Un asesino en el aeropuerto

—No puedes hacerlo. —Es mi decisión definitiva y no vas a detenerme. El joven caminaba de un lado a otro riéndose de sus propios pensamientos y con el arma temblándole en las manos. —Ellos deben de pagar. —Son inocentes... —¡NO LO SON! Ellos me robaron lo que debió de ser mío. —¿Qué harás? —Los recibiré con mucho amor, ellos quieren amor yo se los daré. Su carcajada sonó por toda la enorme bodega abandonada provocando que las espantadas aves salieran por el conducto de aire destrozado chillando como si ellas hubieran presentido lo que iba a pasar. —Los mataré... ¡Si! ¡Lo haré!   —¡Uriel, despierta! Ya llegamos. El mexicano abrió los ojos y miró por la ventana feliz de la vida por estar de nuevo en México, su México lindo. —Presiento que algo nos va a pasar —chilló con emoción Alexis, de nacionalidad ecuatoriana, parándose de su asiento. —De seguro algo malo si Lucas no consigue ir al baño pronto —comentó Santiago, de nacionalidad colombiana, riéndose. Todos rieron y Lucas, de nacionalidad brasileña, fue corriendo al baño del avión. Después de unos minutos salieron del avión muy alegres y recibidos por el hermoso atardecer que les avisaba que la noche estaba por caer. —Chicos, las fans nos esperan con mucho amor —comentó Ángel, el último integrante de la banda y de nacionalidad cubana. —Con mucho amor —repitió Uriel con una gran sonrisa.