La señal de chat sonó en mi celular. Verónica me preguntaba si almorzaríamos juntas, la verdad era que no quería verla después de lo que había hecho, pero tampoco tenía ganas de volver a mi casa, así es que acepté. No tocamos el tema de Benjamín. Al volver, a las dos de la tarde, estaba allí, pero no me miró ni me habló. Siguió trabajando, al parecer, algo no funcionaba y se sentía frustrado. Así pasó toda la tarde, yo me sentía mal. Él parecía no darse cuenta de que yo estaba ahí y no me gustaba sentirme ignorada por él. ―Yo... siento lo que dije esta mañana ―le dije a las seis, antes de salir de la oficina. ―Está bien, no te preocupes, prefiero tener claro lo que piensas de mí. ―Eso lo pensé la primera vez que vi su letra ―aclaré―, cuando las cosas no iban bien entre nosotros. ―N

