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1176 Palabras
Sorprendiendo A Los Vodrak Residencia Vodrak - Horas Más Tarde Unas horas después, mientras las familias comenzaban a retirarse y los últimos juegos eran desarmados por los sirvientes, Viktor se acercó a su abuelo en un corredor lateral del ala este. Allí, bajo una lámpara de pared, Markel, su escolta más cercano, le entregó una pequeña lista y le habló en voz baja. - Señoría… Tal vez deba saberlo antes de que las familias lo mencionen por su cuenta. Viktor lo miró con una ceja alzada. - ¿Qué ha pasado? - La duquesa… envió obsequios a cada una de las casas Vodrak en el ducado en las montañas antes de este evento. Personalmente supervisó el embalaje y la entrega, con ayuda de la señora Elsa, Adelheid y dos criadas. - ¿Obsequios? - Para los niños, juguetes de madera tallados. - cada uno distinto, algunos con su nombre grabado - Para los adultos, mantas tejidas con lana de la región y paquetes de hierbas secas. Las que se usan en la infusión de sangre. - se detuvo - Las que solo los nuestros sabemos preparar. Hubo un segundo de absoluto silencio. Viktor bajó la mirada a la lista en sus manos. Reconoció cada nombre, cada detalle. La escritura clara de Isabella aparecía en pequeñas anotaciones: “Este niño prefiere trenes”, “Este adulto tiene las manos frías, le vendrá bien una manta más gruesa”, “Para esta mujer, añadir lavanda”. Tharion no dijo nada más. No era necesario. Viktor tardó en hablar. Cuando lo hizo, su voz fue casi inaudible. - Sangre del viento… - ¿Milord? Viktor alzó la vista. Por primera vez en años, había un fulgor incierto en sus ojos. Algo entre orgullo y desasosiego. Como si hubiese entendido de pronto que su esposa no solo había entrado a su casa… sino que empezaba a cambiarla. - Ella no hace las cosas para ser aceptada. - dijo por fin - Lo hace porque lo siente. Tharion asintió, serio. - Y por eso la están empezando a escuchar. Residencia Vodrak - 24 de diciembre, antes de la cena Viktor bajaba los últimos escalones del ala oeste cuando un mensajero se detuvo frente a él, reverenciando sin palabras. Extendió una nota doblada con sello de cera y un ramo de flores pequeñas, blancas como la nieve, cuidadosamente envueltas en lino gris: edelweiss. Viktor arqueó una ceja. Conocía ese sello. Lo rompió con el pulgar, desplegando la carta sin dejar de caminar hacia el ala principal. La caligrafía era precisa, firme. Al Gran Duque Viktor Vodrak, Le agradecemos profundamente los presentes enviados. Las mantas han sido bien recibidas y los juguetes de madera causaron alegría entre los más pequeños. Que los dioses guarden la salud y el juicio de su esposa, cuya generosidad ha llegado hasta nuestras montañas. En nombre de las familias Vodrak del Alto Refugio, Dusan Ardak. Viktor bajó la carta lentamente, observando el ramo que sostenía el joven. Lo tomó con cuidado. Las flores edelweiss, símbolo de coraje y pureza, eran difíciles de conseguir en esa época del año. Las olió brevemente, como si al hacerlo pudiera medir la sinceridad de lo escrito. - Llévalas a la habitación de la duquesa. - indicó en voz baja al mensajero - Que las coloque alguien junto a su tocador antes de que suba. El joven asintió y desapareció. Viktor entró entonces en el gran comedor. Las puertas dobles estaban entreabiertas y una suave música de cuerdas fluía desde una esquina, apenas audaz como para competir con el crepitar del fuego. La mesa principal era más íntima esta vez. En lugar de extenderse con todos sus asientos, solo seis estaban dispuestos: cubiertos de plata, copas talladas y velas altas decoradas con ramas de pino y escarcha artificial. Tharion ya estaba sentado en su sitio tradicional, al centro derecho de la mesa, con su copa entre los dedos y la mirada perdida en las llamas. A su izquierda, Aldren, su. escolta, revisaba tranquilamente una copa de vino con expresión serena. Más allá, Markel conversaba bajo con Elsa, que vestía un conjunto oscuro con bordados plateados en forma de copos de nieve. Elsa fue la primera en mirar hacia la entrada. Se levantó parcialmente al ver a Viktor. - Gran Duque - dijo con una sonrisa elegante - Justo hablábamos de usted. - ¿Para bien o para mal? - respondió Viktor, entrando. - Para bien. - intervino Markel con una mueca divertida - Siempre para bien. Bueno, casi... Aunque… Elsa se acercó y le ofreció una copa que ella misma había servido. - Antes de que pregunte, - dijo suavemente - los sirvientes no están. La duquesa insistió en que esta noche pasaran con sus familias. Volverán el siete de enero. Los que quedan son solteros o decidieron no viajar a Viena. - ¿Ella organizó todo esto? - Sí. - afirmó Elsa - Supervisó personalmente el menú con el chef, distribuyó los regalos esta mañana y envió las cajas a las casas familiares antes del mediodía. Yo misma vi cómo les entregaba a cada uno una nota firmada. Viktor se quedó en silencio por un instante, sosteniendo la copa. Luego se sentó en el sitio a la cabecera, que había evitado ocupar durante los últimos dos años. Tharion giró ligeramente la cabeza hacia él, su voz grave pero apaciguada: - Esta Navidad es diferente. - Sí. - asintió Viktor - Lo es. - Y no solo por la mesa más vacía. - añadió Aldren. Viktor inclinó la cabeza, tocando el borde de la copa con los dedos. Miró hacia el lugar que Isabella ocuparía en breve. Su silla aún estaba vacía, pero decorada con un cojín bordado con el símbolo del clan Vodrak y el escudo de su linaje grabado en plata. - He recibido una carta del Alto Refugio. - anunció - Agradecen los obsequios y han enviado flores de edelweiss… para la duquesa. - ¿Flores? - exclamó Markel con sorpresa - ¿En esta época? - Con mucho esfuerzo, probablemente. - respondió Viktor - Lo que me dice que el gesto ha sido valorado más de lo que imaginé. Tharion gruñó apenas, como si se negase a emocionarse, pero sus ojos brillaron con una chispa difícil de ocultar. - Esa niña se lo toma en serio. - murmuró. Viktor lo miró de reojo, sin decir nada, pero con la misma convicción silenciosa. Isabella estaba transformando el castillo con más que presencia. Lo estaba haciendo hogar. Las campanas de la torre comenzaron a sonar suavemente, marcando la hora. Viktor enderezó la espalda, alzando su copa. - Por los ausentes. - dijo primero - Y por quienes han traído nueva vida a estas viejas paredes. Los demás alzaron sus copas y justo en ese momento, las puertas se abrieron discretamente. Isabella apareció envuelta en un vestido oscuro con bordes dorados, el cabello recogido con discreción y un brillo especial en la mirada llevando el postre. Viktor se puso de pie. - Mi señora. - murmuró - Feliz Navidad.
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