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1323 Palabras
El Llamado Del Anciano La luz se filtraba a través de las pesadas cortinas de lino, tiñendo la habitación de un dorado suave. El fuego en la chimenea chisporroteaba aún, consumiendo los últimos troncos que habían ardido durante la noche. Las sábanas estaban revueltas, desplazadas por los cuerpos entrelazados que apenas comenzaban a despertar. Isabella respiraba profundo, su cabello extendido sobre el pecho de Viktor, cuyos brazos la mantenían contra él como si aún temiera que desapareciera. Dormía profundamente, por primera vez en semanas y su rostro se veía más joven, más ligero. La tensión que cargaba en hombros y mandíbula se había disuelto entre sus caricias y promesas. Un crujido en la puerta los sacó del momento. - ¿Milady? - La voz de Elsa sonó cautelosa - Buenos días… La joven se incorporó con sobresalto, cubriéndose con la sábana mientras Viktor se estiraba, perezoso, como si nada pudiera alterar la paz que lo rodeaba. Elsa se detuvo en seco al entrar. Su mirada recorrió el estado del lecho, el perfume a lavanda del baño aún flotando en el aire... y las marcas sutiles en la piel clara de su señora. - Oh. - dijo simplemente, llevándose la mano a la boca con un suspiro nervioso - Entonces fue una noche provechosa, después de todo... Viktor soltó una leve risa ronca, sin vergüenza alguna. Se apoyó en un codo, dejando que la sábana resbalara un poco por su espalda. - Buenos días, Elsa. ¿Traes algo más que buenas noticias? - Eh… sí, claro. Su señoría, Lord Tharion, los espera en el comedor para hablar de asuntos del ducado. Ha pedido verlos… juntos. - ¿Tan temprano? - murmuró Viktor, rodando los ojos antes de besar la frente de Isabella - Debería haberlo previsto. No nos dará tregua. - Tal vez. - dijo Isabella en voz baja, tomando la bata que Elsa le dejaba en la silla cercana - Pero somos los anfitriones. No podemos hacerlo esperar. - Díselo así a mis piernas. - replicó Viktor, frotando su rostro con ambas manos antes de levantarse del lecho sin pudor, dejando a Elsa girarse de inmediato para no mirar. - Voy a preparar un desayuno especial. - balbuceó la doncella antes de desaparecer tras la puerta - Algo fuerte… parece que lo necesitarán. Isabella reprimió una risa mientras ataba su bata con dedos torpes. - Bueno… así comienza la mañana, ¿No? - Así comienza una guerra de voluntades - corrigió Viktor con una sonrisa ladeada - Pero contigo a mi lado, estoy listo para cualquier batalla. Se acercó, tomó su rostro entre las manos y la besó, suave y lleno de ternura. Luego, sin más palabras, fue a buscar su ropa. La mañana ya estaba en marcha… y los Vodrak no daban tregua. Ambos se vistieron en silencio, aún envueltos en esa intimidad frágil y poderosa que no se rompía con palabras. Sin embargo, en su apuro por llegar al comedor, ninguno de los dos notó el detalle que encendería murmullos. La marca de Edelweiss brillaba visiblemente en sus cuellos. Un fulgor blanco - plateado que pulsaba como una constelación bajo la piel. Cuando entraron en el comedor principal, Isabella iba del brazo de Viktor, sin ocultarse. Los murmullos cesaron al instante. Los sirvientes, de pie junto a la pared, bajaron la vista con respeto. Elsa alzó las cejas. Adelheid casi deja caer la copa. Pero fue Tharion Vodrak quien se incorporó lentamente de su silla, su mirada clavada en la pareja, los labios apretados. Viktor se tensó. Lo sintió al instante. - Elira... - la voz del anciano no fue una reprimenda. Fue preocupación - ¿Desde cuándo está la marca? - ¿Marca? - preguntó, confundida y Viktor se giró para mirar su cuello. La marca estaba visible en Isabella por lo que también debería estar en el suyo. Levantó una mano hacia el lugar y la cubrió como si necesitara protegerla. Fue Viktor quien respondió. - Desde que bebí su sangre. - respondió con serenidad, aunque su mano tembló un instante - No fue buscado. Pero tampoco fue evitado. Tharion cerró los ojos por un segundo y se apoyó en el respaldo. - Una sangre de viento vinculada... desde el primer contacto. - murmuró - Mientras más fuerte sea su esencia, más profundo el lazo. Y más dolorosa la ruptura, si llega. - No habrá ruptura. - afirmó Viktor, con la voz grave - Esta unión no será un error del momento. Fue mi elección. Tharion los observó. Su expresión era ilegible, pero sus ojos - esos ojos antiguos que conocían los ciclos de la historia- parecían sopesar un precio que aún no se había revelado. - Entonces, que los dioses les sean favorables. Porque los ha convertido en algo más que marido y mujer. Ya no se pueden ocultar. - sentenció, antes de sentarse de nuevo - Y el clan tampoco los dejará hacerlo. Viktor apretó los dientes, pero Isabella le rozó el brazo. Fue un gesto simple, apenas un roce, pero suficiente para calmarlo. Se sentaron. La comida fue servida. Las miradas continuaron, algunas llenas de respeto, otras de inquietud. La marca de Edelweiss seguía brillando, como una promesa y una advertencia. Prueba de Invierno El comedor principal estaba cálido gracias a los leños crepitando en la chimenea y al aroma de pan recién horneado y especias dulces. Viktor e Isabella se habían presentado tarde, sin comentarios de los sirvientes, aunque las miradas discretas y las sonrisas contenidas decían más que cualquier palabra al ver la marca en ambos. Isabella llevaba el cabello recogido con natural elegancia, una trenza suelta adornada con un broche de ónix. Se sentó con gracia en su lugar habitual a la derecha de Viktor, quien la ayudó a colocarse la servilleta en el regazo antes de tomar asiento él mismo. No se rozaron más de lo necesario, pero el brillo en sus ojos hablaba de una intimidad nueva, aún reciente y cuidadosamente protegida. Lord Tharion Vodrak, vestido con un chaleco oscuro y el bastón apoyado junto a la silla, los observaba con aire evaluador mientras daba el último sorbo a su té. - Ya que la mansión tiene una anfitriona oficial. - dijo, rompiendo el silencio con voz grave - he decidido delegar en ti, Elira, los preparativos para la celebración de Weihnachten (Navidad) y toda la temporada (Weihnachtszeit). Viktor giró la cabeza con una tensión inmediata, como si acabara de oír el anuncio de una emboscada. - ¿Weihnachtszeit? - repitió, su tono entrecortado - Großvater, mi esposa lleva apenas un mes en Viena. No está familiarizada con las tradiciones locales ni con... - Precisamente. - interrumpió Tharion con calma - Es la mejor forma de aprender. Observando, preguntando y tomando decisiones bajo presión. Como hicimos todos. - Nosotros nacimos aquí. - recalcó Viktor. La joven los miró a ambos. Los dos hombres mantenían la mirada fija, como si midieran fuerzas en un duelo invisible. Pero ella entendía el lenguaje bajo las palabras. No era una simple tarea doméstica. Era una prueba. Suspiró discretamente y asintió, sin apartar la vista del anciano. - Acepto la responsabilidad, Lord Vodrak. No puedo prometer que será una celebración tradicional perfecta… pero haré lo mejor posible para que represente dignamente a esta casa. Tharion sonrió levemente, satisfecho. - Eso es todo lo que pido, Milady. Viktor apretó los labios, pero no dijo nada más. Su mano, sin embargo, se deslizó bajo la mesa y sus dedos rozaron los de Isabella apenas un instante. Un gesto sutil, casi imperceptible. Ella no lo miró, pero respondió presionando apenas su mano, como respuesta silenciosa. La sopa fue servida sin más comentarios, aunque el silencio que se extendió sobre la mesa no era incómodo, sino lleno de expectativas. La guerra fría entre generaciones había comenzado e Isabella, sin saber aún cuántas diferencias había entre la Navidad inglesa y la austriaca, estaba en el centro. Pero no estaba sola.
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