—No voy a contarle mi vida privada porque sé que no le interesa —respondió con firmeza renovada—. La única mierda que le estoy diciendo es que tengo pareja y no podría aceptar un trabajo... en donde me tenga que acostar con... mi jefe. No soy una puta. Salomón sin saber por la amenaza que ella estaba pasando, la miró con una intensidad abrasadora que parecía querer penetrar en su alma, desentrañar cada uno de sus secretos. El silencio entre ellos se cargó de electricidad, espeso como la calma antes de una tormenta. Cada rechazo de Nina lo enloquecía más, alimentaba tanto su obsesión como su deseo de conquistarla. En el fondo, sabía que estaba perdidamente enamorado de ella, pero admitirlo sería como rendirse, como entregar las llaves de su fortaleza emocional a una mujer que ya poseía dem

