El viernes llegó con rapidez, y aunque Alexa había considerado ignorar la invitación, algo en su interior no la dejó hacerlo. Quizás era orgullo, o tal vez el deseo de demostrarle a Nikolai que nada podía intimidarla, mucho menos una simple cena.
A las ocho en punto, llegó al restaurante que él había reservado. Era un lugar exclusivo, con una entrada discreta que daba paso a un salón elegante iluminado por candelabros y decorado con flores frescas. Un anfitrión la guió por un pasillo privado, y cuando las puertas se abrieron, Alexa sintió que el aire se volvía más pesado.
La mesa estaba en el centro de un salón vacío, adornada con un mantel de lino blanco, candelabros de cristal y una botella de vino tinto esperando a ser abierta. Nikolai estaba de pie junto a la mesa, vestido con un traje n***o perfectamente ajustado. Al verla entrar, una sonrisa ladeada apareció en su rostro.
—Alexa, me alegra que aceptaras mi invitación. —Su tono era cálido, pero su mirada conservaba esa intensidad que siempre lograba desconcertarla.
—No tenía muchas opciones, considerando lo insistente que fuiste. —Alexa mantuvo la barbilla en alto mientras se quitaba el abrigo, que un camarero tomó de inmediato.
—Insistente es una palabra interesante. Yo prefiero llamarlo persuasión. —Nikolai le indicó la silla frente a él y, con un gesto cortés, la ayudó a sentarse.
Alexa permitió el gesto, aunque su mente trabajaba a toda velocidad. Observó el salón vacío, dándose cuenta de que no había ningún otro invitado.
—¿Dónde están los demás? Pensé que era una cena formal de bienvenida.
Nikolai se sentó frente a ella, tomando la botella de vino para servir ambas copas.
—Lo es, pero quería algo más personal. Creí que tú y yo necesitábamos esta oportunidad para hablar sin interrupciones.
Alexa entrecerró los ojos, sospechando que detrás de sus palabras se escondía algo más.
—¿Hablar de qué exactamente? —preguntó mientras tomaba la copa, aunque no bebió de inmediato.
Nikolai se recostó ligeramente en su silla, sin apartar la mirada de ella.
—De nosotros. —La palabra cayó en el aire como una bomba. Antes de que Alexa pudiera reaccionar, él continuó—: No me malinterpretes. Sé que nuestra relación profesional es... complicada. Pero también sé que hay algo más, algo que tú no quieres admitir, pero que está ahí.
Alexa soltó una risa seca, llevando la copa a sus labios para esconder su sorpresa.
—¿Algo más? ¿De verdad crees que esto es algo más que negocios?
—Creo que eres demasiado inteligente para fingir que no lo sientes. —Nikolai se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa. Su voz se volvió más baja, casi íntima—. Hay una química entre nosotros, Alexa. Lo sabes tan bien como yo.
El corazón de Alexa dio un vuelco, pero no dejó que eso se reflejara en su rostro.
—Si esto es una estrategia para distraerme, Nikolai, te aseguro que no funcionará. Estoy aquí para proteger el legado de mi familia, no para caer en juegos infantiles.
Nikolai sonrió, pero esta vez había algo más sincero en su expresión.
—No es un juego. Quiero que sepas que respeto lo que has hecho por esta empresa. Has demostrado ser más fuerte de lo que muchos podrían imaginar. Pero eso no significa que no podamos ser aliados.
Alexa alzó una ceja, evaluando cada palabra. Era difícil discernir si Nikolai estaba siendo honesto o simplemente manipulador.
—Alianzas. Eso suena conveniente para ti.
—Es conveniente para ambos. —Nikolai levantó su copa, invitándola a un brindis—. Por un futuro donde ambos obtengamos lo que queremos.
Después de un momento de duda, Alexa chocó su copa contra la de él.
—Eso está por verse, Nikolai.
Mientras bebía, no pudo evitar sentirse atrapada en una red que él había tejido cuidadosamente. Pero si había algo que Alexa sabía con certeza, era que nadie, ni siquiera Nikolai Petrov, iba a tomar el control de su vida sin que ella luchara hasta el final.
Nikolai dejó su copa en la mesa con un movimiento lento y elegante, pero sus ojos no se apartaron de los de Alexa. Por primera vez desde que lo conocía, su mirada no parecía calculadora ni desafiante, sino curiosamente suave, como si estuviera viendo algo en ella que nadie más había visto.
—¿Siempre eres así de desconfiada, Alexa? —preguntó con un tono casi juguetón.
Ella soltó una pequeña risa, más relajada ahora que el vino comenzaba a calmar la tensión de sus hombros.
—¿Y tú? ¿Siempre intentas desarmar a las personas con esa sonrisa tuya?
Nikolai dejó escapar una carcajada ligera, un sonido cálido y auténtico que la tomó por sorpresa.
—Es un buen recurso, no lo negaré. Pero contigo... parece que no funciona tan bien como esperaba.
Alexa inclinó la cabeza, su cabello cayendo en cascada sobre uno de sus hombros. Había algo diferente en ese momento, un ambiente menos cargado, más... íntimo.
—Eso es porque yo no soy como los demás. —Sus labios se curvaron en una sonrisa contenida.
—Eso es evidente. —Nikolai apoyó el mentón en su mano, estudiándola con una atención que la hizo sentir expuesta, pero no incómoda.
Por primera vez, Alexa no sintió la necesidad de mantener sus barreras levantadas. En lugar de eso, dejó que el silencio entre ellos se llenara con una complicidad inesperada.
—Sabes, nunca imaginé que alguien como tú podría ser tan persistente. —Alexa jugueteó con el borde de su copa, evitando mirarlo directamente—. Normalmente, la gente me deja espacio.
—Tal vez porque no saben lo que están perdiendo al mantenerse lejos. —Su voz fue un susurro, y Alexa finalmente alzó la vista, encontrando esos ojos grises que parecían atravesarla.
El aire cambió de nuevo, pero esta vez no había tensión, sino algo más profundo, algo que ninguno de los dos parecía dispuesto a nombrar todavía.
—Tienes una forma muy peculiar de hablar, Nikolai. —Intentó sonar ligera, pero su voz se suavizó al pronunciar su nombre, como si el vino hubiera eliminado parte de su coraza.
—¿Eso es algo bueno o malo? —preguntó, inclinándose hacia ella con una sonrisa que esta vez no tenía un ápice de burla, sino genuino interés.
Alexa se permitió una pausa antes de responder, como si quisiera disfrutar del momento un poco más.
—Aún no lo decido.
Nikolai se echó hacia atrás en su silla, satisfecho con su respuesta. Levantó una mano para hacerle una señal al camarero, quien rápidamente trajo un plato cubierto que dejó frente a ellos.
—¿Y esto? —preguntó Alexa, arqueando una ceja.
—Un pequeño cambio en el menú. Creí que tal vez necesitarías algo que te sorprendiera, en lugar de lo que esperabas.
El camarero levantó la tapa, revelando un delicado plato de postre, un pastel de chocolate adornado con fresas frescas y una pequeña vela encendida en el centro.
Alexa no pudo evitar sonreír, esta vez sin reservas.
—¿Una vela? ¿Planeas que pida un deseo?
—Tal vez. —Nikolai tomó un tenedor y lo extendió hacia ella, invitándola a probar primero—. O tal vez solo quiero ver si puedo hacerte sonreír una vez más esta noche.
Alexa tomó el tenedor, sus dedos rozando los de él brevemente. El toque fue sutil, pero suficiente para que ambos lo notaran. Ella sostuvo su mirada mientras tomaba un pequeño trozo del pastel y lo probaba.
—Está delicioso. —Su voz era baja, casi un susurro.
—Me alegra que te guste. —Nikolai apoyó un brazo en la mesa, inclinándose ligeramente hacia ella—. Aunque creo que ya he conseguido lo que quería.
Alexa levantó una ceja, curiosa.
—¿Y qué era eso?
Nikolai la miró directamente a los ojos, su sonrisa transformándose en algo más genuino y menos controlado.
—Que olvidaras, aunque sea por un momento, todo lo demás.
Por primera vez, Alexa sintió que quizás Nikolai no era tan predecible como ella había asumido. En ese instante, el mundo exterior desapareció, dejándolos atrapados en una burbuja que ninguno parecía querer romper.