EPISODIO 6

1255 Palabras
La boda se extendió, todos felices con nuestra unión, yo soy muy amada. La noche avanzaba, y con cada canción, la energía de los invitados parecía renovarse, como si la luna les infundiera una vitalidad especial. Los niños corrían entre las mesas, sus risas cristalinas, añadiendo una nota de pureza al evento. En el exterior, las estrellas parpadeaban como si quisieran unirse a la celebración, y la brisa nocturna susurraba promesas de futuros brillantes y felices para los recién casados. —Muchas felicidades. —gritaban los invitados, todos contentos con la fiesta. —Gracias. —contestamos unísono con Louis. —Hija, ven aquí, tenemos que tener una foto familiar, estás tan hermoso. —¡Desde luego, papá! «La foto fue capturada y el fotógrafo me enseñó la imagen para saber si era de mi agrado. La examiné detenidamente y algo captó mi atención. Había una mirada compartida entre mi esposo y mi hermana que me resultaba inquietante. A pesar de ello, le indiqué que estaba bien y no le di mayor importancia». La recepción se convirtió en un microcosmos de vida y amor, reflejando la unión que Camille y su esposo acababan de consagrar. Cada abrazo, cada brindis y cada paso de baile testimoniaban la alegría y esperanza compartidas por todos. A medida que la noche avanzaba hacia el amanecer, era evidente que esto marcaba el inicio de una maravillosa aventura conjunta. —Soy muy feliz, Louis. —le susurré al oído mientras bailábamos. —Eso es bueno. —me dijo sin emoción alguna. Estaba tan feliz que no lo tome a mal. La celebración continuó hasta el amanecer, con los invitados marchándose gradualmente. Los novios, cansados, pero contentos, llegaron a un hotel renombrado y se registraron, rebosantes de emoción y anticipación. Al acceder a su lujosa suite, él se fue a duchar inmediatamente, dejando a Camille a solas con sus reflexiones y nerviosismo. «No tengo la menor idea de qué hacer, pronto saldrá del baño» La habitación, impregnada de la fragancia de jazmines del perfume de Camille, parecía contener la esencia de la noche que prometía ser inolvidable. Las luces tenues dibujaban sombras suaves sobre las paredes, y la cama, con sus sábanas de seda, invitaba a los recién casados a sumergirse en su nuevo mundo juntos. Camille, aun con el corazón palpitante, sostuvo la nota entre sus dedos temblorosos, releyendo las palabras que rompían el hechizo de la noche. «De ahora en adelante todo será felicidad» Camille, sintiendo una mezcla de anticipación y ansiedad, buscó en su maleta de mano el babydoll que una amiga le había regalado para su primera noche con su esposo. El delicado encaje y la suave tela le recordaban la importancia de este momento. Cuando él salió de la ducha, envuelto en una toalla, Camille se apresuró a entrar al baño. Su corazón latía con fuerza, y trató de calmarse bajo el agua caliente de la ducha. Después de unos minutos, se vistió con un pequeño camisón, respiró hondo y se preparó para salir. Al abrir la puerta del baño, se encontró con una habitación vacía. Miró a su alrededor, buscando a su esposo, pero solo encontró una toalla sobre la cama y una pequeña nota. Con manos temblorosas, la abrió y leyó: «Me fui de emergencia, surgió algo en la empresa, lo siento». “¿Qué demonios?” La confusión se apoderó de ella, una mezcla de incredulidad y desilusión nublaba su mente mientras se preguntaba cómo una emergencia podría haber surgido en un momento tan crucial. Se sentó en el borde de la cama, el camisón de encaje apenas rozando sus muslos, y dejó que el silencio la envolviera. La habitación, qué momentos antes rebosaba de expectativas y sueños, ahora parecía demasiado grande, demasiado vacía. El corazón de Camille se hundió. La emoción y el nerviosismo se transformaron en una mezcla de decepción y preocupación. Se sentó en el borde de la cama, tratando de procesar lo que acababa de suceder. La noche que había imaginado como el comienzo perfecto de su vida matrimonial se había convertido en un momento de incertidumbre. Camille se levantó, decidida a no dejar que la situación empañara el comienzo de su matrimonio. Se acercó al espejo, su reflejo mostraba a una mujer fuerte, aunque con los ojos vidriosos. Se secó las lágrimas, se puso un albornoz y tomó su teléfono. Marcó el número de su esposo, necesitaba respuestas, pero solo encontró su buzón de voz. Dejó un mensaje, su voz firme, pero suave, «Amor, espero que todo esté bien, por favor, no te sientas mal, te llamaré en cuanto pueda.» Mientras esperaba esa llamada, Camille se acercó al balcón. La ciudad nocturna brillaba a lo lejos, indiferente a su pequeña tragedia. Respiró hondo, dejando que la brisa fresca calmara su espíritu. Sabía que su relación era más fuerte que cualquier contratiempo y que, juntos, superarían este inesperado desafío. Con esa certeza en su corazón, decidió esperar, sabiendo que el amor que compartían era suficiente para iluminar incluso la noche más oscura. Mientras las primeras luces del amanecer entraban por la ventana, Camille se dio cuenta de que tendría que enfrentar esta nueva realidad con fuerza y determinación. Aunque la noche no había salido como esperaba, sabía que su amor y compromiso serían puestos a prueba desde el primer día. Camille se quedó dormida en el sofá, envuelta en el silencio de la habitación que aún resonaba con los ecos de la mañana. Al abrir los ojos, la luz del amanecer se colaba por las rendijas de las persianas, bañando la habitación con tonos dorados y cálidos. Se levantó, estirando los músculos adoloridos, y su mirada se dirigió instintivamente hacia la puerta, esperando verlo entrar en cualquier momento. Pero él no estaba allí, y el vacío de su ausencia se sentía más profundo con cada minuto que pasaba. —Esto no es normal. Con el corazón, latiendo con una mezcla de preocupación y frustración, tomó su teléfono y marcó su número, solo para ser recibida por el inconfundible tono de un celular apagado. Una punzada de ansiedad la atravesó, pero trató de convencerse de que simplemente se había quedado sin batería. Aun así, la inquietud persistía, alimentada por la extrañeza de la situación. ¿Cómo podía haberse ido en la noche de su boda sin decir una palabra, dejando solamente un papel y un mensaje de voz? Respiró hondo, intentando calmar las olas de su mente turbulenta, y decidió buscar respuestas. Justo cuando estaba a punto de llamar a su padre, la puerta se abrió y él apareció, como si hubiera materializado sus pensamientos. Su expresión era una mezcla de alivio y cansancio, y aunque quería inundarlo con preguntas, se contuvo. —Louis, ¿dónde estabas? —preguntó Camille, con una mezcla de alivio y preocupación en su voz. —¡Lo siento! Tuve que salir de emergencia, pero ya se solucionó —respondió él, tratando de calmarla. —Estaba a punto de llamar a mi padre, estaba preocupada —dijo ella. —No hay necesidad de preocuparlo. Nunca lo llames, siempre llámame a mí. Ella asintió, aceptando su explicación por el momento, pero la preocupación aún nublaba su alivio. Corrió hacia él y lo abrazó, buscando en su abrazo la seguridad que había faltado durante esas horas interminables. Mientras lo hacía, un aroma familiar rozó sus sentidos, uno que no pertenecía a él ni a ella ni a su noche de bodas. Era un perfume sutil, uno que no podía identificar, pero que le provocaba una sensación de déjà vu.
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