Mi cueva celestina

1717 Palabras

Okot aterriza justo al lado y se arrodilla en el suelo cubierto de hierba para que yo pueda deslizarme. En cuanto mis pies tocan el suelo, el dulce perfume de las flores me envuelve. Paso las manos por los suaves pétalos e inspiro profundamente. Miro a Okot con el corazón en un puño. Primero me dio las estrellas y ahora me regala una isla de flores. ¿Quién iba a decir que el toro gigante sería un romántico? —Esto es...— Vuelve a su forma normal y me mira con atención, pasándose una mano por la cresta. Me doy cuenta de que está nervioso y me derrito un poco más. —¿Te gusta? ¿Está bien?— Doy un paso hacia él y aprieto mi mejilla contra su pecho. —Esto es perfecto—. —No, ya te lo dije. Eres perfecta, mi amada—. Me rodea con sus gruesos brazos y te juro que nunca me he sentido más

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