Narra Melissa
La recepción se pone en marcha después del discurso, una vez que todos hemos comido y nos ponemos de pie para bailar. La luna llena cuelga sobre la pista de baile junto al lago, con luces centelleantes colgadas en los bordes y flores por todas partes. Huele bien aquí, como a rosas y claveles, y me pierdo en el sabor del whisky mientras bailo toda la noche.
Me disculpo mientras la noche se va apagando y salgo a un lugar apartado para contemplar el lago. No hay dónde sentarme, así que me dejo caer en el césped con mi bonito vestido rosa de dama de honor y suspiro profundamente. Inspiro profundamente y exhalo, sabiendo que he bebido un poco demasiado.
Ojalá me lo hubiera tomado con calma. Ojalá hubiera fumado un cigarrillo. Solo he fumado una o dos veces, pero esta noche... siento que es el tipo de noche en la que estaría bien fumar uno.
Levanto la cabeza de golpe al oír pasos crujiendo en la grava junto al lago y miro fijamente la figura oscura que viene hacia mí durante un par de segundos antes de darme cuenta de que es Walter.
—Hola —dice con voz áspera y grave— ¿Te importa si me uno a ti?
—Claro —respondo—. Pero no estoy haciendo nada.
—Suena genial.
Se acerca y se sienta en la orilla conmigo, con los codos apoyados en sus largas piernas. Tiene el pelo revuelto, las gafas torcidas y se ha desabrochado la camisa de seda blanca hasta la mitad del pecho, dejando al descubierto una mata de pelo oscuro y rizado.
Quiero tocarlo
Abajo chica.
No dice nada durante unos minutos y me ofrece un biberón. Primero levanto la mano para apartarlo, pero luego me doy cuenta de que es agua y lo acepto con una sonrisa de agradecimiento.
—¿Era tan obvio? —pregunto sonrojándome, aunque él no lo puede ver en la oscuridad.
Se encoge de hombros.
—Estoy acostumbrado a vigilar a la gente. No te preocupes por eso.
Asiento y tomo un sorbo de agua antes de volver a mirar el lago. La luna ha desaparecido tras las nubes, pero las estrellas aún titilan sobre nosotros. Hay silencio, salvo por los sonidos de la noche: el canto de los grillos y risas lejanas en la recepción que está detrás de nosotros.
—Es extraño, ¿no? —digo después de un rato, sintiéndome lo suficientemente valiente como para decir lo que pienso—. Estar en la boda de tu mejor amiga.
Él resopla.
—Lo estás subestimando.
–¿Qué quieres decir?
—Estar en la boda de tu mejor amiga es una cosa—dice—.Ver a tu mejor amiga casarse con tu padre es algo muy distinto.
Me doy vuelta para mirarlo y noto cómo sus ojos brillan en la oscuridad. Lleva las gafas enganchadas a la camisa y puedo ver que sus iris son verdes a la luz de la casa.
—¿De verdad quieres saber lo que pienso?
Él levanta las cejas.
—Mis labios están sellados.
—Claro que es raro —murmuro—. Y… no quería que pasara. Les pedí que no lo hicieran cuando me enteré de que estaban juntos. Pero ellos… ellos se amaban, y yo los amo, y no podía impedirlo.
—Te pusieron en una situación de mierda—dice Walter—.La has gestionado con mucha gracia.
—Es una buena forma de decirlo— me río, sacudiendo la cabeza—.Sabes, no estoy segura de si estoy feliz o triste por todo esto. Por Keyla y mi papá. Es una mezcla de cosas, supongo.
Asiente y toma un trago de su propia agua.
—Lo entiendo. Es complicado, ¿verdad?
—Exactamente. Quiero decir, amo a Keyla. Es como una hermana para mí. Pero eso lo empeora todo, porque mi papá nunca estuvo cerca cuando yo era pequeña, y conoció a mi mejor amiga y rápidamente se enamoró de ella. No es solo extraño, es...
—¿Jodido?
—Sí —murmuro—. Es una auténtica locura.
—Pero ¿sabes qué? —dice él, volteandose hacia mí con expresión seria—. Tienes derecho a sentir lo que quieras al respecto. Tienes derecho a estar feliz por ellos y triste por ti misma al mismo tiempo. Está bien tener sentimientos complicados y está bien resolverlos como sea necesario.
—Gracias —me río.
—Lo siento—resopla—. Estoy acostumbrado a hablar con mi hermano sobre este tipo de cosas... no tuvimos buenos padres, así que lo entiendo.
—¿No tienes como cuarenta años? —pregunto.
—Resulta que el trauma dura para siempre—se ríe—.Gracias, mamá y papá.
—Un brindis por eso.
Entrechocamos nuestras botellas de agua y el plástico cruje en nuestros puños. Las olas golpean la orilla del lago y la luna lo ilumina como un espejo oscuro.
—Creo que deberíamos volver— dice—.No quiero que tu padre piense que hice algo inapropiado con su hija.
—Claro, porque eso sería escandaloso —digo con fingido horror—¿Él te envió?
—No—dice—.Estoy un poco borracho y necesitaba un descanso. Justo estabas aquí.
—Me siento halagada—digo.
Me dedica una media sonrisa.
—Deberías estarlo. Mi empresa tiene mucha demanda.
Él se levanta y me extiende la mano, yo la tomo y dejo que me ayude a levantarme. Estamos tan cerca el uno del otro por un segundo que podría ponerme de puntillas y besarlo... y lo considero puramente por despecho porque realmente me gustaría mostrarle a mi padre cómo se siente ser traicionado por dos de las personas más importantes de tu vida.
Pero esa no soy yo.
Y definitivamente no es Walter Johnson.
La recepción se acerca y siento que el miedo se instala en la boca del estómago cuando veo a Keyla con su vestido de novia, bailando con mi padre y mirándolo como si fuera la cosa más hermosa del mundo. Trago saliva con fuerza y se me revuelve el estómago. Walter me mira y me agarra por el hombro.
—No sé si podré hacerlo —susurro—. Creo... creo que tal vez necesite irme a la cama y dormir para que se me pase esto.
—Oye—dice—. Lo tienes todo bajo control. Sólo dame un segundo—mete la mano en el bolsillo y saca la cartera. Luego saca una tarjeta de visita y un bolígrafo de algún lugar. Garabatea un número en la tarjeta y luego me la pasa. En un lado, grabado en letras negras brillantes, está su nombre:
Walter Johnson.
Productor y director creativo
Y en el otro hay un número de teléfono con el nombre Andrea Nguyen—.Vas a regresar a esa fiesta con un plan—dice con su voz profunda y reconfortante mientras me mira a los ojos—. Vas a tener el aplomo y la gracia que has mostrado toda la noche cuando vayas a despedirte de los novios... y luego, lo primero que harás cuando te despiertes será llamar a ese número.
—¿El tuyo?—pregunto.
Él sonríe.
–No... no es mío. Es de Andrea. Ella es terapeuta.
Lo miro boquiabierta.
—¿Me estás diciendo que necesito terapia?
—Todos necesitamos terapia—dice riéndose—. Solo... regresa a la fiesta y planea llamar al número. Te acompañaré a tu habitación cuando estés lista para irte, ¿de acuerdo?
Miro a Keyla y a mi padre y me recuerdo a mí misma que debo respirar. También me recuerdo a mí misma que Keyla es mi mejor amiga y que, en cualquier otra circunstancia, me quedaría a su lado hasta que todos nos fuéramos a dormir.
Ella me necesita.
Y puedo hacer esto.
—Está bien —le digo—. Fiesta. Cama. Luego terapia.
—Ese es el espíritu —dice, apretándome los hombros— ¿Estás lista?
Asiento.
—Vamos.
Walter me toma del brazo y juntos caminamos de regreso a la fiesta. De alguna manera, me las arreglo para mantenerme perfectamente cordial, tranquila y serena, mostrando la elegancia que he tenido toda la noche.
Pero hay una cosa en mi mente mientras me quedo dormida en una de las muchas habitaciones de invitados de la propiedad de mi padre.
Cuando Walter llegó al lago, dijo que me había encontrado allí por accidente. Dijo que no tenía pensado encontrarse conmigo, que mi padre no lo había enviado, que no estaba preocupado y que solo necesitaba algo de espacio para sí mismo.
Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿por qué tenía dos botellas de agua?