Isaiah
—Vodka tonic —dijo la camarera mientras colocaba mi bebida en una mesa junto a mi silla lounge—. Y un daiquiri de fresa para ti —continuó, dejando la bebida al lado de Camden.
Le agradecí y le dije a mi mejor amigo: —No sé cómo puedes tomar esa mierda afrutada y congelada. —Miré hacia el océano, donde algunos de los chicos intentaban surfear—. Es demasiado dulce y no tiene ni cerca suficiente alcohol.
Como habíamos estado en el club hasta tan tarde anoche, Clifford quería hacer un día de playa hoy. Comida. Bebidas. Relajación. Y los que no temían ser arrastrados por las olas, de cara al agua, estaban en tablas, ninguno de ellos logrando mantenerse durante toda una cresta antes de caer.
—Tengo un flotador de ron.
Reí. —¿Vas a ponerte ese paraguas de papel detrás de la oreja y bailar el hula para nosotros esta noche?
Me mostró el dedo medio y arrojó el pequeño paraguas en mi dirección. —¿Vas a contarme finalmente qué pasó en el autobús de fiesta anoche?
Un cambio de tema.
Ese hijo de puta pensaba que era astuto.
Sabía que cuando salí del lounge VIP, Marlon les diría a los chicos que me fui a buscar a la chica. También sabía que después de enviarle ese mensaje, les contaría que la llevé al autobús. Para cuando volví con el grupo, después de que ella me dejó desnudo, estaban tan borrachos que olvidaron que siquiera me había ido.
Pero durante el desayuno y nuestro breve tiempo en la playa, cada uno de ellos me había mencionado algo al respecto y hecho preguntas.
Ahora era el turno de Camden.
Devolví el paraguas a la parte superior de su bebida y apoyé los brazos detrás de mi cabeza, cruzando los pies. —Sabes qué pasó. Pero los detalles, ¿eh? No, esos me los guardo para mí.
—Espera un segundo. —Se sentó en su tumbona y se giró hacia mí, con los dedos de los pies hundiéndose en la arena—. ¿Vas a abstenerte de darme detalles sobre esta? Pero de todas las demás, compartes cada maldito detalle en el momento en que estamos hablando por teléfono o cuando te veo. —Bajó sus gafas, mirándome por encima de los bordes—. ¿Por qué el secretismo?
No me gustaba que hubiera notado eso.
Realmente no me gustaba esta conversación en absoluto.
Miré de nuevo a los chicos en el agua. —Sin razón.
—No te creo.
—No hay nada que creer —espeté. La paciencia de anoche se había esfumado hace mucho—. Vi a una mujer en el club. Estaba buenísima. Hablamos. Nos fuimos. Volví al lounge VIP, donde todos seguimos de fiesta como locos. Fin de la historia.
—Tal vez ese sea el final, pero estás omitiendo un montón del medio. Como… ¿vas a volver a verla?
Esa pregunta me había atormentado desde que ella se fue.
Sin darme su maldito número de teléfono.
Sin ninguna forma de contactarla.
Sin siquiera saber su maldito nombre.
Apreté la mandíbula. —No.
—Por alguna razón, no suena como si estuvieras feliz con eso.
No lo estaba.
Estaba jodidamente furioso.
Porque desde el segundo en que se fue, no había podido dejar de pensar en ella.
No podía dejar de preguntarme quién era, dónde vivía, cómo la llamaría cuando le susurrara al oído.
Cómo sabía.
Cómo se sentía bajo mis manos.
Cómo su cuerpo estaba hecho para mi dominación, cómo su coño había sido construido para mi polla.
—¿Por qué no la llamas simplemente? —insistió.
Finalmente lo miré de nuevo. —Lo haría, idiota, si tuviera su número.
—¿No se lo pediste?
Mis cejas se alzaron. —¿Por qué estás tan interesado en mi vida s****l?
—Ohhh, mierda. Lo sé. Ella no te dio su número, ¿verdad? —Rió—. De ahí viene toda esta actitud.
—Siempre tengo actitud.
—Cierto, pero siempre hablas de las mujeres con las que follas, excepto con esta. —Se inclinó hacia adelante, agarrando mi hombro mientras reía—. Finalmente conociste a una mujer que es como tú. —Su risa se convirtió en un aullido.
Y mientras se hacía más fuerte y duraba varios segundos, mi enojo crecía.
—Puedes parar, ¿sabes? Entiendo el punto.
—No puedo. Esto es demasiado gracioso. —Tomó un sorbo de su bebida de mierda—. ¿Cómo se siente el karma? ¿Pica un poco? ¿Muerde la mejilla de tu culo, y estás haciendo todo lo posible por espantarlo y no puedes?
Mis amigos me daban mucha mierda por mi estilo de vida, pero antes de que cada uno de ellos se asentara, no habían sido diferentes. Parecía que las mujeres a las que estaban atados les habían dado amnesia, donde no podían recordar nada antes de salir con ellas.
—Escucha, cuando me acuesto con alguien, dejo claro cuáles son mis intenciones. Las chicas no se despiertan a la mañana siguiente esperando una propuesta y un tipo que cumplirá todos sus sueños. Mierda, la mayoría de las veces, ni siquiera estoy ahí la mañana siguiente. Me fui mucho antes de que despierten. —Tomé un trago, masticando un cubo de hielo antes de decir—: Si les mintiera, entonces podría aceptar esta mierda del karma, pero nunca miento. Ellas saben desde el principio, saben al salir.
—¿Habrías pasado la noche con ella? —Su voz se puso seria.
No tuve que pensar. Ya lo sabía.
Porque quería ir a su casa, porque quería que la noche siguiera.
Y mientras esos pensamientos se asentaban y se hundían, no sabía quién demonios era yo ya.
Qué me había pasado.
Qué me había hecho ella.
Por qué esta mentalidad era siquiera una consideración cuando normalmente estaría satisfecho con los resultados de anoche.
—SÍ —respondí—, lo habría hecho.
—Entonces, ¿ahora qué?
Me encogí de hombros. No lo sabía.
Una isla con un área de más de quinientas millas cuadradas y más de setenta mil personas, eso era un montón de terreno por cubrir.
¿Intentaba buscarla?
¿Preguntaba por ahí?
¿Hacía que mi asistente buscara en las r************* para ver si mi Pequeña Bailarina había publicado alguna vez una foto del club?
Maldita sea.
—Ahora, yo… —Mi voz se cortó cuando un pitido vino de mi teléfono, un tono de llamada especial dedicado a Walter. Tomé mi celular y revisé la pantalla, leyendo una ronda de preguntas que venían hacia mí, una tras otra, como fuego rápido—. Mierda. Tengo que subir a la habitación. Necesito enviar a mi tío unas hojas de cálculo antes de que pierda la cabeza.
Se recostó en su silla, extendiendo las piernas sobre ella. —¿Estarás mucho tiempo?
—No debería tomar más de unos minutos. —Me levanté y asentí hacia el grupo en el agua—. Deberías unirte a ellos. Prometo no grabarte desde la habitación, donde tendré una vista perfecta de ustedes, idiotas.
—Imbécil.
Tomé mi vodka, llevándolo a través de la arena y por la terraza de la piscina hasta llegar al vestíbulo, presionando el botón del ascensor. Una vez dentro, subiendo hacia el último piso, encontré el último mensaje que mi asistente había enviado y comencé a escribir.
Yo
¿Qué tan difícil sería encontrar a alguien que vive en Kauai cuando no tengo su nombre ni dirección?
Kathleen
Tendrías más posibilidades si compraras un boleto de lotería.
Suspiré, metiendo mi teléfono en el bolsillo de mi traje de baño, y salí cuando llegué a mi piso. Caminé por el corto pasillo y entré en mi habitación.
Lo primero que noté fue el olor. Un aroma mucho más limpio que el chiquero que habíamos dejado atrás. Eso y la forma en que todo ahora brillaba, a diferencia de la ropa, las cajas de pizza y las botellas que esos borrachos habían dejado en cada superficie.
Cuando nos apresuramos a salir para el desayuno, no había limpiado su desastre.
Era su mierda, no la mía.
Puntería, limpieza y respeto, tres cosas que se iban por la ventana cuando un grupo de tipos borrachos se quedaban juntos en una habitación.
Así que dejé algo de efectivo junto a mi computadora, asumiendo que el personal de limpieza sabría que era para ellos.
Mientras caminaba hacia ese mismo lugar para enviar a Walter los archivos que necesitaba, vi que el dinero se había ido, y una nota estaba en su lugar. Escrita en una pequeña libreta con el emblema del hotel en la parte superior, una libreta que había estado junto a mi mesita de noche antes.
Curioso, la tomé y la leí.
Gracias por la propina que dejaste esta mañana. Fue muy amable de tu parte.
Obviamente te sentiste mal por dejar la habitación en ESE estado.
¿Sabes qué habría sido aún más amable? Si no hubieras dejado la habitación en ese estado.
Estaba asquerosa y fue una pesadilla total para limpiar.
Y creo que incluso tuve arcadas un par de veces.
Por favor, no lo hagas de nuevo. ESO sería apreciado.
Reí mientras llevaba la nota a mi dormitorio y la devolví a la mesita de noche.
Si una empleada de limpieza en un hotel Hoffmann hubiera dejado una nota como esa para uno de nuestros huéspedes, sería despedida.
Inmediatamente.
Pero había sucedido en el mayor competidor de Hoffmann en la isla, lo que fue una de las razones por las que reí tan fuerte.
La otra razón… tenían razón.