La nueva alianza.
Al parecer los famosos diablos del este, no solo nos habían declarado la guerra a nosotros, si no que a otros igual, según lo que me comento Tattos, otros habían resultado muertos.
—Diosa, hemos encontrado a unos diablos, esperamos sus ordenes —dice Nick, estoy con el celular en la mesa en altavoz, Tattos y Derek están sentados frente a mí.
—¿Cuántos son? —le pregunto.
—Solo dos, Diosa, están comprando en un negocio —dice, yo asiento.
—Ustedes son cinco, disparen desde la camioneta —digo.
—Claro —
Escucho como Nick le da ordenes a Sergio que es quien va manejando, ese maldito era un as en los autos, manejaba como nadie, si nos seguía la policía, él los perdía en segundos.
Disparos se escuchan, son varios, la orden era que solo uno quedara vivo.
—Listo —dice Nick al celular—. Muerto uno de los cabrones, el otro le disparamos a las piernas —dice, yo asiento.
—Vuelvan a la casa chicos, rápido —digo.
—Claro Diosa —
Había enviado a tallar mi nombre en las balas que se iban a disparar hoy, habían intentado matar a uno de mis chicos, inaceptable, así que ahora estábamos oficialmente en guerra.
—Espero que con esto, ellos desistan de atacarnos —dice Derek, Tattos niega.
—Esto fue la respuesta a la declaración de guerra que ellos nos hicieron —dice él, yo asiento sonriendo.
—De hecho cuando les saquen las balas del cuerpo, verán mi nombre —digo, Derek me mira divertido.
—¿Tallaste tu nombre? —
—Claro, para que sepan quien soy —
—¡Eres una sádica! —dice riendo, luego se levanta de su asiento—. Voy a comer algo, tengo hambre —dice tocándose el estomago, yo asiento.
Una vez que Derek se va de mi oficina, Tattos me mira.
—Hoy vendrá Santiago Santander —dice, yo asiento.
—¿Cuál es el nombre de su grupo? —pregunto, agarro mi celular y comienzo a revisar las r************* .
—No lo tengo claro, pero el jefe del grupo se llama Santiago —
—Bueno, quizás no tienen nombre, nosotros somos los Dioses porque yo soy la Diosa —digo riendo, él asiente.
Yo tenía una doble vida, algo así como, de día era una y de noche otra, como Fiona, aunque no era un secreto a voces quien yo era, todos lo sabían, pero gobernaba esta maldita ciudad y todos me respetaban, a diferencia de destripador, yo no iba asesinando gente, habían muchas formas de gobernar un imperio y que la gente te respetara sin tener que estar matando a diestra y siniestra.
Así que ahora yo iba a la universidad, estudiaba finanzas, siempre fui buena con los números y eso me ha ayudado mucho, Derek no quiso seguir estudiando.
—Buenos días señorita Amelia —me doy vuelta hacia la voz que me habla, un hombre de mediana edad me mira sonriendo, es un policía, su ropa lo demuestra, aunque no esta vestido, sé que debajo de esa casaca de cuero se encuentra el estuche de su arma, tal como yo llevo la mía.
—¿Algún problema, oficial? —le pregunto, él me mira sorprendido.
—No soy oficial… —dice pero lo interrumpo rodando los ojos.
—Por favor, dígame que es lo que necesita, ya que estoy llegando tarde a mi clase —le digo cruzándome de brazos, él no dice nada, pareciera que se ha quedado realmente sorprendido, doy media vuelta y comienzo a caminar.
—Sé que eres la Diosa —dice, yo me doy vuelta y lo miro divertida.
—¿Esa es su manera de coquetearme oficial?, porque sé que estoy buena, pero la verdad me gustan más jóvenes —digo riendo, el hombre, molesto por mis palabras hace a un lado su chaqueta mostrándome su placa y arma, en un claro intento de intimidarme, pero la verdad es que solo me produce risa, hago lo mismo que él, dejando ver mi arma escondida bajo mi chaqueta, él se va a acercar pero levanto la mano—. Debidamente inscrita amor, para protección personal, ya que hay muchos viejos verdes intentando acosar a mujeres, así que pierdes tu tiempo, policía —
—Soy el nuevo detective de la ciudad, vengo a poner orden y llevar tras las reja a todos los malditos delincuentes —dice, yo asiento.
—Pues que te vaya bien —dicho esto doy media vuelta y voy en dirección a mi clase, suspiro, es el primero que ha tenido la hazaña de seguirme hasta aquí, aunque bueno, no estará por mucho tiempo aquí, sobre todo si quiere seguir vivo.
“El maldito detective ha intentado intimidarme, llama al imbécil del senador y dile que si este estúpido detective no esta fuera de mis calles al finalizar esta semana, lo mato”
El mensaje de Tattos no tarda en llegar.
“Lo haré, ¿quiere que a la salida la estemos esperando?”
“No, ando con mi arma”
“Esta bien”
—Llegaron —dice Derek entrando a la oficina, se sienta en la esquina de la mesa, yo en cambio me apoyo en mi silla esperando que los que tanto desean aliarse conmigo, lleguen.
Tattos entra primero y me hace un asentimiento de cabeza, detrás de él viene un hombre alto, moreno, musculoso, pero con una sonrisa muy arrogante, él me queda mirando y sonríe, una hilera de dientes blancos se abre paso.
—Por fin tengo el placer de conocer a la famosa Diosa —dice, tiene una voz ronca y no puedo evitar imaginarlo diciendo mi nombre durante el sexo, sonrío en respuesta.
—Y vaya que ha sido un placer para usted, Santiago —digo, detrás de él entra otro hombre, tiene un parecido con Santiago por lo que asumo son hermanos.
—Debo decir que no había oído hablar de usted —dice sentándose en las sillas, yo asiento, no dejo de mirarlo, muchos se intimidan cuando se les mira de frente, y eso da a entender vulnerabilidad, pero Santiago, me mantiene la mirada.
—Tampoco yo he oído hablar de ustedes, pero alguien debe conocerme, teniendo en cuenta que están aquí pidiendo mi ayuda —digo, él aprieta la mandíbula muy sutilmente, se nota de lejos que no esta contento pidiendo mi ayuda.
—Verás, voy a ser claro… —comienza, yo lo interrumpo, me apoyo en el escritorio y los miro a ambos de manera seductora.
—Voy a ser aún más clara, ustedes nos necesitan, nosotros podemos perfectamente con ellos, de hecho hace poco les matamos a dos hombres, luego de que ellos intentaran matar a uno de nosotros —
—Se han aliado con los italianos —dice Santiago, yo me encojo de hombros.
—No importa, ya hemos derrotado antes a dos clanes juntos, la verdad es que cuando un clan ataca en compañía de otro, solo refleja la vulnerabilidad que tienen —digo.
—Nosotros no somos vulnerables, pero nos superan en número y ya mataron a uno de nosotros, no quiero que vuelvan a matar a otro —dice él, yo asiento, se preocupa por sus hombres, eso lo respeto, no los manda solo a matar.
—Entiendo, creo exactamente lo mismo, ahora la pregunta es: ¿Qué van a ofrecerme? —pregunto sonriendo, ellos se miran confundidos.