en la mano, se ríe y luego se dirige hacia su madre.
—Los anillos son un símbolo del amor y el compromiso que se están haciendo hoy. Derek, ¿tienes el anillo para Avery? —pregunta el padre.
—Sí lo tengo —responde.
—Coloca el anillo en el dedo de Avery y repite después de mí: “Te doy este anillo como símbolo de mi amor y compromiso”.
Derek lo repite mientras pone en mi dedo el precioso anillo color oro blanco que yo misma elegí y pagué. No me arrepiento en lo absoluto de mi compra, seré la envidia de toda la ciudad.
—Y tú, Avery, ¿tienes el anillo para Derek? —la voz gruesa del padre Ernesto vuelve a resonar en todo el lugar.
—Sí, lo tengo.
—Coloca el anillo en su dedo y repite después de mí: “Te doy este anillo como símbolo de mi amor y compromiso.”
—Te doy este anillo como símbolo de mi amor y compromiso —repito pausadamente para que él note mi completo amor en cada palabra, y pongo la argolla que mandé a diseñar para él en su dedo.
Ambos levantamos ahora la mirada y noto que tiene los ojos llorosos. Está a punto de llorar. Lágrimas de completa alegría.
El padre carraspea otra vez la garganta. Me está empezando a fastidiar, es como si quisiera que ni nos miráramos con amor.
Entonces continúa:
—Antes de proceder a la declaración de matrimonio, quiero preguntar: ¿Hay alguien aquí presente que se oponga a esta unión? Si es así, hable ahora o calle para siempre.
Que pregunta tan innecesaria, es más que lógico que nadie se opone. ¿Aún en el siglo XXI siguen diciendo lo mismo? Por favor que se actualicen, eso solo pasa en las películas o en los libros.
Se instala un silencio sepulcral en el salón. Así que prosigue:
—Entonces, con el poder que me ha sido otorgado…
Ambos nos miramos con emoción.
—Los declaro mari-
—¡Yo me opongo! —las puertas se abren de golpe y una mujer de cabello n***o que parece que hubiera corrido un maratón, grita, haciendo que todo el mundo voltee a observarla.
¿QUÉ MIERDA?
—Yo… —intenta tomar aire poque al parecer sí venía corriendo— Yo me opongo, detengan esta boda —dice casi ahogada.
El padre interviene.
—¿Qué es esto muchachita? —su voz no suena sorprendida, parece que a lo largo de toda su vida ha tenido que escuchar esto varias veces.
La gente empieza a murmurar, pero ni siquiera soy capaz de escucharlos.
Ella ignora la pregunta del padre y le habla a mi esposo.
—Derek, yo te amo. No puedes casarte con esa —me señala con un dedo.
Abro los ojos como platos, siento que la ira se acumula en mi estómago y empieza a ascender. ¿Me acaba de decir “esa”?
—¿Quién carajos te crees para venir y arruinar mi boda, maldita loca? —las palabras salen de mi boca con veneno. Aprieto aún más fuerte la mano de Derek.
Ella me ignora por completo.
—Por favor, amor, no te cases, nosotros debemos estar juntos. Yo sé que tú me amas —se acerca un poco.
Un paso más y le arranco la cabeza con mis propias manos. Siento mi cara caliente por la ira. Hasta que me percato del rostro de mi esposo: Está pálido y ha perdido todos los colores.
Y es ahí cuando me doy cuenta de que sí sabe quién es.
—Derek, ¿la conoces? —no puedo creer que esté preguntando esto.
Él ni siquiera es capaz de mirarme. Sus manos empiezan a temblar y su respiración se vuelve intermitente.
—¡Pues claro que me conoce! —dice la mujer de cabello n***o desenfadado y piel canela.
—¡Tú te callas en este instante o te juro…! —suelto a Derek de la mano con un enfado indescriptible y me dirijo hacia esa loca. No sé dar un puñetazo, pero siempre se puede aprender.
—¡Estoy esperando un hijo tuyo! —dice de golpe.
Mis pies frenan y el mundo se me viene encima. No puedo respirar y empiezo a ver todo borroso, incluso las luces me encandelillan.
Caigo al suelo de rodillas porque un extremo dolor en el brazo izquierdo me deja paralizada y el ardor sube hacía mi corazón. Tomo mi pecho con una mano.
Un segundo veo a Derek correr hacia mí, y al otro; todo se oscurece.