PARTE I. CAPÍTULO 01. HABÍA UNA VEZ, UN SUICIDIO.
PARTE I. "HASTA QUE TE PASE A TI, NO SABRÁS CÓMO SE SIENTE". LADY GAGA.
Había una vez, un s******o del cual actualmente nadie sabe nada, en una época donde la discriminación humana y la condena eran cosa del día a día. Sí, así comienza este cuento de hadas, con una tragedia donde la principal protagonista se quita la vida viéndose obligada por las circunstancias, escapando de la crueldad que la perseguía y la asechaba. Porque a veces el final de una tragedia, puede ser el comienzo de algo nuevo, de algo diferente, de algo mejor.
El salto ángel, es el salto más alto del mundo, y es exactamente el mismo salto que ella daría en ese instante, ella estuvo muchas horas corriendo en búsqueda del amor de su vida, un amor prohibido por el cual se les realizó una persecución para acabar con ambas vidas, ella dejó escapar lágrimas de dolor pensando el por qué su historia de amor tenía que haber acabado de esta manera, tan solo por tratarse de un romance hacia alguien de su mismo sexo, ella recordó aquellas imágenes, donde quienes las perseguían la atraparon e hicieron de aquella chica un desfiladero de sangre, haciéndola pasar por enormes agonías físicas y psicológicas antes de asesinarla, Escarlata estaba escondida viendo como ellos masacraban al amor de su vida, si ella hacía un solo ruido sería descubierta y ese habría sido su destino, ella recordó la forma en la que ellos mutilaban a su mujer, la pateaban y quemaban hasta finalmente haberle arrebatado la vida, una vida que de no ser por la época habría sido feliz.
Escarlata encontró la forma de escapar, pero ellos venían ahora, ella regresó a la realidad escapando de aquel doloroso recuerdo ocurrido tan solo hace algunos minutos, desde atrás ella podía escucharlos, gritos llenos de sed de sangre, pasos acelerados, ellos venían con antorchas en sus manos, dispuestos a asesinar a Escarlata tal como hicieron con ella. Ella estaba feliz, a pesar de la enorme tristeza que la rodeaba, porque su muerte sería más pacífica que la que tuvo que contemplar minutos atrás, sus cabellos rojos eran cortos, ambas se vieron en la obligación de cortar sus cabellos para que no las sujetaran por los mismos, ellas sabían que serían perseguidas.
Se quedó observando la orilla del salto ángel, viendo el agua caer hasta abajo, como un fenómeno hermoso, sus ojos verdes dejaron de escapar varias lágrimas, pensó en su amada, a la cual se dirigió como si estuviera viva, como si estuviera a su lado.
— Si tu espíritu está oyendo mis palabras... No olvides que soy tu Escarlata— dijo, tragando saliva, dejando escapar una lágrima de alegría, alegría porque por fin sus penas llegarían al final— Te amo, Maria Magdalena.
Se escuchaban los gritos y los pasos, se veían las antorchas de ellos, ella podía verlos desde muy abajo corriendo buscando localizarla, pero aún no daban con su paradero, su vista volvió al acantilado, dio un brinco y sintió caer su cuerpo en el salto más alto del mundo, mientras pensaba en su amada Maria Magdalena, fue entonces cuando sus ojos se cerraron y una sonrisa se formó en sus labios sin que estos se abrieran, en sus delgados labios.
...
La comisaría estaba llena de todo tipo de casos, de todo tipo de criminales, entre tantos casos estaban dos jóvenes muy enojadas una con la otra: Escarlata y Maria Magdalena, Escarlata, chica pelirroja de cabellos largos que tenían varias horas de secado, blanca, de ojos verdes y labios rojos debido al carísimo labial que usaba, el maquillaje la hacía parecer una verdadera modelo, en lugar de una criminal esposada, vestía unas bragas y unas sandalias de tacón tipo zuecos. Por otra parte, estaba Maria Magdalena, una morena de cabellos cortos que no llegaban a sus hombros, de maquillaje llevaba apenas polvo, delineador de ojos, de cejas y brillo de labios. Los demandados iban pasando junto a los demandantes, hasta que finalmente el oficial se dirigió a este par de chicas.
— Es su turno— dijo el oficial llamándolas— ¿Cómo se declara usted?— Se dirigió a Escarlata cuya mirada estaba ida, pero apenas le dirigieron la palabra, miró fríamente a aquel oficial directamente a los ojos.
— Inocente— respondió con un tono seco, ceño fruncido y expresión corporal relajada— yo lo único que hice fue escribirle una nota en el cacillero del internado, pero usted sabe... Las personas homofóbicas son muy dramáticas.
— ¡No te niegues, asquerosa!— Exclamó furiosa mientras a gritos maldecía a la joven retenida, veía en sus ojos las ganas de golpearla, veía en sus ojos las ganas de torturarla hasta dejarla sin vida alguna— tú eres una— volvió a maldecirla, "¿No tiene otra palabra para dirigirse a mí?" pensó Escarlata cansada del asunto— lesbiana pervertida cochina, acosadora, ¡Mereces estar aquí y no salir jamás! Mereces morirte tras las rejas.
— Yo no la he besado, no la he tocado, lo único que hice fue decirle: Maria Magdalena: Me gustan las mujeres, ¿Merezco estar presa por tener una forma de amar diferente a la de ella, o a la suya señor oficial?— Preguntó la joven— claro, ella cree que le gusto, me gustan las mujeres, no las basuras como Maria Magdalena.
— ¡Basura tú! Esa vida tuya, metiendo dedos, chupando...
— ¡La joven Escarlata no irá presa! Tengo casos más importantes, y una persona no puede ir presa por homosexual, de eso se encarga la mano de Dios, no la mano del hombre, ¿Qué decía la nota? Señorita Maria Magdalena, si no me lo dice no tomaré en serio su caso. Quiero ver esa nota— ella frunciendo el ceño la sacó, el oficial de policía la leyó.
— "Tu grado de homofobia es directamente proporcional a tu grado lésbico ¡Besos!" Bueno, honestamente la joven Escarlata Arriechi tiene razón, usted, Maria Magdalena Maturín, está enferma.
— ¡La enferma es ella!— Exclamó hecha una furia.
— La homosexualidad no es una enfermedad— dijo la pelirroja soltando una risa irónica— la homofobia sí, hasta en f*******: aparece eso— volvió a maldecir a Escarlata, llamándola esta vez "Zorra" la joven homosexual se alegró porque por fin la joven homófoba tenía otro insulto diferente, algo para variar.
— ¡Ya, retírense, tengo mucho qué hacer, crímenes de verdad! No tengo tiempo para perderlo en ridículos juegos de niñas inmaduras.
Maria Magdalena se fue hecha una furia de la comisaría, Escarlata salió un tanto irritada, ella no tenía que haber pasado por esa situación por culpa de la homofobia de la que era su compañera de habitación del internado, ni siquiera la consideraba amiga, o sea, ¿Cómo llamar amiga a alguien así? Escarlata salió, su expresión corporal, sus dotes físicos, todo era un imán para los hombres, pero a ella simplemente no le atraían, esa era su forma de ser natural, femenina, llamativa, lo cual le hacía complicado el saber la reacción de los demás cuando les dijera sobre su sexualidad. Maria Magdalena reaccionó mal, y ella sabía que eso le costaría caro en el internado.
Ambas, cada una por separado, regresan al internado, Escarlata estuvo en la parada unos minutos hasta que llegó un Taxi, ella le indicó a dónde debía dirigirse, llevaba consigo una cartera muy hermosa, de la cual sacó un cuaderno y un lápiz para hacer sus tareas, ella hizo el borrador de un ensayo que tenía que entregar mientras llegaba al internado. Al llegar le pagó al taxista una buena suma de dinero y entró al internado, el guardia de seguridad la recibió. Ambos se saludaron con una "Feliz noche" dándose un apretón de manos.
— ¿Dónde está Maria Magdalena?— Preguntó el guardia.
— Ni siquiera quiero saber de ella— respondió agriamente Escarlata.
— Bueno, ¿Solucionaste el problema?— Él vio cuando la policía me sacó del internado por culpa de Maria Magdalena. Fue algo bien planeado para que ningún estudiante estuviera al tanto, fui llamada por el guardia, fue él quien afuera me entregó.
— Sí, fue una estupidez, nunca debió pasar.
— Lo siento, pero... Eran órdenes del policía y de Maria Magdalena, ella venía con un carro policial y seis oficiales, seguro les pagó para que le hicieran caso.
— Está bien, tú no eres el malo, la mala es ella— dijo Escarlata muy enojada.
— Bueno, joven, pase, ¡Le va a dar un resfriado!— Asintió con la cabeza despidiéndose con un ademán del guardia.
Subí hasta la habitación, afortunadamente no fui interrumpida ni vista por nadie, todo estaba perfectamente solitario. Entré con la llave de mi bolso a la habitación, una vez allí me desvestí quedando en sostén y cacheteros, de color rosados, el cuarto consta de una litera, dos armarios, un Router para tener acceso al Internet, dos escritorios para estudiar y una biblioteca pequeña con libros útiles para nuestro aprendizaje.
Ella entró de la nada, al verme en la litera de arriba se quedó sorprendida, sus ojos se posaron sobre mi rostro, sobre mi cuerpo y regresaron a mi rostro.
— Tú tienes que estar confundida— aseguró Maria Magdalena— ¿Cómo vas a ser lesbiana? O sea, eres hermosa y femenina, mucho más que yo.
— Creo que la confundida eres tú— le dije— o sea, mira ese cabello tan corto, no eres femenina, te molesta usar maquillaje ¿O crees que no lo he notado? Te gustan las cosas extremas y atléticas.
— ¡El hecho de que sea algo varonil no quiere decir que sea una asquerosa de esas!
— El hecho de que yo sea femenina no quiere decir que sea una hetero, los hombres me enferman, te diré. Así como a ti te enfermamos nosotras... ¿Por qué no te cambias de habitación? Si tan repulsiva te parezco.
Ella frunció el ceño.
— Porque... Quiero verte de cerca, para ver cómo te voy destruyendo poco a poco.
— ¡Sigue soñando! Ya viste que denunciarme con la policía no funcionó, ¿Qué más vas a hacer?
— No sabes de qué soy capaz, bruja del demonio— dijo, admito que me reí a carcajadas al escuchar eso.
— Dios me libre de enamorarme de ti.
— ¡No!— Negó con la cabeza— Dios te odia, porque incumples su principal orden: ¡Háganse fructíferos!
— Puedo hacer inceminación artificial con un hombre, tener un hijo y criarlo con mi mujer... En un futuro muy lejano, reproducirse no es un problema, ¡Estamos en el siglo XXI, o sea, hello!
— Tú de verdad estás confundida— gruñó— sólo por eso no dejo de tratarte, pero... Voy a dormir, ni se te ocurra acercarte a mi cama— ordenó furiosa.
— ¿Por qué lo haría? Mira, Maria Magdalena, no eres la última Coca Cola del desierto como para fijarme en ti, tengo muchas opciones, mejores que tú, más bellas que tú, más amables que tú, o sea, que valen más que tú, tengo muchas opciones mejores como para fijarme en una escoria como tú— aseguró Escarlata muy molesta.
— ¡Sólo lo confirmas! Ustedes son unas cualquieras, se acuestan y hacen orgías entre ustedes, ¡Morirán de SIDA!
— ¿A ti no te llueven los chicos?
— Eso es diferente...
— ¡No! No lo es, lo único que cambia es el género, lo demás, se queda exáctamente igual. Tengo mil opciones mejor que tú, pero no he dicho elecciones, no escojo todas mis opciones, claro, escogería hasta a un árbol antes que a ti.
— ¡¿Y crees que yo no?! Feliz noche— Al decir eso se lanzó a su cama.
— Feliz noche— le respondí, volví a encender la música de mis audífonos y a perderme en esta... ¡Esta enana pretende dormir con el maquillaje encima!
— ¡Epa!— Le exclamé muy enojada— ¿Sabes que estás maltratando tu cutis al pretender dormir con maquillaje encima?
— ¡Ah, ya! Eso no importa— qué mujer tan descuidada, en serio.
— ¡Ve, Maria Magdalena!— Le dije muy autoritaria— aunque me gustan las chicas sigo siendo la Escarlata que siempre está pendiente de ti.
— ¡Ve tú primero! Y hazme el favor de colocarte algo de ropa, no pretendas que vas a provocarme andando en ropa interior.
— No tengo la intención de provocarte, si la tuviera ya te habría hecho mía, ¿Sabes? Ya te lo dije: No eres la última Coca Cola del desierto, más bien, eres la peor de las opciones.
Al decir eso, Escarlata se fue al baño a lavarse el rostro, tardó varios minutos debido a que se lava dos veces su cara, luego usa todos esos productos para quitar el maquillaje, vuelve a lavar su cutis y aplica crema para el mismo, luego de unos veinte minutos, Escarlata deja el baño, caminando descalza por la habitación dejó la puerta del baño abierta con la luz encendida, Maria Magdalena no se levantó hasta que Escarlata subió, era demasiado precavida, mucho más que antes, y todo por una estúpida homofobia.
Maria Magdalena no soportaba tener que mantener el contacto con ella, pero lo hacía para ser cortés, lo cual no le funcionaba, ella en menos de dos minutos salió del baño con su cara lavada, observó a Escarlata sin maquillaje, sus cabellos rojizos largos que se esparcían a lo largo del colchón de la litera, observó aquellos labios rosados, su color natural, labios pequeños que dejaron ir una sonrisa pequeña mientras sus ojos estaban cerrados, dejándose llevar por Nuclear de Mike Oldfield, ella amaba esa canción, tanto Maria Magdalena podía escucharla de lo ¡Alto! Que estaba el volumen, ella se fue a su litera de abajo luego de haber admirado a aquella Escarlata, verla de esa forma, con los ojos cerrados, rostro sereno y labios delgados, esbozando una pequeña sonrisa con los labios cerrados, fue como un golpe para su corazón, un golpe que ella no entendió, tuvo la sensación de un Deja Vu, a pesar de que era la primera vez en su vida que veía a Escarlata con esa expresión.
Valga la redundancia... A veces los finales trágicos son el comienzo de algo nuevo.