LÍA Solo tenía una cosa que pedirle a Dalton Keeland para que yo aceptara su loca propuesta. Una sola cosa que me permitiría protegerme si las cosas, por alguna razón, se salieran de control. Mi jefe, ca**pullo, me vio a los ojos tratando de analizarme y adivinar lo que pasaba por mi mente. Se recargó en el respaldo de su silla a manera de que se viera imponente. — ¿Cuánto quieres, Lía? Supongo que esto tiene un precio —. Suspiró un poco resignado. — ¿Cómo? —Parpadeé sin saber a qué se estaba refiriendo. — Sí, que cuánto me vas a cobrar por ser mi falsa prometida. — Yo no pienso cobrarte. Con comida decente y un lugar donde dormir me basta —. Fui clara y fulminante. Hasta cierto punto me ofendía su pregunta. Sin embargo, no lo podía culpar cuando me había cachado en la búsqueda desas

