Desde ese día, comenzamos una travesía que, aunque llena de momentos felices, también tuvo sus desafíos. Como todo matrimonio, nuestras diferencias fueron surgiendo, pero lo que siempre nos mantuvo juntos fue la comunicación y la confianza. Aprendí de mi madre un principio valioso, uno que nos ayudó a superar muchos obstáculos: no llevar nuestros problemas a la cama. Siempre arreglábamos nuestros desacuerdos antes de dormir, sin importar lo cansados que estuviéramos. Nos sentábamos, hablábamos y llegábamos a un acuerdo, porque sabíamos que nuestra relación valía más que cualquier discusión. Lo que más me gustaba, y aún me gusta, son las reconciliaciones. Esas noches en las que todo se resuelve y se vuelve más cercano, más tierno. Fue precisamente en una de esas reconciliaciones, una de es

