Leonardo Los días han pasado hasta convertirse en semanas y, sin dejar de insistir con Camille la llamo cada día, obteniendo siempre el mismo resultado: llamadas sin responder, pero sin dejarme decaer, decido visitarla esta noche en su casa. Justo cuando estoy por tocar a su puerta, recibo una llamada de mi abuelo y aplicando la misma jugarreta de Camille, la ignoro. No deseo que me interrogue sobre mi supuesta relación con ella. Después de unos segundos toco a la puerta y para mi mala suerte es su ama de llaves quien me recibe, pero contra todo pronóstico, en esta ocasión no parece desear echarme a patadas, por el contrario, se porta bastante amable. —Lo siento, la señorita Camille no se encuentra. Tuvo una cita y volverá más tarde. Decido esperarla en mi auto y al cabo de más de un

