La voz tranquilizadora y su presencia me calmaron de inmediato, me recosté de nuevo y me apoyé en su pecho cerrando los ojos. ―¿Fue un sueño o fue…? No contestó, me apretó a su cuerpo como respuesta. Debía confiar, eso aprendí con ese sueño, no debía cuestionar lo que me decía. ―Duerme ―rogó―, te quedan un par de horas de sueño todavía. ―¿Cómo es que estás aquí todavía? ―me atreví a preguntar. ―¿Quieres que me vaya? ―¡No! ―contesté con celeridad―. Es que pensé que te irías apenas me durmiera. ―No. Quería verte dormir. No contesté nada, no supe qué decir. Cada noche deseaba que estuviera allí conmigo y cuando lo estuvo, me cohibí. ―Duerme, preciosa, necesitas descansar. ―¿Volveré a soñar? ―No, ya no ―me aseguró. ―Bueno, me voy a dormir, aunque no sé si sea buena idea

