1. Ascenso.
La noche era un abismo insondable, solo rasgado por los destellos fugaces de relámpagos que pintaban sombras en las paredes. Los truenos retumbaban como si quisieran hacer temblar hasta las raíces de la tierra, y cada ráfaga de viento arrastraba consigo el aullido de ramas golpeando las ventanas, un sonido hueco y desesperado.
El reloj en la pared marcaba las tres de la madrugada, esa hora donde el silencio y la oscuridad se vuelven más densos. Alissa estaba sola en la habitación, sumergida en un sueño intranquilo. Un escalofrío la recorrió, haciéndola girar entre las sábanas mientras en su mente algo extraño comenzaba a tomar forma. La habitación se distorsionaba, las paredes parecían acercarse, cerrándose poco a poco. Una sombra alta y sin rostro la observaba desde un rincón, inmóvil, como esperando que ella se diera cuenta de su presencia.
De repente, un trueno más fuerte la hizo saltar, y en su sueño escuchó una voz. Era fría, casi un susurro arrastrado por el viento, pero cada palabra caía como una sentencia. —Alissa…—, llamó la voz, con un tono que era familiar y aterrador a la vez.
—¡No, no te me acerques!—, exclamó ella tapándose los oídos en vano tratando de no escuchar esa voz que le llamaba y que la hizo cerrar sus ojos.
Todo su cuerpo temblaba, mientras trataba de bajarse de la cama, y así poder ponerse a salvo. El sonido de la madera crujiendo ante el peso de lo que fuera que viniera a por ella, la instaba a remover las sábanas que antes la habían protegido del frío, pero que ahora no eran más que cadenas que la mantenían sujeta a la cama.
Su cabeza se movió hacia todos lados pero no había nada a su alrededor que pudiera servirle como un refugio, sólo bajo sus sábanas podría estar a salvo o eso se decía por lo que se cubrió de pies a cabeza, con sus ojos cerrados, y sus manos a un lado de su cabeza tapando sus oídos y así evitar escuchar los pasos cada vez más cerca de ella de su cama y esa voz que susurraba su nombre cada vez más cerca. A pesar de tener las manos sobre sus oídos podía escuchar las bisagras de la puerta de su cuarto crujir al ser empujada al abrirse, sus ojos se cerraron con las fuerzas mientras trataba de no emitir ruido alguno.
Pero no importaba lo que hiciera no podría escapar, el estruendo de un nuevo rayo iluminando el lugar se hizo presente, haciendo que todo en la habitación se iluminará justo para que ella viera como una mano se acercaba a ella, queriendo tocarla, y seguía escuchando esa voz llamándola en medio canturreos extraños, mientras ella trataba de removerse y así evitar ser tocada.
—¡Alissa, Alissa! ¡Despierta!
La voz de Andrea la sacudió hasta traerla de vuelta a la realidad. Con un jadeo y el corazón palpitante, Alissa se dio cuenta de que estaba en su cama, a salvo. Se levantó con rapidez y corrió al baño, intentando inútilmente vaciar el contenido de su estómago en el retrete. El sudor frío y el temblor en sus manos le recordaban que las pesadillas aún la perseguían.
—Alissa, pensé que ya habías dejado atrás las pesadillas… que la terapia había ayudado —dijo Andrea, observándola con cautela.
Sin responder, Alissa pasó a su lado, evitando encontrarse con su mirada. No soportaba el tono de condescendencia que siempre sentía en las palabras de quienes se preocupaban por ella; no necesitaba recordatorios de que estaba luchando o que debía buscar ayuda. Todo eso ya lo sabía, y también sabía que sus temores seguían allí, acechándola en la oscuridad.
—Está bien, ya no diré nada… es solo que… —Andrea trató de disculparse.
Alissa alzó una mano para detenerla.
—Mejor dime, ¿qué es lo que te trajo hasta aquí tan temprano hoy? —preguntó, con el tono seco pero curioso.
Andrea cambió de expresión, sus ojos se iluminaron como si recordara algo emocionante.
—Hoy serás ascendida de agente senior a detective. ¡Tendrás acceso a más casos, y agentes a tu cargo!
Alissa esbozó una sonrisa, aunque el entusiasmo de su amiga era más visible que el suyo. Mientras Andrea la abrazaba con fuerza, Alissa apenas logró devolver el gesto. Cuando su amiga se retiró, no sin antes advertirle de mantener el secreto, Alissa se quedó sola, reuniendo sus pensamientos.
Media hora después, Alissa estaba en su auto camino a la estación, con su uniforme impecable y el sonido de una tormenta amenazando en el horizonte. El olor a petricor llenaba el aire, pero la intranquilidad por la pesadilla y el ascenso que la aguardaba la mantenían en tensión. Al llegar, notó la normalidad en el ambiente de la comisaría, lo que la hizo dudar de la noticia que Andrea le había dado. Quizás, pensó, su amiga había exagerado o su padre, el capitán, la estaba poniendo a prueba.
Sus pensamientos fueron interrumpidos al llegar a su escritorio, donde fue recibida por una explosión de serpentinas y confeti. Andrea y el superintendente de la policía de SilverLake se acercaron, con él sosteniendo una placa en su mano.
—Felicidades, agente Rivers. A partir de hoy, es ascendida a detective del área de casos sin resolver. Este es su último día aquí; mañana se presentará a trabajar un piso más arriba, pero primero, usted y yo tendremos una charla.
—Entendido, señor —respondió Alissa, firme, a pesar de las emociones que se debatían en su interior.
La tradición en SilverLake dictaba que los agentes recién ascendidos debían recibir un primer caso crucial, uno que definiría su carrera. En su caso, era el departamento de casos sin resolver, un destino donde los fantasmas de historias olvidadas aguardaban en silencio.
—Señorita Rivers —continuó el superintendente, con una mirada calculadora—, por la expresión en su rostro veo que su ascenso no es una sorpresa total.
Alissa permaneció en silencio; el hombre conocía demasiado bien a su hija como para ignorar cómo se había filtrado la noticia. Su padre suspiró, apartando momentáneamente la formalidad.
—Ya arreglaré cuentas con Andrea luego. Pero ahora, hablemos de su primer caso. —Colocó un grueso archivo en sus manos.
Alissa lo abrió, viendo una colección de fotografías y datos personales que le resultaron familiares.
—El expediente que tiene en sus manos es de la familia Blackmoon. Supongo que ha oído hablar de ellos.
—Sí, la familia más antigua de SilverLake… ligada a tráfico de influencia, drogas, y otros delitos —contestó, con voz neutral y profesional.
El superintendente asintió, visiblemente complacido de la misma forma que lo hace un maestro ante un alumno al cual le acaba de preguntar sobre el tema de ese día y este le ha respondido de la mejor manera.
—Su misión será investigar al heredero de Edward Blackmoon: Nikola Blackmoon.
Alissa examinó una de las fotos y encontró la imagen de Nikola, un hombre de rasgos duros y una mirada oscura e impenetrable que parecía traspasar la fotografía misma.
—¿Cómo espera que lo investigue? —preguntó, sintiendo que sus palabras cargaban un peso que la ponía en alerta, pero que al mismo tiempo la instaba a preguntar y querer mostrar disposición en lo que sería su primer trabajo
El superintendente hizo una pausa, evaluando su reacción.
—Se dice que Edward Blackmoon le ha dado un ultimátum a su hijo. Tiene un año para encontrar esposa, o él mismo se encargará de elegirla. Su misión es sencilla: acercarse a Nikola, ganar su confianza y luego exponer a toda la familia.
Alissa dejó el expediente de la familia Blackmoon con la foto de Nikola a la vista. Sintiendo que algo dentro de ella se removía con tan solo ver su fotografía.