―Sí, el bebote está solito, necesita de una mujer que lo consienta―comentó con malicia apenas disimulada, sabiendo perfectamente que la imagen de Nina en aquella afirmación no era coincidencia. Salomón, aún con los lentes de contacto, entrecerró los ojos en una mirada glacial que prometía represalias futuras por el comentario, luego, volvió su atención a su sobrino, colocando una mano firme sobre su hombro en un gesto que mezclaba afecto familiar con autoridad innata. ―Hablaremos después, sobrino. Voy a darme un baño―declaró, sintiendo súbitamente la urgencia de lavar todo rastro de aquella noche de su cuerpo―. Ahora, saca a esa extraña de mi propiedad ya que dijiste que no la conoces. Omar captó inmediatamente el tono que no admitía discusión. ―Sí tío, ya me retiro―concedió, pero no

