🌟TIFFANY🌟
El sonido seco de la llave al girar en la cerradura del negocio fue el único testigo de mi derrota temporal. Cerré la puerta, sin rastro de los dos. —Con la pesadez en mi sentimentalismo, pero ni mi madre, ni del hombre que ahora tenía la desfachatez de llamarse mi padrastro, me iban a derrotar—, y me marché.
Me alejé caminando, arrastrando los pies por la acera. No tenía prisa, pero tampoco un rumbo claro. Cada paso era un peso muerto; cada pensamiento, una cadena. Mi cabeza era una calculadora enloquecida, girando sin cesar con cálculos imposibles. ¿Cómo demonios iba a costear al abogado?
No podía ser cualquier abogado. Tenía que ser él: el mejor, el más implacable, el único que podía asegurar la victoria. Perder este caso no era una opción; era la ruina, la rendición final.
