Luego, miró a Hassan y bajó la voz hasta convertirla en un susurro gélido:
—No olvides lo de Farid y Mohamed. Quiero que sus esposas reciban esos videos comprometedores mañana mismo. Esos malditos me las van a pagar. Recibirán el año nuevo con un trago bien amargo.
Hassan, con una sonrisa maliciosa que revelaba dientes perfectamente blanqueados, se inclinó ligeramente hacia adelante:
—Ya está en marcha. Para el viernes no tendrán ni empresa ni esposas —respondió, saboreando cada palabra como si fuera un dulce exquisito—. Las acciones que compraste anónimamente de sus compañías se dispararán cuando estallen los escándalos, jajaja.
Salomón entornó los ojos, mientras un músculo en su mandíbula se tensaba visiblemente:
―Malditas mierdas, espero que se suiciden luego —el comentario sonó co
