Capítulo 2

866 Palabras
Zara No hay nada especial en Italia. Hace calor, no hablo el idioma, y cada ciudad importante es una trampa para turistas. Quería ir a algún lugar auténtico, y así terminé en Sciacca, una pequeña ciudad costera en el sur de Italia. Si fue una buena idea o no, está por verse. Debería haber venido con alguien, pero mi hermana Megan me convenció de que un viaje en solitario me haría bien. Alejarme de los gemelos, tomar algo de sol, bailar con extraños… Sí, más o menos dejé ese estilo de vida después de que me dejara con dos niños que nunca conocerán a su padre. Estoy sentada en una habitación de hotel helada, mirando al presentador de noticias hablar en italiano sin entender ni una sola palabra de lo que dice. Se siente más seguro que salir, pero está lejos de ser la escapada divertida que había planeado. Apago el televisor con el control remoto y la pantalla queda en n***o. La miro unos segundos antes de despegarme a regañadientes de la estrecha cama para cambiarme de ropa. Se siente bien tomarme mi tiempo después de tener que andar corriendo todo el tiempo para atender a los gemelos, pero si me lo tomo con demasiada calma, la semana se me va a ir sin haberla disfrutado. Una semana sonaba a mucho, pero ya pasó un día y no he hecho absolutamente nada. La ducha chisporrotea antes de soltar un chorro constante de agua, y me pregunto si es seguro beber del grifo o si debo seguir tomando agua mineral carísima para mantenerme hidratada. No estoy arruinada, pero preferiría gastar el dinero en cosas que no puedo conseguir gratis. Como bebidas con un poco más de fuerza. Ya es de noche, y una salida al bar local podría darme la energía que me ha faltado todo el día. Solía pasarme las noches en vela todo el tiempo. Solo han pasado cuatro años. Cuatro. En ese tiempo podría haberme graduado de la universidad. Podría haberme enamorado y casado. Cuatro años suenan a mucho y a poco a la vez. Es mucho para criar gemelos sola, pero es una minucia en el gran esquema de las cosas. Tampoco es suficiente para olvidar al hombre que cambió mi vida y me bendijo con mis dos hijos. Odio tantas cosas de él, pero nunca podré odiarlo. Es parte de mi vida para siempre, lo quiera o no. Bueno, parte de mi vida, pero no presente en ella, gracias a Dios. Cuando lo metieron a la cárcel, supe que sería el final. No lo volvería a ver, y él nunca sabría que me dejó embarazada justo unos días antes de que lo esposaran y lo subieran a una patrulla frente a mis ojos. —Espera por mí —me había dicho, guiñando un ojo. No lo hice. Exprimo el agua de mi cabello antes de salir de la ducha, retorciendo las gruesas hebras rubias como si fueran un trapo. No puedo dejar mis hábitos de madre. Tener hijos te vuelve más eficiente, aunque sea a costa de hacer las cosas bien. Antes dejaba que mi cabello se secara al aire cuando era más joven, pero ahora simplemente me parece una pérdida de tiempo. Excepto que ahora sí tengo tiempo, y aun así ando corriendo después de la ducha, intentando hacerlo todo aunque no haya nada que hacer. Estoy tentada a llamar a mi hermana, pero dijo que solo la llamara si algo andaba mal o si extrañaba mucho a los gemelos. Por supuesto que extraño a esos dos, pero también extraño tener tiempo para mí. Esta semana es la única ocasión en los últimos tres años en la que he tenido un momento a solas. Desde que nacieron los gemelos, ha sido un desastre continuo de trabajo y crianza. Tiro mi ropa sobre la cama y me quedo desnuda en la habitación, sintiendo el aire frío deslizarse entre mis piernas mientras ladeo la cabeza, tratando de decidir si de verdad quiero salir en público con ese ridículo enterizo azul. Megan me convenció de comprarlo. Ella sigue siendo tan salvaje y libre como yo solía ser, pero nuestros caminos se separaron hace tiempo. Ya no uso enterizos diminutos que dejan medio trasero al descubierto. Soy una mujer cambiada. Casi dejo la ropa a un lado, pero entonces me golpea la realización de que esta podría ser la última vez que me vea bien con algo así. Jesús, en cuatro años más estaré bien entrada en los treinta. Me arrepentiré de no haberlo usado mientras todavía podía salirme con la mía. Solo estoy aquí una vez, y nadie en esta ciudad volverá a verme jamás. Es prácticamente imposible que me cruce con alguien que conozca, así que agarro el ridículo enterizo de la cama y me lo pongo, riéndome de mí misma mientras me subo los tirantes por los hombros. Me siento desnuda, pero ya he salido con menos antes. No es tan grave. Evito mirarme en el espejo mientras camino hacia la puerta para salir. No quiero saber cómo me veo. Solo quiero salir ahí fuera y comenzar mi pequeña aventura de verano en Italia. Esta noche se trata solo de mí.
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