HANNAH —Esto es… —Mi voz se desvaneció mientras miraba hacia el techo del restaurante de sushi en Honolulu al que Isaiah me había llevado, al diseño de madera que colgaba, con forma de olas para representar el mar. —Tan increíblemente hermoso. No puedo… —Mis ojos recorrieron las paredes pintadas con elaborados peces de colores, el piso azul oscuro salpicado con pequeños destellos que parecían captar la luz de la luna en la punta de las olas. Y finalmente, encontré su rostro. —No puedo creer que estoy aquí… —terminé. —Que me trajiste a este restaurante. Que volamos en un avión privado. Que organizaste toda esta noche porque mencioné que el sushi era mi sabor favorito, algo que en su momento no tuvo sentido, pero que se convirtió en esto… Un acto de bondad y generosidad que nunca podría ol

