POV ELIZABETH
Al abrir la puerta de mi departamento, me topé con la figura inconfundible de Adam Carter. La luz suave de la madrugada delineaba su silueta en el pasillo, y en ese instante, el mundo exterior pareció desvanecerse.
Estaba allí, parado, con la mirada fija en mí, sus ojos oscuros reflejaban una mezcla de deseo, preocupación y, sobre todo, una fuerza inquebrantable. No necesitábamos palabras; lo que decían nuestras miradas lo decía todo. Por un segundo, el silencio se llenó de todo lo que habíamos sentido en los últimos días: la tensión de los rumores, la incertidumbre de los escándalos, la fría disciplina que siempre me había caracterizado… y, sin embargo, la presencia de Adam me abría la posibilidad de algo más.
Sin mediar palabra, mi corazón se aceleró y, sin pensarlo, av
