Prólogo
En un almacén oscuro, iluminado solo por una lámpara colgante que oscila lentamente del techo. En el centro del cuarto, se encuentra un hombre entre cincuenta y sesenta años en una silla metálica atornillada al suelo, atado de pies y manos, con la camisa desaliñada y empapada en sudor, al igual que su frente, y con la sangre seca en una ceja rota.
Frente a él, con la calma gélida de un cirujano, Rocco Mancini, sentado con las piernas cruzadas, con una copa de whisky e impecablemente vestido con un traje oscuro, sin una sola arruga, lo observa.
Rocco es el segundo hijo de la familia Mancini, quien después de la muerte de su padre asumió el poder de la rama de la Quinta Familia en Calabria; una despiadada familia, perteneciente a la Cosa Nostra italiana. Mientras que su hermano mayor se encarga de la organización en Montreal.
Rocco es reservado, analítico, disciplinado, filosófico pero despiadado. Cree profundamente en el libre albedrío y en la ley de causa y efecto y tiene una mirada que puede leer a las personas en segundos y que ahora dedica con exclusividad a Giovanni Romano, uno de los hombres de confianza de su difunto padre.
Su rostro es de una serenidad amenazante y observa a Giovanni en silencio, con la mirada fija, sin reflejar uno solo de sus pensamientos o emociones, lo que aumenta el nerviosismo del anciano, que hasta el momento y después de ser golpeado por sus colegas, desconoce la razón por la que fue traído hasta este lugar.
Detrás de Rocco, dos hombres observan la escena en silencio: uno de ellos, Salvatore Greco, la mano derecha Rocco, espera impaciente a que su jefe les ordene actuar; es un hombre pragmático y fiel, que aunque no está de acuerdo con la filosofía de Rocco, puesto que prefiere actuar y luego preguntar, lo respeta y cumple a raba tabla sus órdenes. Sin embargo, en este momento solo quiere sangre. Detesta a los traidores.
Giovanni desvía rápidamente su mirada al lado donde se encuentra una mesa con diferentes herramientas: pinzas, cuchillos pequeños, bisturís y hasta un soplete de gas. Todo limpio y meticulosamente ordenado. Giovanni traga con fuerza, lleva muchos años en este oficio y con esta familia, conoce a Rocco y a Salvatore y, sobre todo, conoce sus métodos.
— Giovanni, sabes que en esta familia hay tres caminos. La lealtad, la traición, y la muerte. Y tú, viejo amigo, estás tambaleándote entre dos de ellos. — Rocco habla con suavidad, sin levantar la voz y sin dejar de mirar con fijeza a Giovanni, que vuelve a tragar con fuerza y tensa la mandíbula.
— Nunca te he fallado, Rocco. He servido a la familia en Montreal, en Calabria. Siempre he cumplido mi parte.
Rocco inclina la cabeza, observándolo con una sonrisa mínima.
— ¿Cumplido? ¿De verdad? Pero últimamente, te veo cauteloso, mucho más de lo normal. Guardando secretos, hablando menos. Y sabes que a mí no me gusta cuando alguien se vuelve una incógnita. — Giovanni respira hondo, mientras observa a Rocco llevarse la copa a los labios.
— Siempre doy tres opciones. Lo sabes, Giovanni, es mi regla. — El hombre de inmediato intenta hablar, conoce a Rocco y conoce sus opciones y sus sentencias, y antes de que tome una decisión irreversible, tiene que lograr hacerse escuchar.
— He tenido razones para ser reservado, pero nunca he sido un traidor. — Giovanni respira hondo y mantiene su mirada y voz firme.
El comentario llama la atención de Rocco que se inclina hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas.
— Las razones no me interesan. Lo que me interesa es la verdad, Giovanni. ¿Por qué te comportas como un hombre que tiene algo que ocultar? — Giovanni siempre fue un hombre reservado, nunca se le conoció familia y actuando como enlace entre Montreal y Calabria, tenía la oportunidad de viajar y desaparecer con facilidad. Sin embargo, su comportamiento empezó a ser más reservado y sospechoso los últimos meses.
— Hay cosas que no pueden mezclarse con la sangre de esta familia. Cosas que… debo proteger. — responde y, por primera vez desde que se encuentran sentados frente a frente en este lugar, evita su mirada, entrecerrando los ojos por un momento.
Rocco sonríe, pero la sonrisa no llega a sus ojos. Reflexiona sobre lo curioso que es la forma en la que sus hombres pueden separar su vida privada de su familia, cuando la Quinta Familia lo es todo para él, es la protección o la condena.
— Protección. Curioso. Está claro que cuando alguien protege demasiado, la mayor parte del tiempo, está escondiendo algo. ¿A qué le temes, Giovanni? — El hombre respira entrecortadamente, su pecho sube y baja con fuerza.
Rocco sabe que ha tocado un punto sensible. Salvatore le entregó una nueva información antes de entrar a la bodega, información que Rocco no creía al principio, pero tal vez, el viejo amigo de su padre estuvo jugando con ellos durante muchos años, sin que nadie lo sospechara. Algo que le parece insólito y que los obligará a investigar a cada uno de sus hombres.
— No te temo a ti, Rocco. Ni a la familia. Pero hay líneas que ni siquiera un hombre como yo, puede cruzar en este mundo.
Rocco medita sobre sus últimas palabras y sonríe irónico y da un sorbo a su copa.
—Te equivocas, Giovanni. Deberías temerme. — Cruza una pierna sobre la otra. — Volvamos a mis tres opciones. — El hombre lo mira inquieto — Opción uno: me dices la verdad, toda la verdad y te vas caminando por esa puerta.
Giovanni observa a Rocco con suspicacia, no cree que el hecho de irse caminando por la puerta después de contarles lo que les oculta, sea algo tan sencillo. Está seguro de que Rocco cumplirá su palabra y lo dejará irse, pero lo que suceda después solo dependerá de su poder de convicción.
—Opción dos: me mientes. Y seguimos aquí, hasta que la mentira se arranque sola de tu garganta — Rocco hace una larga pausa y
un incómodo silencio reina en el lugar. — Opción tres: no dices nada. Y entonces, no mueres tú, sino que sucederá algo mucho peor.
Tal vez a una hija que nadie conoce. Una mujer joven, sola, que no sabe con qué tipo de sombra ha crecido.
Los ojos de Giovanni se abren con pánico. Nadie debía saberlo, aparte de Matteo, el novio de su hija, quien de alguna manera lo descubrió hace algunos años, pero solo hasta hace unos meses empezó a aprovecharse de esa información.
— Ella no… no tiene nada que ver con esto…
Rocco deja la copa sobre la mesa. Camina despacio hacia él, saca un pequeño bisturí y lo hace girar entre los dedos.
— Ella… Ni siquiera ahora puedes decir su nombre. ¿No te parece curioso?
— No entenderían. Hay cosas que no... que no se explican.
— Entonces, ayúdame a entender, Giovanni — dice cada palabra con lentitud —Calabria, Montreal… Has estado con nosotros más tiempo que muchos. ¿Y ahora qué? ¿Silencios, secretos? ¿Desapareces por días? ¿Haces llamadas encriptadas? ¿Te alejas de los capos, incluso de los soldados?
Rocco deja el bisturí sobre la mesa y asiente con lentitud, palmeando esta con los dedos.
—Te voy a hacer una última pregunta. Y quiero que me mires a los ojos cuando me respondas. ¿Eres tú el que ha estado traicionando a la familia?
— No — Giovanni levanta la vista, su mirada endurecida, impenetrable y Rocco le cree, pero también sabe que algo más está pasando, algo relacionado con su desconocida hija.
Lo observa unos segundos, toma el bisturí de nuevo y corta superficialmente su mejilla, sin enojo, solo marcando una línea.
Giovanni aprieta los dientes, pero no grita.
— Bien. Espero que estés diciendo la verdad, porque eres consciente de lo que pasa cuando alguien no lo hace.
— Soy leal, Rocco, siempre lo fui. Solo... me volví viejo. Trato de proteger lo poco que me queda. — Rocco lo mira y frunce el ceño.
— La lealtad se demuestra en los actos, Giovanni. No en las palabras susurradas en rincones oscuros. — aprieta el bisturí y lo señala con él, no es el traidor que está buscando, pero necesita presionar un poco más, porque no le gustan las personas que le ocultan cosas. — ¿Y si te dijera que tenemos pruebas? Pero prefiero escucharlo de tu propia voz. No necesito confesiones. Solo me interesa saber por qué.
— No hay un porqué. No soy un traidor. Solo tengo algo que proteger. Algo limpio. Algo que ustedes ensuciarían. — Explica Giovanni, nervioso, pero firme.
Rocco lo observa largo rato. Luego asiente, como si todo tuviera sentido ahora.
— Entonces, te daré una última opción. Hoy me siento bastante generoso — Vuelve a sentarse y levanta tres dedos — Uno: la familia sobre todo. Me lo entregas todo: nombres, lugares, a tu hija, y podrás demostrar que sigues siendo un perro fiel.
Giovanni parpadea, no quiere que se acerquen a su hija y, aunque haya tomado medidas por si se llegaba a presentar una situación como esta, espera no ser traicionado por Matteo, quien seguramente buscará la forma de seguir chantajeándolo.
— Dos: te niego el perdón, lo que sería una lástima; has ocultado información a la familia por años. Así que, tengo derecho a arrancarte cada uno de tus secretos con fuego.
Giovanni traga con fuerza, no puede dejar a su hija sola, no a merced de la Quinta Familia, de quienes ella no sabe nada.
— Tres: mueres como un hombre, valiente y honrado. Sin delatar a nadie. Pero sabiendo que ella, tu hija, no quedará protegida. Porque, ves, Giovanni, nosotros, los Mancini, no olvidamos. Aunque tenemos formas de recordarle a los demás por qué no se ocultan cosas a la Famiglia.
El rostro de Giovanni se endurece. Un ligero temblor en su mano. La trampa es clara: o habla, o muere, o condena a alguien más, a su hija.
—No tienes ni idea de lo que estás desenterrando — susurra mirando a Rocco con los ojos vidriosos
— Demuéstramelo. Dímelo — susurra Rocco.
— Ella no sabe lo que soy, no sabe de la familia. No le quites eso…
Rocco guarda silencio. Luego camina hacia él, le acaricia el rostro como un padre a un hijo.
— Entonces decide. Ya no hablas conmigo, Giovanni. Hablas con tu verdugo. — La mirada de Giovanni se pierde en la oscuridad de la mirada de Rocco, que lo observa sin misericordia, sin piedad — Hoy no castigo la traición, Giovanni. Castigo el silencio.
La luz parpadea y la oscuridad toma el relevo.