Sin embargo, Salomón ignoró el comentario mientras comenzaba a desabotonarse la camisa vieja con movimientos precisos. Su mente, siempre analítica, repasaba los eventos de la noche, buscando entender cómo había perdido el control tan completamente. De repente, al sostener la camisa en su mano, una realización lo golpeó con la fuerza de un puñetazo físico. Sus ojos verdes se abrieron desmesuradamente en una expresión de horror genuino que pocas personas habían presenciado jamás en su rostro. ―¡Mierda!―exclamó, con una voz que mezclaba pánico y frustración. Hassan se sobresaltó ante la reacción inesperada, acercándose instintivamente como si Salomón estuviera en peligro físico. ―¿Qué sucede?―preguntó, alarmado― ¿Nina te medio jaló la peluca? La preocupación era legítima: si Nina hubiera

