—Sin embargo...no entiendo por qué eres tan orgullosa —le dijo, con un tono que mezclaba curiosidad genuina y arrogancia calculada—. Te di una oferta generosa, que hasta Khadija de recursos humanos no rechazaría. Ser mi amante y mi asistente personal por solo un mes. Nina sintió lágrimas ardientes formándose en sus ojos, pequeños cristales de frustración y rabia que se negaba a derramar. Parpadeó rápidamente, determinada a no mostrar debilidad ante aquel depredador que olía el miedo como si fuera un perfume exclusivo. —Pero ¿por qué yo? —logró preguntar, con la voz ligeramente quebrada, revelando por primera vez en aquella confrontación un atisbo de vulnerabilidad—. Hay miles de mujeres hermosas en Dubái que estarían dispuestas. Yo solo soy una simple mujer que tuvo la mala suerte de top

