El sonido de pasos firmes resonó en el pasillo.
Alexa apenas levantó la vista de la pantalla cuando la puerta se abrió sin previo aviso y sin anuncio formal.
Sergei, con el ceño fruncido, giró hacia la entrada justo a tiempo para ver cómo un hombre alto y bien vestido cruzaba el umbral con aire de seguridad.
—Disculpen la intrusión, pero pensé que sería mejor presentarme en persona. Nikolai Petrov, su nuevo socio. —El hombre extendió una mano hacia Alexa con una sonrisa calculada.
El corazón de Alexa dio un vuelco. Nikolai Petrov.
Ese nombre había aparecido en varios de los documentos que acababa de revisar, vinculado a algunas de las transacciones más turbias. La sorpresa dio paso rápidamente a una fachada profesional mientras se ponía de pie y estrechaba la mano del hombre.
Nikolai Petrov era el hombre que se presentó con ellos en el restaurante cuando iban a almorzar juntos después del entierro de su padre. Sergei no quiso escucharlo hablar, no creía que fuera buen momento para visitas y más para cuando eran visitas que admiraban, y Alexa ignoraba por completo que ya hubieran tenido un primer encuentro con este joven porque ella en ese momento estaba más preocupada por decidir que café tomar que por mirar quién hablaba con su hermano en el almuerzo.
—Alexa Ivanov. Es un placer conocerlo, señor Petrov. —Su tono era cortés, pero sus ojos estudiaban cada detalle de aquel hombre. Su traje estaba perfectamente cortado, su reloj, un modelo exclusivo, y su presencia irradiaba la clase de poder que no necesitaba ser anunciado.
Sergei permaneció en su lugar, observando con interés y cautela, y en esta ocasión, no tenía intención alguna de pronunciar palabra en su conversación con Alexa.
—Y yo soy Sergei Ivanov, por si eso importa —añadió con su característico tono sarcástico.
Nikolai esbozó una sonrisa que no llegó a sus ojos mientras asentía.
—Por supuesto, Sergei. He escuchado mucho sobre ambos, aunque creo que no hemos tenido el placer de conocernos antes. —Hizo una pausa, su mirada deteniéndose en Alexa—. Lamento mucho la pérdida de su padre. Era un hombre admirable. Un visionario, incluso.
— De hecho… — Sergei iba a continuar, a contradecirlo de que sí habían tenido un primer encuentro justo en ese mismo día, pero su hermana lo interrumpió.
Alexa sintió que algo en sus palabras resonaba falso, pero mantuvo su expresión neutra.
En ese instante, era mejor tener al enemigo cerca que lejos.
—Gracias, señor Petrov. Mi padre era… único, sin duda. ¿Qué lo trae por aquí? Pensé que nuestra primera reunión estaba programada para la próxima semana.
Nikolai sonrió, sacando de su bolsillo un pañuelo que utilizó para limpiarse las manos, un gesto que Alexa interpretó como deliberadamente teatral.
—Creí que sería prudente adelantarme. El tiempo es un recurso valioso, y considerando los recientes desafíos de la empresa, pensé que podríamos empezar a trabajar en soluciones cuanto antes. —Sus ojos se clavaron en los de Alexa con una intensidad que no pudo ignorar—. Además, quería asegurarme de que entienden mi posición en todo esto.
—¿Su posición? —preguntó Sergei, levantándose del suelo. Sus ojos brillaban con un destello de desafío.
Nikolai asintió con calma, paseando por la oficina como si fuera suya. Se detuvo frente al escritorio de caoba, pasando un dedo por el borde pulido antes de girarse hacia ellos.
—Soy mucho más que un inversionista, Sergei. Este negocio tiene un enorme potencial, pero también está en una posición precaria. Con mi experiencia y contactos, puedo garantizar que no solo se mantendrá a flote, sino que prosperará. Pero para eso, necesitaremos alinear nuestras prioridades.
—¿Alinear nuestras prioridades? —repitió Alexa, su tono es cuidadosamente medido para la ocasión. Sentía cómo las palabras de Nikolai se llenaban de subtextos que no le gustaban.
Él la miró con una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora, pero que solo lograba ponerla más alerta.
—Exactamente. Sé que, tras la muerte de su padre, habrá dudas sobre cómo manejar ciertos… aspectos del negocio. Estoy aquí para asegurarme de que la transición sea lo más suave posible. Juntos, podemos mantener el legado Ivanov intacto, sin necesidad de cambios drásticos que puedan… alterar el equilibrio.
El silencio que siguió fue tenso. Alexa cruzó los brazos, evaluándolo.
—Aprecio su disposición, señor Petrov. Pero como nuevos líderes de esta empresa, Sergei y yo, decidiremos qué dirección tomará el negocio. Si tiene sugerencias concretas, puede enviárnoslas por correo.
Nikolai rio suavemente, como si encontrara divertida su respuesta.
—Por supuesto, señorita Ivanov. No espero menos de alguien con su reputación. Pero permítame ofrecerle un consejo: en este mundo, la fuerza no siempre es suficiente. La astucia y las alianzas correctas son las que determinan el éxito.
Alexa sostuvo su mirada sin pestañear.
—Gracias por el consejo, señor Petrov. Lo tendremos en cuenta.
Nikolai la miró un segundo más antes de asentir. Luego sacó una tarjeta de presentación y la dejó sobre el escritorio.
—Llámeme cuando esté lista para hablar de verdad. Y no se preocupe, señorita Ivanov. Estoy seguro de que, al final, estaremos del mismo lado.
Con un último vistazo, Nikolai se giró y salió de la oficina, dejando tras de sí un silencio que parecía envolver la habitación.
Sergei fue el primero en hablar. No se había aguantado las ganas de hacerlo en toda esa incómoda situación.
—¿También sientes que acabamos de recibir una amenaza disfrazada de oferta de ayuda?
Alexa exhaló lentamente, recogiendo la tarjeta de Nikolai y observándola con detenimiento. Su instinto le gritaba que aquel hombre era peligroso, pero también sabía que enfrentarlo requeriría algo más que valor.
—No solo fue una amenaza, Sergei. Fue una declaración de guerra. —Su voz era baja, pero llena de determinación—. Y no pienso perder.
Sergei sonrió, sintiéndose orgulloso de su hermana.
— Así se habla. Para celebrar, y terminar lo que nos queda por hacer el resto de hoy, le pediré a Vera que nos mande un domicilio de una botella de vodka, la vamos a necesitar — él sugirió.
— Que sean dos, y que nos mande una caja de chocolates suecos que son mis favoritos. Pero que sea urgente — respondió Alexa, volviendo a acomodarse en la silla de escritorio de su padre muerto.
— Como ordenes, hermanita.
Sergei se acercó al escritorio, tomó el teléfono de su padre, marcó la línea de llamada a línea fija del escritorio de la secretaria, cuando ella contestó, ordenó el pedido, le avisó que cargara todo a la cuenta de banco de su padre en modo de pago automático y que le avisara cuando llegara el domicilio porque él mismo se encargaría de bajar a recibirlo.
Alexa se quedó sentada en la silla reclinable de su padre, con la mirada perdida en el techo, pensando claramente en Nikolai Petrov, un hombre que había logrado cautivarla a pesar de cómo ha sido su primer encuentro formal.