El resto del personal, conversaban en pequeños grupos, con sus voces mezclándose en un murmullo constante interrumpido ocasionalmente por risas espontáneas. Algunos vestían aún sus uniformes de trabajo, mientras otros se habían cambiado a ropas más cómodas para la celebración. Todos compartían esa mirada de complicidad que solo tienen quienes conocen los secretos íntimos de una casa tan grande como la de Al-Sharif.
En eso, la figura alta y delgada de Marwhan apareció en el umbral que conectaba el patio con los pasillos de servicio. Avanzó hacia ellos con pasos medidos, manteniendo una postura rígida que contrastaba con la relajación del resto, sus manos escondidas tras la espalda y el rostro serio que caracterizaba al asistente personal del amo. El silencio se extendió gradualmente entre
