**SEÑORA JENKINS**
Desde que recibí la noticia de que Tiffany había contratado a un abogado, la desesperación se apoderó de mí. Ricardo, mi esposo, estaba muy molesto, y su enojo resonaba en cada palabra que pronunciaba.
—Desde luego que llevaremos a nuestro abogado —respondió Ricardo, su voz cargada de irritación.
—¿Puedo ir presa por ella? ¿Qué voy a hacer? —pregunté, sintiendo que la angustia me oprimía el pecho.
—No te preocupes, amor, lo solucionaremos. Además, soy dueño de la mitad de todo, te ayudaré —intentó calmarme, pero la ansiedad seguía creciendo en mí.
—Ella me quiere presa. Es una mala hija, después de todo lo que hice por ella. Ahora, por su rebeldía, hace este tipo de rabietas —mi voz temblaba, llena de frustración.
—Te dije que esa mocosa nos traería problemas. D
